Capítulo 28

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Ivankov era muchas cosas, además de médico endocrinólogo. También participaba activamente en organizaciones sociales y colaboraba en los proyectos de su marido para contribuir con el medio ambiente. Jinbe era un hombre muy dedicado, aún seguía enamorándole con esa pasión que ponía en su trabajo y en la vida. A lo largo de los años, se dio cuenta que uno de sus oficios frustrados era la psicología. Gran variedad de personas recurrían a él para buscar consejo o palabras de aliento. Sobre todo identidades no hegemónicas y disidencias. Sin embargo, no conectó con nadie como lo hizo con Ace.

Siempre procuraba mantenerse reservado, pero con ese niño no pudo. Aún recordaba la primera vez que apareció en su consultorio. Parecía un gatito desnutrido y golpeado por la vida. Sintió tanta pena por ese cachorro que no pudo olvidarlo. Era una criatura que había sido arrollada por las circunstancias que debía atravesar. ¿Cómo no sentirse mortificado al ver a ese chico tan perdido? Más aún teniendo que atravesar un embarazo. Su cabeza era un lío que le llevaría tiempo acomodar.

Fue capaz de presenciar esos cambios y la fuerte evolución que tuvo Ace. Incluso se sintió emocionado cuando lo veía mejorar mientras cuidaba de su hijo hasta el día que vino a decirle que quería comenzar a cambiar su aspecto, al menos las cosas que no le ayudaban a desarrollarse como realmente era. Tuvo infinidad de charlas con ese niño sobre género, sexualidad e identidad. Era una mente en blanco que el sistema rechazaría e Ivan se sintió responsable de darle herramientas para poder defenderse cuando tuviera que salir a la vida y cuidar a su hijo. Bon-boy también había hecho un increíble trabajo con la terapia. Ace en serio mejoró.

Ahora ese niño —porque apenas era un bebé que había cumplido su primer veintena— volvía a tener un conflicto que lo desestabilizaba demasiado.

De forma periódica, Ace iba a citas para controlar el avance del tratamiento, los cambios en su cuerpo y cómo se había estado sintiendo. Además de eso, también se daban un tiempo para conversar.

Ivan llevaba varios minutos viéndolo caminar de un lado al otro en su consultorio furioso y enojado mientras despotricaba sobre Sabo.

—¿Cómo se atreve a decirme eso? —mencionó Ace enojado—. ¡Me trató como si no me importara Luffy! ¿Qué sabe él a quien llevo a mi casa? Además, jamás podría en peligro a mi hijo. No saldría con una persona que sé que lo puede llegar a dañar. ¡Ese idiota aparece después de 4 años y se cree con derecho a decirme eso! Agh, lo odio...

—¿No has pensado que puede estar celoso?

La pregunta de Ivan pareció suficiente para lograr que Ace detenga su caminata y no le sacara fuego al piso. El chico lo miró con intriga y al instante negó.

—No, no lo creo —contestó—. Nosotros no tenemos esa relación.

—¿Estás seguro? —preguntó con una ceja arqueada y Ace le esquivó la mirada. Ese chico tenía un gran problema y apenas podía notarlo.

—De cualquier forma, no puede decirme eso aunque esté celoso.

Ace volvió a sentarse en el escritorio de Ivan y prácticamente se desplomó en la silla. Casi se rió al verlo ofendido y con los brazos cruzados. Era un muchacho muy adulto y responsable, pero también conservaba algunas actitudes de niño pequeño. Aún era joven, quizá demasiado para todas las cosas que pasó y aún estaba viviendo, pero también demostró ser muy fuerte para afrontarlas.

—No es para tanto, cariño —aseguró Ivan, aunque Ace no parecía conforme con sus palabras—. Todos decimos cosas que no queremos cuando estamos molestos. ¿No será que estás buscando una excusa para estar enojado con él?

—No necesito excusas cuando él hace méritos para molestarme.

—Tampoco creo que lo haga a propósito —Ivan apoyó las manos en su escritorio y notó que Ace parecía un poco más tranquilo—. ¿Por qué no enfocas tu energía en otra cosa? ¿No estabas saliendo con el policía? ¿Cómo va eso?

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