PROLOGO

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La cólera no nos permite saber lo que hacemos y menos aún lo que decimos.

Arthur Schopenhauer

Londres 1829 casa de los marqueses de Downshire

Londres había abierto sus puertas a todas las damas y caballeros dichosos de sumergirse en la temporada social. La brizna de la noche exquisita junto con la Luna que resplandecía como farol sobre los salones de baile de las casas londinenses de Marfair, daba un delicioso toque etéreo y único aquella noche en particular. La temporada se encontraba en sus comienzos a finales de enero y la marquesa de Downshire decidió abrir las puertas de su casa con un baile para celebrar la presentación en sociedad de su hija Lady Amelia Hamilton.

Los carruajes, carrozas y berlinas con sus blasones se amotinaban en la entrada de la mansión para disponer a sus ocupantes al esperado baile de la marquesa. La Señorita Sara Collingswood se encontraba en su primera temporada bailando una cuadrilla con Lord Starling. ambos se llevaban muy bien y se sentían cómodos el uno con el otro. Eran dos bailes que llevaban gozando y la gente empezaba a murmurar.

Al otro lado del Salón, Lady Felicity Hood observaba a la pareja con desprecio. Lady Felicity, una joven que habría sido declarada beldad de la temporada con sus ojos azules y su cabello rubio si no fuera por sus delirios de grandeza y su actitud de superioridad.

La cuadrilla estaba llegando a su fin y Lord Starling se dispuso a llevar a la joven fuera de la pista de baile

-Señorita Collingswood fue un placer bailar con usted, me gustaría que pudiéramos dar un paseo por Hyde Park mañana en la mañana- Comentó el Caballero dándole el brazo derecho a la joven dispuestos a salir de la pista de baile.

-Por supuesto milord, nos veremos mañana en la mañana – apostilló Sara con una sonrisa.

-No olvide su carabina- Sentenció Lord Starling despidiéndose con un suave beso en el dorso de la mano de sara.

Sara decidió trasladarse a la zona de bebidas para refrescarse un poco, llevaba un vestido blanco ciñendo sus senos con un leve escote típico de una debutante. Miró a su alrededor a las diversas parejas que bailaban al son del compas, una cuadrilla. Se sentía observada, pero ¿Por que? Un escalofrio recorrió su cuerpo y giró su cabeza hacia atras percatandose de una mirada bastante tenebrosa perteneciente a un hombre que contemplaba cada paso que daba.  Se alejó del lugar temerosa e insegura mezclandose entre las personas conocidas. Esa mirada la había afectado causandole ansiedad, ¿Por que? El hombre no era desagradable, bastante joven, sin embargo, sus ojos eran bastante especiales para seer olvidados. Quería huir, se sentía incomoda.

El salón de baile relucía con sus miles de luces y las ventanas y puertas daban contra el hermoso jardín donde se observaba la luna llena. Sara atisbó a su amiga Lady Cassandra Willow y se acercó a ella dichosas de tomar las bebidas de la mesa. Justo en ese momento, Lady Felicity decidió arrojar la bebida en el vestido de Sara dejando una visible mancha oscura en el bajo de su atuendo.

-La gente sucia debe lavarse con algo, un solo vaso no es suficiente-dicho esto, Lady Felicity decidió arrojar la segunda bebida de la mesa sobre el vestido de Sara

-Déjala en paz, la sucia eres tú Lady Felicity que no soportas que ella, le dediquen mas atención que a ti- intervino Lady Susan que estaba justo detrás de Lady Felicity preparada para defender a los más débiles. En ese momento varias miradas giraron al grupo de las damas, todos prestos a no perderse de la patraña. Lady Felicity enrojeció y se dispuso a salir airada dejando a las tres damas con cara de disgusto.

-Gracias- mencionó Sara mirando a su interlocutora. Sara había reconocido a la joven en el momento en que la vio. Lady Susan era una beldad y sumado a su aparente personalidad y buen corazón, le encantó.

-No importa, vámonos al baño, debemos limpiar tu vestido -aclaró Susan. Las tres se dirigieron al baño listas para arreglar el atuendo de Sara.

Lady Cassandra y Lady Susan arreglaron el vestido de Sara y se enderezaron a la mesa de comidas. Las tres estuvieron hablando trivialidades y decidieron ser amigas. Cassandra y Sara argumentaron que Susan era una dama que contrastaba con las demás damas de aquel salón, su corazón y bondad, además de su franqueza se mezclaba con las personalidades elocuentes y vivaces de las otras dos damas.

Justo en ese momento, Sara observó a otro caballero que la miraba con unos ojos verdes como el mismísimo bosque. Su cuerpo reaccionó de tal forma que se volvió difícil respirar, las rodillas comenzaron a temblar y la cara viró a un tono amapola peculiar.

-Lady Susan, conoces al caballero que se encuentra al otro lado del salón- señaló Sara dirigiendo su mano hacia el caballero.

Susan buscó con la mirada al caballero dándose cuenta deque un joven del cabello de la miel la miraba con una intensidad que Susan temióque su rubor en las mejillas fuera demasiado notorio para sus dos nuevas amigas.

El destino de Lady SaraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora