Despertarse al amanecer bajo aquel cálido cuerpo nunca había sido tan relajante y excitante.
«Este era su lugar» pensaba Nick mientras acariciaba su sedosa espalda.
Los pájaros cantaban y el día hacía su entrada de manera silenciosa y opaca. La noche había sido tranquila y serena en virtud a la falta de lluvia.
Sara bostezó desperezándose de su placentero sueño. Miró a su alrededor fijándose en que comenzaba a amanecer y estaba desnuda en el jardín de Prinny. Se tensó evocando, en un solo golpe, todos los recuerdos de la noche. Se sonrojó recordando cada momento que pasó junto a Nick, había dejado de ser doncella, en consecuencia, estaba perdida para los demás hombres. De alguna forma, no le importaba porque de ahora en adelante solo estaría con él, su corazón había sido entregado y ya no había vuelta atrás.
-Buenos días mi disoluta monjita – saludó Nick sacándola de sus cavilaciones.
-¿Hace cuanto estas despierto? -.
-Hasta el punto de darme cuenta que babeas cuando duermes – respondió con una sonrisa pícara.
-¿¡Le dices eso a una dama!? Yo no fui la que roncó como cerdo toda la noche – refunfuñó Sara mientras rodaba lejos de los brazos de él buscando a duras penas sus atuendos.
-Ya verás ... – respondió Nick tomándola por la cintura y aferrándola nuevamente a su cuerpo. Sus bocas se encontraron provocando un tórrido beso y ambos jadearon luego de que sus cuerpos hicieran fricción.
-Así que ronco como cerdo – repitió Nick.
-Pero un cerdo muy pequeño – sonrió Sara de manera angelical.
-Retráctate Dulzura – amonestó Nick mientras comenzaba a prodigar pequeños besos en su cuello.
-Nick, creo que deberíamos irnos, ya es de día – Nick observó el amanecer que empezaba a hacerse presencia en todo el firmamento.
-Tienes razón, pero prométeme que hablarás con tus padres, iré esta tarde a pedir tu mano dulzura -.
-Te lo prometo -.
Ambos comenzaron a vestirse lo más rápido que pudieron. Nick terminó primero que ella acomodándose su pantalón, su camisa y su chaquetín. Observó que su dama se hallaba en un dilema con respecto a usar o no su corsé.
-Tendrás que servir de doncella cariño – sonrió Sara azorada señalando su corsé; poco tiempo quedaba para que su doncella pasara por su habitación y alertara a todos de que no estaba en casa.
-No tenemos tiempo dulzura – respondió Nick; se habían quedado dormidos más de la cuenta y tenía que proteger la reputación de Sara evitando que algún comentario malintencionado por parte de la sociedad, la dañara, así pues, tomó su corsé encondiéndolo dentro de su levita y Sara terminó de vestirse sin el complicado corsé. Nick terminó de empacar la canasta que estaba sobre el suelo y ambos se encaminaron hacia la salida del jardín.
A lo lejos, divisaron el carruaje que los había llevado hasta el jardín anoche junto con el cochero, un hombre bastante mayor que Nick aseguró que era de su total confianza. Dio las ordenes pertinentes y ambos subieron al carruaje sentados uno junto al otro.
El silencio reinó al comienzo del trayecto hasta que sara mencionó:
-Gracias por esta noche Nick, ha sido maravillosa – tomó su mano entre las suyas mientras acariciaba sus nudillos.
-Debo agradecerte a ti por haberme aceptado en tu vida Dulzura – apretó su manó y ambos se miraron tan intensamente expresando todas las palabras no dichas. Momentáneamente se percató que había olvidado entregarle el anillo; aquel anillo un poco peculiar, pero consideraba que tenía mas significado que cualquier otro anillo que pudiera encontrarse en una joyería.
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El destino de Lady Sara
Historical FictionRegencia siglo XIX La señorita Sara Collingswood hija de los vizcondes Torrington es presentada en sociedad junto a su amiga Lady Susan. Sara es una hermosa joven que su padre la ha acostumbrado a una vida independiente capaz de valerse sola y de en...