- ¡ESTUPENDO! – dijo Starling – Ahora, tenemos que pensar nuestra próxima movida, Sara, le escribirás una carta a tus padres contándoles que te encuentras bien pero que no volverás a casa. Te quedaras con nosotros.
-No creo que la señorita Collingswood deba quedarse aquí – comentó Wilde – tu casa sería el primer lugar en que su familia buscaría, debemos trasladarla, y ya sabes donde -.
-No Wilde, Sara es una dama, no podemos llevarla allí -.
-No tenemos de otra, sabes que tenemos que esconderla, solo será por un par de días -.
-Está bien -suspiró Starling – Querida -susurró mirando a Sara – te quedarás un par de días en un establecimiento que regentamos, es lo mas seguro para que tu familia no te encuentre -.
Sara asintió con pesar, su vida iba a dar un enorme giro, tenía que pensar que todo lo que hacía era por su bienestar y un mejor futuro.
En ese momento, todos escucharon unos ruidos provenientes de la calle, así que Starling se acercó a la ventana para determinar el motivo del jaleo.
-¡Demonios! – gruñó Starling, desde la ventana pudo divisar a unos tres agentes de Bow Street, los dos varones de la familia Collingswood y Lord Malden.
-Wilde – continuó Starling acercándose a ellos – llévatela de aquí, escapen por el balcón, yo les daré unos minutos para que puedan huir -.
-Vamos señorita Collingswood, escaparemos por el balcón – dijo Wilde amablemente ofreciéndole el brazo –.
-Llámeme Sara, si vamos a estar juntos en esto, prefiero que me llame por mi nombre – dicho esto, las voces se perdieron por el fondo de la estancia.
***
Starling esperaba sentado tranquilamente en uno de los sofás de la estancia mientras encendía una de sus pipas de tabaco. Pensaba en lo rápido que podía cambiar su vida, se iba a casar con su querida amiga y ya no había vuelta atrás, amenos que su familia los descubriera y la obligara a regresar a casa.
En los últimos años su vida se había plagado de excesos entregado a todo tipo de placeres poco ortodoxos, y su padre, el insufrible, conservador y perfeccionista marqués de Queensberry le había quitado su apoyo y colaboración desde el punto de vista físico, psicológico y monetario. Así que llevaba años forjando su vida sin el apoyo de su familia y el marquesado; estaba consciente de que no había tenido un padre, como muchos jóvenes y niños, la vida le había regalado un dictador que no aceptaba sus peculiaridades, y esas diferencias las había tenido que pagar con maltratos físicos y psicológicos. Lo único que los unía era su condición como futuro marqués de Queensberry, porque al ser el primogénito varón, nadie le podía quitar el derecho de nacimiento y esta era la única razón por la que su padre se inmiscuía en sus asuntos.
Sara había sido una bendición desde el momento en que reflexionó en hacerla su esposa, sabía que no iban a tener un matrimonio convencional, pero ambos se necesitaban para lograr sobrevivir en aquella sociedad apabullante e hipócrita.
Escuchó las pisadas de varios hombres subiendo las escaleras y en menos de diez segundos, la puerta principal de su casa se abrió.
-Bienvenidos caballeros, los estaba esperando, aunque me gustaría que tocaran antes de entrar – contestó Starling adoptando una actitud serena.
-No tengo tiempo para convencionalismos Starling, el tendero vio entrar a una mujer a esta casa y la descripción corresponde con mi hija, ¿Dónde está? – gruñó Torrington furioso de no encontrarla y de observar a su interlocutor tan sosegado.
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El destino de Lady Sara
Historical FictionRegencia siglo XIX La señorita Sara Collingswood hija de los vizcondes Torrington es presentada en sociedad junto a su amiga Lady Susan. Sara es una hermosa joven que su padre la ha acostumbrado a una vida independiente capaz de valerse sola y de en...