Una semana antes ...
El señor Oscar Wilde caminaba tranquilamente por las calles de Londres, sus pensamientos iban y venían en los últimos escritos que deseaba publicar, estaba contento de que su última novela tuviera tan buena acogida por parte de sus lectores que estaba dispuesto a seguir la trama o el mismo perfil de sus demás personajes. Le encantaba escribir y buscar personajes que contrastaran con la dura e hipócrita de "la buena sociedad londinense", una condesa adultera, un marqués infiel, un súbdito buscando venganza y un muerto en vida. Estaba harto de seguir los convencionalismos, el problema era que sus pasiones y gustos podrían llevarlo a la pena de muerte.
Dobló la esquina dispuesto a ir al club Albermale, un club privado abierto para hombres y mujeres. Ingreso por las escaleras y se sentó en una de las mesas. El club Aabermale contaba con quinientos miembros y a diferencia de white's o Almack's, era un club menos exclusivo criticado por apoyar el sufragio femenino y la mala calidad de la comida que se servían. Al señor Wilde, estos hechos no le importaban, en el club podía regodearse calmadamente con sus colegas y en ese momento, se encontraba con cinco de sus compañeros de Oxford. Sus mas allegados lo envidiaban y lo admiraban por su éxito y sus reconocimientos durante el tiempo que estuvo en Dublín y luego en Oxford, estudiando sus estudios clásicos.
Un barullo se extendió por todo el establecimiento y varios hombres se dirigieron a la entrada del club curiosos de conocer de qué se trataba el escándalo que estaban protagonizando el administrador del club con un noble de alta cuna.
***
El marqués de Queensberry caminaba por las calles de Londres hacía el club Albermale para encarar al desgraciado de Wilde que se metía con su hijo, la relación no le era desconocida, estaba al tanto de todos los escarceos de su hijo, quería justicia y aborrecía a Wilde por despertar en su hijo actitudes que eran impropias e ilegales.
Llegó a la entrada del club y Pomposo y arrogante solicitó, o más bien ordenó que lo dejarán pasar, quería encararse con el malnacido.
-Lo siento Milord, pero solamente los miembros del club pueden entrar al Albermale – señaló el asistente de la entrada.
-Apártate muchacho, tu no le das ordenes a un marqués – gruñó Queensberry tratando de avanzar a través de la puerta del club.
-Lo siento Milord, pero esas son las reglas del club – contestó el joven tratado de no dejarse intimidar del altanero marqués. Queensberry protestó mientras utilizaba su bastón como arma y trataba de hacerse paso hacia el club. Varias personas curiosas se acercaban a observar que era lo que estaba sucediendo y el joven aprovechó para llamar a otros asistentes y así, controlar a ese loco hombre.
- ¡¿Qué es lo que está sucediendo aquí?! – preguntó el administrador haciendo presencia en el pequeño altercado
-Señor Harris, el señor aquí presente no es miembro del club y estará formando una algarabía si no lo dejamos entrar – dijo el joven apenado. El administrador molesto se acercó al noble.
-Buenos días Milord, soy el administrador del establecimiento y no lo podemos dejar entrar porque usted no es miembro del club, le pedimos que se retire – dijo el administrador.
Queensberry ofuscado solicitó una entrevista con Wilde pero el administrador y sus ayudantes no respondieron a sus exigencias, por lo tanto la única opción que tenía era dejarlo en ridículo frente a sus conocidos. Sacó una de sus tarjetas de presentación, escribió un breve mensaje y solicitó amablemente que se lo entregarán a Wilde; varios leyeron el mensaje y se sintieron incomodos queriendo evitar trifulcas mayores en el establecimiento.
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El destino de Lady Sara
Ficción históricaRegencia siglo XIX La señorita Sara Collingswood hija de los vizcondes Torrington es presentada en sociedad junto a su amiga Lady Susan. Sara es una hermosa joven que su padre la ha acostumbrado a una vida independiente capaz de valerse sola y de en...