3. Increíble.

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Despertó de lado, abrazo por sus almohadas adelante y atrás, sus ojos se abrieron lentamente con los párpados pesados, no recordaba nada, miraba a un punto fijo casi sin conciencia. Para él, todo había sido un horrible sueño. Al moverse, una de sus almohadas se cayó al piso empujando un vaso de cristal que tenía un poco de agua, eso terminó por despabilarlo y encontró un poco de orientación; en primer lugar, porque a pesar de su desorden, él jamás dejaba vasos a un lado de la cama y mucho menos en el piso.

Ver flamear su cortina le trajo los viejos recuerdos de la noche, pudiendo entonces conectar los espacios vacíos que su mente había dejado, encontrando el desorden mayor cerca de la ventana; los adornos tirados y las manchas gelatinosas en el piso, recién ahí lo entendió. Yeosang trago duro, asustándose un poco menos que antes porque la luz del sol lo acompañaba, sin embargo, cuando se cambió de pose, supino y mirando al techo, lo vio.
Se congeló, su mandíbula tensa casi hacía rechinar sus dientes, aprendió que sus párpados eran tan flexibles al exponer sus globos oculares por el miedo que sintió. Allí, suspendido por algo que creía eran tentáculos, descansando en una extraña bola grisácea se encontraba el ser más horrendo y espeluznante que haya visto.

Aquella cosa al parecer dormía, de su espalda caían gotas tan espesas como la miel, transparentes y abundantes. También tenía cuatro tentáculos grises, estos se adherían a la superficie del techo como si estuviera pegado. El primer pensamiento de Yeosang fue creer que era un caracol, pues su piel brillaba como la de esos seres vivos, se transparentaban también lo que parecían ser huesos o alguna especie de cartílago que le causaba náuseas. Desde dónde lo miraba, aparentaba ser solo una pelota biológica gigante, la luz del sol le abrazaba elegante maquillando la viscosidad de su piel. No alcanzaba a ver nada más, pero para su fortuna, su despertador sonó estridente causando exaltación en él y en su visitante, lo que le permitió contemplar un poco más de la anatomía.

No alcanzaba el pequeño reloj digital en su mesa de noche y la alarma no paraba anunciando las ocho de la mañana. No se atrevía a despegar la vista del techo por miedo a que algo feo pudiera pasar, tras varios intentos se deshizo del ruido, el reloj marcaba ahora las ocho con cero dos minutos y, entonces, aquello se movió dejando caer una cola muy larga que llegaba casi hasta la cama, luego descendieron dos piernas contundentes, nada de grasa parecía cubrirlas, era músculo y piel brillante, sus pies eran de un tamaño considerable, con unas uñas gruesas y en picos, por encima del talón también tenía otro dedo, inútil y asqueroso. Tras ese despliegue cayó del techo sobre su cama haciendo sonar los resortes.

Kang se hizo una bola pequeñita en la cabecera, se tapó los ojos con las manos y no gritó... un segundo, dos segundos, tres, se hizo un minuto, eterno y demencial. Su mente no dejaba de imaginar cosas y la misma ansiedad lo hizo enfrentar su miedo, logró salir de la cama corriendo hacia la puerta tropezando con todo a su paso, haciendo mucho más ruido del que imaginaba, pero, entonces pensó en su familia: mamá, papá y su hermana mayor. No deseaba ponerlos en peligro, así que juntó el valor tan solo pensando en ellos y giró para ver al intruso, lo encontró ahora parado sobre la cama, con la cola en yendo en zigzag, percatándose de que tenía dos brazos tan feos como sus patas, con garras como uñas y dos ojos verdes que se clavaron en los suyos sin expresión, los párpados los tenía a los lados de los ojos, creando una vista horrible al verlo parpadear. El joven chico solo se quedó congelado nuevamente y se desmayó sobre la puerta.



[...]




El olor a frutas se hizo intenso, soñaba con manzanas verdes y rojas en un campo abierto de árboles tan pacífico, se encontraba solo pero sin miedo, algunos pájaros revoloteaban en su cabeza, era una fantasía, una de la que despertó cuando sintió que se quedaba sin aire, abrió los ojos, se encontraba en la cama de nuevo, en la misma pose que tuvo cuando amaneció, las almohadas lo abrazaban, la cortina flameaba, pero, el vaso ya no estaba en el piso.

—¿A los humanos les gusta caer así al suelo cada vez que ven a alguien? — esa voz lo hizo girar hacia el techo, allí estaba, esa cosa fea adherida a la superficie, mirándolo, en una pose que auguraba un salto, suspendido en una acción que solo le causaba repelús. Ahora que se animaba a verlo, se dio cuenta que no tenía fosas nasales como la de los seres humanos, si tenía lo que parecía ser una boca con dientes sobresaliendo de ella —¿No hablas? —le preguntaba pero sin mover nada en el rostro, alargado y levemente humanoide, sin orejas o cabello— Ah, creo que percibo lo que pasa—dijo y se desprendió del techo cayendo de nuevo a la cama como una roca pesada, otra vez los resortes resintieron cuando aterrizó y Yeosang recogió sus piernas para abrazarse a sí mismo, no entendía cómo escuchaba lo que le decía cuando realmente no movía la boca, no se le veía una lengua o tan siquiera movía la cabeza— ¿Es mi aspecto?— no sabía si responder, gritar o llorar, pero al ver que no pasaba nada que atentara con su integridad física se animó a asentir sin emitir sonido.— Bueno, a ver esta forma...

Entonces Yeosang se maravilló, delante de él se erguía de pie y en completa desnudez, un chico de cabello negro que tapaba por completo sus cejas, con el rostro redondeado, posiblemente de metro setenta o un poco más, sus ojos oscuros y pequeños; labios medianos y piel levemente bronceada. Ese ser que había pasado de ser repugnante a un simple humano que aparentaba su misma edad, ahora le extendía una de sus manos con dedos y uñas normales, sonriendo amigable, descubriendo sus encías con dientes pequeños.

—Mi nombre es Zeeta, pero en esta forma me presento como JongHo ¿tienes manzanas? 

—Mi nombre es Zeeta, pero en esta forma me presento como JongHo ¿tienes manzanas? 

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Luces extrañas [SeongSang][COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora