12. Noches, solo noches.

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Tantas cosas que asimilar en tan poco tiempo le habían dejado la cabeza revuelta. Durmió como nunca antes, con los hombros completamente relajado y sin mover un solo dedo de los pies. No escuchó su alarma sonando cuatro horas después de haber vuelto y fue su madre quien tuvo que entrar a moverlo de esa cómoda cama para que comenzara con el nuevo día.

Comenzó con una mañana normal, estaba acostumbrado a tender la cama y ordenar lo visible, tomar una ducha y correr a casa de Wooyoung o a la florería, a veces elegía trabajar en ella por la mañana para poder ver a su mejor amigo por la tarde y jugar videojuegos hasta que cayera la noche. Era un acto sincronizado, se avisaban en qué horario sería mejor y hoy no era la excepción; juegos por la tarde, trabajo familiar por la mañana.

—¿Adónde vas, Yeosang? espera a tu padre... — su madre lo detuvo antes de que pudiera atravesar la puerta principal.

—Quiero usar la bicicleta— juntó sus manos en una súplica burlona mientras intentaba no reír demasiado.

—Bien, pero regresas con ella, papá no la traerá atada al techo— lo regañó un poco a pesar de que procuraba ocultar su sonrisa también. Se acercó a su hijo y en lugar de darle una caricia o un beso, se saludaron chocando las manos en un pequeño, pero simbólico acto habitual. —¡Por favor, cubre tus orejas!

—¡Si, mamá! —dijo saliendo con rapidez de la casa para buscar su bicicleta en la cochera, se aseguró de que estuviera en condiciones y emprendió el viaje hacia el local que manejaban sus padres.

Yeosang estaba muy animado esta mañana, conforme pedaleaba y los árboles secos a su alrededor iban dibujando un paisaje triste y desolado, iba cayendo en la cuenta de que tuvo un sueño muy extraño durante la noche. Tanto se distrajo al pensar en eso que terminó perdiendo el control de su bicicleta y cayó de costado sobre la vereda. Era tal su asombro al recordar todos los episodios de su sueño que tardó bastante en ponerse de pie, las imágenes venían como recuerdos impropios, flashes de eventos, criaturas y diálogos confusos. No mejoraba cuando cerraba sus ojos con fuerza, al contrario, parecía que aumentaban y se hacían cada vez más terroríficos. Un auto pasó por su lado y le tocó bocina, aquello logró traerlo nuevamente a su realidad:

—¿Estás bien? —se asomó un rostro femenino por la ventana del copiloto.

—Si, si... — respondió avergonzado, se puso de pie e hizo varias reverencias retomando más tarde el andar fluido hasta su lugar de trabajo. Allí las cosas no cambiaron demasiado, a pesar de que sus manos hacían movimientos mecánicos aprendidos con anterioridad y los ramos de invierno quedaban perfectos para los clientes, su mente desvariaba cada vez más.

—¡De nuevo esos mismos ruidos! — se quejaba por tercera vez su compañera de trabajo tirando abruptamente el bolígrafo contra el mostrador tras escribir el último ingreso de dinero—Creo que son ratas, deberías decirles a tus padres.

—Iré a ver... —dejó de barrer con desgano, estaba cansado de ser siempre el que tenía que solucionar los problemas cotidianos del local cuando su turno era el matutino.

Se aventuró entonces hacia el fondo del local donde se guarda el abono y la tierra, pilas y pilas de estas cosas abrazaban ese cuarto, tenía que caminar entre ellos con miedo de que se le cayera algo encima. Encendió la linterna de su celular y apuntó hacia los rincones, también en el suelo y en el techo. Claro que era mucho más fácil encender las luces, pero si era un roedor no quería asustarlo, en su lugar deseaba saber por dónde entraba. Aun así, no encontró desechos de roedor por ninguna parte, ni rastros de animales extraños que hayan pasado recientemente por allí, el lugar se veía como siempre se ha visto, penumbroso y con poco espacio para caminar. Decidió que lo mejor era regresar por sus mismos pasos y volver al trabajo, quizás Siyeon estaba un poco loca o quizás no, porque al acercarse a la puerta escuchó los famosos ruidos esos que hacían a sus oídos arder de quejas, eran como pequeños arañazos sobre las bolsas de tierra que se encontraban bastante más cerca de la puerta trasera que de la que daba hacia el frente. Se aventuró entonces también para este lugar, él en su vida cotidiana no tenía tanto miedo, era un poco más curioso y jamás gritaba a menos que se asustara demasiado, pero para que eso pasara debían ver u oír algo peculiar.

Luces extrañas [SeongSang][COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora