¡No soy una barbie!

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A los cinco años

- cariño ¿por qué no vas a jugar con esos niños? - me preguntó mamá señalando a un par de niños que estaban jugando fútbol.

- está bien, mami - caminé hacia ellos tambaleándome en mis pies y cuando estaba ya cerca de ellos alargué mi brazo y le toqué el hombro a un niño con delicadeza para llamar su atención y dije -: hola ¿puedo jugar con ustedes?

- eres una niña - contestó uno mirándome con un poco de desprecio.

- ¿y eso qué? - repuse poniendo mis brazos como asas y frunciendo el ceño.

- nos darás sarna

- no sean tontos - repuse revoleando los ojos y soltando un pequeño bufido.

- pero te puedes ensuciar - añadió el otro mientras me veía lo que yo llevaba puesto o lo que mamá había elegido para mí en una época de otoño: botas de lluvia (eso lo elegí yo porque me encantaban mis botas de lluvia), pantis entre morado y azul, una falda y un saco morado con mi gorrito de lana.

- no me importa ensuciarme - dije.

- como quieras - el niño que me habló primero se giró hacia su amigo - pero ya me aburrí del fútbol, hay que jugar a las atrapadas... tú la atrapas

Me quedé como estatua mientras procesaba bien en mi cabeza, hasta que lo capté y salí corriendo detrás del primer niño quien estaba más cerca y era más fácil atraparlo.

Él corría rápido, pero yo también, pasamos por el parque, entre los juegos, entre los árboles y sobre todo entre las personas. Seguíamos corriendo aunque nuestras respiraciones estaban jadeantes y entrecortadas.

Ojalá esa resistencia hubiera seguido mientras crecía.

Ya me había acercado lo suficiente al niño, así que alargué mi brazo y le toqué la camiseta.

- te atrapé... ahora tú la llevas - corrí en dirección contraria para que el niño no me atrape otra vez, pero él en vez de ir a buscar a su amigo corrió detrás de mí.

Corrimos... y corrimos... y corrimos hasta que llegué a un charco de lodo y yo pues en vez de rodearlo me metí y como llevaba botas de lluvia no fue tan malo. Hasta que el niño decidió meterse también.

- tú la llevas - me dijo empujándome y haciéndome caer en el lodo junto a él.

- ¡iuuu! ¡Me has empujado! - chillé señalándolo con un dedo y levantándome de la cosa marrón. Tenía lodo hasta en la boca.

Sigo recordando su sabor y no fue muy agradable.

- tú te caíste sola - repuso él también señalándome con un dedo y levantándose, él tenía lodo por toda la cara.

- ¿Barbie? ¿Qué pasó? - escuché la voz de mi mamá y me giré hacia ella.

- él me empujo - me quejé volviendo a señalar al niño.

- ¡no es cierto! ¡Tú te caíste sola! - lloriqueó él haciendo salpicar el lodo.

- ¡no! ¡Tú me empujaste!

- ¡claro que no! Eres una quejona, una creída y una... una... una barbie - dijo este aún con su dedo apuntándome.

- ¡No soy una barbie! - grité y me lancé hacia él, haciéndonos caer a ambos al lodo, otra vez.

Nos sumergimos en una pelea de jalones, patadones, escupitajos y hasta mordeduras hasta que nos separaron.

Esa pelea de niños me cobró dos semanas de castigo sin televisión por parte de mamá y una felicitación (secreta) por parte de papá ya que le había dado su lección a ese niño.

Cuando tenía once años

Era mi primer día en la secundaria, recuerdo que era la hora del almuerzo y estaba en la barra cuando todo ocurrió.

- oye tú eres Barbie, la hija de Victoria Vivaldi ¿cierto? - me preguntó una niña pelirroja con ojos azules muy lindos.

- si ¿y qué? - contesté frunciendo en entrecejo.

- eres súper famosa... todos te conocerán, serás popular, hasta los de último año sabrán de ti - comentó ella más emocionada que yo.

- no me interesa ser popular - contesté yo haciéndome un encogimiento de hombros y cogiendo una ensalada de frutas con una tarta de fresa.

- no te hagas - comentó el niño que estaba detrás de la pelirroja, lo miré mal - vas a decir que no te importa ser popular aunque la realidad es otra. Eres una barbie y te gusta ser popular

- ¡no soy una Barbie! - grité y sin pensarlo dos veces le arrojé la tarta de fresas a la cara.

El niño, como era obvio, no se quedó con los brazos cruzados y me arrojó algo que parecía ser puré de papa en el vestido que estaba usando. Comenzando así una guerra de comida.

Yo estaba debajo de una mesa y vi a la niña pelirroja que me había hablado al principio.

-hola - me saludó ella, tenía puré de papa en la mano.

- hola tú - dije a modo de saludo, yo también tenía puré de papa.

- disculpa... si yo no hubiera dicho nada, mi hermano no te hubiera molestado - dijo arrepentida.

- no te preocupe, ya estoy un poco acostumbrada - me encogí de hombros - ¿es tu hermano?

- hermanastro, en realidad... no me agrada demasiado - comentó ella.

- creo que ya sé por qué

Ambas reímos mientras que la guerra de comida seguía arriba.

-¿cómo te llamas? - le pregunté

- Mía

- bueno, Mía - ella sonrió - si quieres... podemos ser amigas

- claro que quiero

Y nuestra amistad se firmó con puré de papa y bueno sigue siendo mi mejor amiga.

A los catorce años

Cuando cumplí catorce, papá empezó a enseñarme a conducir. Desde esa edad empezó a llevarme a la pista donde él corría. A esa edad, también, la prensa me "descubrió" diciendo que era el hijo perdido de Jack Miller. Como ven, la prensa cree que soy hombre sólo por el hecho que papá me llama "Mo" (una abreviatura de Molly el nombre que él eligió) y porque dijo en una entrevista que a mí también me gusta el mundo de las carreras.

-oye Jack - dijo uno de los amigos corredores de papá entrando a donde estábamos - ¿has leído lo que han escrito en la revista Seventeen?

- no... ¿Qué dice? - preguntó papá frunciendo el ceño como yo lo hago, tal vez de él es mi ceño fruncido.

- Y pues recién hemos descubierto que nuestro amado Jack Miller (el corredor de autos) tiene un hijo llamado "Mo", nadie sabe quién es ese tal hijo suyo o quién es la madre o siquiera cuantos años tiene. Lo único que sabemos es que Mo, al igual que su padre, ha heredado el gusto por competir en las carreras de autos - leyó y soltó una gran carcajada, al igual que todos los presentes.

- al parecer soy hombre, pa - le dije son sorna.

- eso veo... hijo - ambos reímos otra vez.

- que loco y lo que no saben es que ella es toda una bar... - comenzó el amigo de papá y yo le lancé una mirada asesina.

- cuidado no sabes en cuantas peleas y problemas se ha metido esta niña por haberle dicho eso - comentó papá y todos volvimos a reír claro que su amigo ya no tanto y de vez en cuando me echaba un vistazo un tanto intimidado.

En multimedia Barbara Molly con sus padres. Espero que les guste la novela :3 voten y comenten ♥♥

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