Capítulo 4: Te quiero, hija

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Me quejé al escuchar el crujido en mi espalda, pero al ver lo bien que había quedado la pared sonreí.

—¿Dónde iba esto?—preguntó Helen haciendo que la mirase.

—Déjalo ahí, ahora lo coloco yo.—dije mientras ponía bien los cojines del sofá y Carl limpiaba la mesa.

Tras haber dado de comer a los mocosos y reírme por la cara de asombro y felicidad al probar mis maravillosos burritos, decidí limpiar la casa junto a Helen y Carl. Estuvimos de acuerdo en que era imposible vivir así. Su padre trabajaba demasiado y su tía tenía bastante con ayudarles como para cargarle con más trabajo. Spitzer no me reñiría por no estar en el trabajo, así que me quedé con la cría y Carl hasta que alguien volviese. Sólo nos quedaba el salón.

—¡Coge el teléfono!—le grité a Helen cuando éste sonó. Un ruido de algo rompiéndose se escuchó y corrí junto a Carl hacia Helen.

El jarrón que la cría había intentado poner sobre el mueble se había roto en varios pedazos dejando a la luz unos cuantos fajos de billetes. 

—Mierda—susurré agachándome. Miré hacia arriba mientras Carl me ayudaba a recoger todo. Algo se movió en mi pecho al ver los lagrimosos ojos de Helen—. Carl ve por el teléfono—este me obedeció—. Hey, ¿estás bien?—pregunté acercándome a la niña.

—Era el único jarrón que nos quedaba de mamá. A ella le gustaba la cerámica.—dijo dejando caer las lágrimas.

—Tranquila, lo arreglaré antes de que venga tu padre, ¿vale?—pregunté limpiando su rostro. Ella me miró ilusionada.

—Es un tal Gideon.—dijo Carl al llegar a nosotras.

—Helen, enséñale a Carl tus dibujos.—les dije. Ellos asintieron y se fueron arriba. Carl me dedicó una mirada preocupada. Definitivamente, él ya no era un crío.

Hola.—dije al coger el teléfono.

—¿Por qué diablos me ha atendido un adolescente?—preguntó molesto.

—Es una larga historia. ¿Te queda mucho por llegar?—pregunté ignorando su tono.

—Unos 15 minutos.—dijo suspirando.

—Vale, bien, ¿llamabas por algo?—

—Sólo para saber qué tal había ido el médico.—

—Bien, dice que está todo bien.—aseguré.

—¿Nada en los pulmones?—preguntó preocupado.

—No, nada, todo bien.—aseguré de nuevo.

—Vale, gracias por llevarla.—dijo tras suspirar. Parecía cansado.

—No hay de qué.—dije antes de que él colgara.

Miré los trozos de jarrón en el suelo y no pude evitar sentirme cabreada. Debería dejar de aferrarse a ella. Pensé en tirar el jarrón a la basura pero luego recordé que no era nadie para hacer eso y menos si eso podía dañar a Helen. Recogí los trozos y tras buscar el pegamento me senté en el sofá a arreglarlo. Justo cuando terminé de arreglarlo la puerta se abrió. Dejé el jarrón en el sofá y fui hasta la entrada.

—Hola.—dije mientras él me miraba. 

—Hola.—dijo incómodo viendo la casa.

—Oh, Helen, Carl y yo limpiamos esto un poco.—dije mientras el miraba las paredes.

—Incluso quitaste los dibujos.—dijo sonriendo levemente.

—Deberías comprarle una pizarra o algo.—dije riendo levemente. Él asintió.

Fuck the Gallaghers (Shameless)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora