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Luna:

Había preparado todo para esta misma noche, como el perfumar mi cuerpo con ese perfume que Adonis tanto me ha dicho que le gustaba y colocarme una ropa interior adecuada, que lo excitara a tal punto de tener su polla dura cuando me viera.

Escogi unas de color blanco, con tiras suaves de jalar, un sujetador ajustado que hiciera rebalsar mis tetas del contorno y unas bragas fáciles de romper.

Anhelaba tanto esto y lo imaginaba no solo haciendo eso, sino que mi mente viajaba en infinitas posibilidades de cómo podía empezar.

Y eso me hacía tener aún más ganas, sería tan perfecto como lo imaginaba en mi mente.

Estaba más que segura.

—Sabía que vendrías. —Menciono al verlo parado frente a mí.

Adonis ha cerrado la puerta y yo tengo una sonrisa en el rostro.

Adonis Blackwood...

Me cogeré a este hombre hoy.








Adonis:

No lo hagas.

Da media vuelta y marchate.

Joder, Adonis, solo sal por esa puta puerta.

Todas las ordenes eran inútil, porque no podía hacer nada al tener los pies tan clavados sobre el suelo.

Maldición...

Me volvía loco y solo he cruzado la puerta, mi polla esta dura y ni siquiera he empezado a desnudarla.

Esto está mal.

Claro que está mal, Adonis..

Es una niña.

Sonrio contradiciendo a mi mente, sé que no es una niña, es una mujer adulta, una mujer hermosa y adulta, pero eso no significa que deje de ser mi pequeña.

Y deseo a mi pequeña...

La deseo hace mucho tiempo y algo como esto hasta hace dos días, era algo que solo podía permanecer en mis pensamientos, guardados y cerrados, algo que podía imaginarme mientras me masturbaba pensando en ella y aunque sabía que estaba mal, era mucho mejor hacer eso que no seguir conteniéndome e ir por ella.

Y ahora Luna se ha encargado de complicármelo, dándome un acceso directo.

¿Qué puedo hacer si todo lo que he deseado esta justo aquí, frente a mí?

Deseo tomarla, joder, yo solo sé cuánto deseo tomarla y cogerla hasta al cansancio, incluso ahora me imagino divertidos juegos con mi pequeña, pero sigo creyendo que está mal.

Sin importar cuantas vueltas le dé, está mal.

Sin embargo eso solo queda como unas palabras que se vuelven vacías cuando ella lleva las manos a su blusa y comienza a desvestirse.

—¿Empezamos?. —Me pregunta, paso saliva. —¿Quieres que continúe yo o deseas hacerlo tú?

—Hazlo tú, pequeña.

Quiero ver...

Una sonrisa traviesa recorre los labios de mi pequeña, desabrocha todo los botones y la piel de su abdomen queda al descubierto.

Más allá de una miradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora