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Despierto a media noche cuando el cabello de Cecilia choca contra mi rostro. Con molestia lo aparto y suspiro moviéndome para darle la espalda.

Ella se queja pasando su brazo a mi pecho y maldigo pidiéndole que se aleje. Me asfixia y es tan lenta como para no darse cuenta de ello.

— Vamos, solo un abrazo más. —masculla besando mi espalda.— ¿Qué no quieres seguir divirtiéndote conmigo?

— Sabes que fue solamente una noche. —le recuerdo encendiendo la lámpara de la mesita de noche.— No vamos a repetir.

— He entendido tus condiciones, Ruggero. Volvimos a lo de antes.

— Es bueno que lo sepas, Ceci.

— Sabes que no quiero ser imprudente.

— Pero...

— Pero solo quiero saber qué ocurrió con Karol.

Yo ruedo los ojos y pienso en mentirle para liberarme de esta tensión. Pero es Cecilia. Nos conocemos desde hace años.

Y sin duda, ella es la primera persona que de verdad identifica mis estados de ánimos sin pensarlo dos veces.

Aún así me niego a decir más de lo que debería por lo que simplemente respondo con un “Las cosas no funcionaron”

Debe ser más que suficiente para ella.

Pero vamos, es Cecilia.

— Voy a esperar a que te sientas capaz de decirme lo que sucede. —asegura.— Tú solo confía en mí. Nunca te he fallado.

— Es irónico tener que decir que es cierto. —me lamento— Gracias por eso de cualquier modo.

— Tú sabes que por ti soy capaz de todo. Porque te amo.

— Al diablo el amor, Cecilia. Sabes perfectamente que estábamos bien sin los sentimientos de por medio.

—Lo estábamos, hasta que decidiste enamorarte de ella. —reprocha dolida.— No entiendes cómo duele.

Yo solo suspiro y doy el tema por terminado mientras le pido que se duerma. Ya mañana hablaremos con calma. Esto no es bueno para ninguno ciertamente.

Vuelvo a apagar la lámpara y me acuesto con la vista hacia la ventana. Lo que leí no me agradó para nada. Y no me gusta, en serio no me gusta esto.

Diego supo perfectamente cómo joderme la vida. Y ahora que sé que Karol está con él, mi mente es un dilema realmente difícil y estúpido de descifrar.

Odio esto.

El insomnio se vuelve mi fiel compañero las siguientes horas, y cuando Cecilia vuelve a despertar, no tardo en ir al baño para tomar una larga ducha.

Hoy vuelvo al trabajo, hoy intento eliminar todo rastro de estrés concentrándome en algo que valga la pena recordar.

Tras estar listo para irme bajo a la cocina en busca de un reconfortante desayuno de Lalita. Pero me sorprende ver a Cecilia en su lugar usando una de mis camisetas.

Genial, ella siempre logra confundir las cosas.

— Te preparé algo muy rico. —dice poniendo el plato sobre la mesa.— Tienes que comer muy bien para irte a trabajar.

— Sé qué pretendes, y no va a funcionar. —aclaro.— Lo siento pero no.

— Tiempo, amor. Necesitas tiempo. —asegura plantando un beso en mis labios.— Y esta terca chica está muy dispuesta a esperar.

3| El verde de sus ojos; Darlo TodoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora