18

852 102 48
                                    

Conduzco por las calles de Verona buscando la tan aclamada casa de Julieta. Después de haber evitado que Candelaria mate a la rubia loca finalmente volvimos a Italia.

No he dormido nada, lo único que he hecho es conducir, darme un buen baño, cambiarme de ropa y desayunar porque evidentemente tengo que hacerlo para poder tomar mi medicina.

Siendo las doce en punto estaciono fueta del museo y me bajo del auto analizándolo todo con la mirada. Hay muy pocas personas considerando que es lunes.

Pero aún así hay personas y yo tengo que buscar a la tal Jazmín.

Por Dios, esto me provoca más dolores de cabeza que escuchar a Cecolia decirme las razones por las cuales debemos estar juntos.

— Muy buenos días, bienvenido. —dice una chica en el mostrador.— ¿Cómo puedo ayudarte, amigo?

— Busco a Jazmín.

— ¿Eres Ruggero?

Yo asiento y ella me hace una señal antes de perderse dentro de la caseta. Poco después vuelve con un sobre en la mano y tras entregármelo dice;

— No tardaste. Ayer Karol me dijo que vendrías, pero no sabía cuándo.

— ¿Karol estuvo aquí ayer?

— Desde luego, estaba con alguien más. No me dijo mucho, solo que se llamaba Karol y que necesitaba que te de esto.

— Entonces, ¿No sabes en dónde está ahora?

— No, lamento informarte que no.

Asiento y le doy las gracias antes de volver al auto. Una vez ahí dejo que Agustín comience a conducir y abro el sobre. Dentro hay una nota y algo más pues la hoja doblada está más abultada de lo normal.

Reconozco su perfume al instante y sé que roció la hoja con él, nada huele tan bien como ella. Abro la nota con cuidado y casi de inmediato un anillo cae a mis piernas.

— ¿Qué es? —dice Agustín y yo le muestro el anillo.— ¿Es el último que le diste?

— Si. —digo notando que la esfera no está.— Pero no está todo.

— ¿Qué dice la nota? —pregunta Isaac.

Yo guardo el anillo en el bolsillo de mi chaqueta y termino de desdoblar la hoja para leer lo que dice.

«¿Recuerdas la primera noche? Halla lo mismo que te pedí esa vez.»

Era obvio, lo supe desde que Ángela nombró lo que sucedió la primera noche que estuvimos juntos en una habitación de hotel.

Ella me lo pidió.

«Prométeme que un día vas a llevarme a conocer el campo de girasoles más lindo del mundo»

Tengo un viaje muy grande por hacer ahora mismo.

— Vamos a la playa. —digo guardando la nota.— Ustedes van a quedarse ahí con Candelaria informando a la policía y yo voy a visitar Toscana.

— ¿Toscana para qué?

Yo solo sonrío y Agustín se desvía conduciendo por lo menos unos minutos más.

Apenas llegamos a la playa privada ellos se bajan y yo vuelvo a tomar el mando del auto. No me detengo a esperar que Candelaria llegue, sabe perfectamente cómo cuidarse sola.

Conduzco por tres horas más hacia Toscana, y cuando me detengo fuera del campo de girasoles busco al dueño del lugar. Lo conozco, se llama Jefferson, lo contactamos cuando tuvimos la intención de venir, pero nunca se dio.

3| El verde de sus ojos; Darlo TodoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora