Once y media de la noche. No debería estar despierto si quiero tomar un vuelo a las seis de la mañana hacia Chile. Pero la tentación es muy grande.
Desperté con una extraña necesidad de comer fresas con chocolate. Y es imposible que pueda volver a dormir si sigo soportando las ganas de comer a media noche.
— ¿Hay helado? —musito abriendo la nevera.— Claro que hay.
Inmediatamente abro el helado napolitano y pienso en agregarle las fresas, más chocolate y crema batida. Si, sería una perfecta combinación.
— ¿Qué mierda ocurre contigo, Pasquarelli? —susurro buscando una cuchara.— Malditos malestares.
Apago todas las luces y vuelvo a la habitación dispuesto a terminarme esta rara mezcla. Tengo hambre. No pueden culparme por eso.
Me termino todo el helado en menos de lo que espero, y cuando vuelvo a acostarme dispuesto a dormir, mi teléfono vibra. Es Pasquale.
¿Acaso no sabe que la diferencia horaria es de cinco horas. Maldita sea.
— ¿Que quieres? Te fuiste hace tres semanas ¿Y aún no entiendes que son cinco horas de diferencia?
— Soy yo, Ruggero.
— Ah, Giovanna. —musito desconcertado.— ¿Qué sucede?
— ¿Me pasas a Karol? He estado mandándole mensajes sin parar pero...
— No puedo ayudarte con eso. —la corto.— Karol ya no vive conmigo.
— Que gracioso eres.
— No estoy bromeando.
Ella grita y yo solo alejo el teléfono de mi oído. No estoy de humor para escucharla quejarse. Además, quiero más helado.
— ¿Venden helado a media noche? —pregunto desviando su discurso.— Sería bueno que vendieran cerca de mi casa. ¿Te gusta el helado?
— ¡Estoy hablándote de Karol, animal! —grita descolocada.— ¿Cómo puedes pensar en comida justo ahora?
— Pero bueno, ahora que no soy el jefe me recriminas cosas y hasta me llamas animal. Eres tan rara como tú amiga.
— ¡Exacto! Mi amiga. ¿Que hay de ella?
— Su ropa, en el armario. Me niego a sacar sus cosas. ¿Sabias que psicológicamente...?
— ¡Cállate! —ordena exasperada.— Escucha, hace un par de horas Karol me llamó, lloraba mucho y no pude comprender lo que decía. Pero la llamada se cortó y me urge saber qué ocurre. ¿Cómo que ya no vive contigo?
— Eres su mejor amiga, deberías saber por qué decidió dejarme?
— Mierda, estoy asustada. —solloza.— Ella no está bien, Ruggero.
— Yo tampoco. Y es desgastante. —admito soltando un suspiro.— He estado una semana buscándola, yendo a su casa todas las noches, y sin embargo nunca está. No ha ido a trabajar y mis mensajes son ignorados.
— Tengo miedo. Dime que no está con Diego.
— Desgraciadamente si.
Me confunde cuando comienza a llorar con más fuerza. Y cuando pregunto qué ocurre es Pasquale quién habla esta vez.
Me pide que busque mi portátil y eso hago. La enciendo y sigo cuidadosamente todas sus instrucciones.
Todo va bien hasta el momento. No comprendo absolutamente nada pero intento relajarme.
Hasta que pronuncia las palabras más desesperantes que he escuchado.
— Tienes que calmarte. Revisa la sección de noticias actuales en esa página. —hago lo que él me dice mientras mi cabeza comienza a maquinar estúpidas ideas.
ESTÁS LEYENDO
3| El verde de sus ojos; Darlo Todo
RomanceLas cosas no pueden volver a ser las mismas después de tantas mentiras. Tercer libro narrado desde la perspectiva de Ruggero. Están PROHIBIDAS las copias o adaptaciones sin mi permiso.