21

947 105 33
                                    

— ¡Mami! —Josuet no me da tiempo de reaccionar como debería, solo corre hacia ella.— Te extrañé.

Atento observo como ella sonríe y besa su frente antes de alejarse. Sé que debería importarme ella, pero mi mirada está fija en ese pequeño que Giovanna tiene en los brazos.

Y de hecho es lo prometí que hago, camino hacia ella y tomo al niño en brazos sintiéndome demasiado pleno. Es mi hijo, un pequeño Pasquarelli.

— ¿En dónde estuviste todo este tiempo, mujer? —Jenny pregunta sacándome de mis pensamientos.— Hemos sufrido tu ausencia.

— Demasiado. —aporta Paola corriendo a abrazarla.— Bienvenida.

Pronto todos se acercan a saludarla y demás, pero yo solo puedo concentrarme en el bebé que tengo en los brazos. Es tan pequeñito, tan frágil y sinceramente tiene los ojos más lindos que he visto.

Son verdes, pero una tonalidad completamente diferente a la de su madre. Es un verde un poco más intenso y atrapante.

Su piel es tan blanca como la de Karol, y su naricita es tan bonita que provoca pellizcarla.

— Estoy viendo a un papá orgulloso. —dice Ayla poniéndose a mi lado.— Espera, ¿Vas a llorar?

— Soy padre, rubia retrasada. —le explico lo obvio.— Con la mujer que amo.

Ella solo sonríe y me pide la oportunidad de cargarlo, y por supuesto que se lo paso porque soy consciente que Karol y yo debemos hablar. Esta es una conversación que no puede quedar para después.

Se trata de nosotros. Ya no de Diego ni de nadie más. Solamente de nosotros.

Y de todo el tiempo que hemos perdido.

Finalmente me acerco a ella, muestras miradas se encuentran y aunque ha pasado tanto tiempo, sigo sintiendo lo mismo que sentí la última vez que pude mirarla de ese modo.

Joder, la he extrañado tanto...

— ¿Qué tal, Ruggero?

Joder, su voz.

¿Desde hace cuanto no escuchaba su voz?

— Karol. —titubeo un poco.— ¿Cómo has estado?

— Ahorrémonos esto, ven conmigo.

Asiento siguiéndola hasta la habitación que ella había elegido como suya para tener todas las cosas que traía de su casa. Hace mucho que no entraba aquí, había estado evitándolo.

Ella se sienta en la cama y yo me quedo de pie apoyándome en el borde de la cómoda. Nos miramos en silencio, creo que disfrutamos más de eso que de hablarnos.

— Es tu cumpleaños. —dice cortando el silencio. Asiento.— Pues en ese caso, felicidades.

— ¿Por qué no dejas la hipocresía y me dices de una vez lo que tienes por decir? Te conozco, Karol.

— Y yo a ti, Ruggero. —me corta.— Ya conociste al niño.

— No puedo creer que huiste porque pensabas que el niño era de Diego. ¿Tanto te costaba decirme que me pagaste con la misma moneda?

— Es que no te pagué con la misma moneda. Ni siquiera pensaba en ti cuando estaba con Diego. Simplemente lo hice porque quise.

— ¿Y tanto te costó decírmelo? Actuaste como una niña de dieciséis años, no como una mujer de veintiséis. ¿Es que no lo entiendes? Estuviste con un enfermo mental.

— Lo sé. Estoy sumamente consciente de eso, pero cálmate que él no me hizo daño. —asegura.— Pero bueno, él ya debió decírtelo.

Asiento y ella sonríe ladeando el rostro.

3| El verde de sus ojos; Darlo TodoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora