Prologo

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Tomó su toalla y un par de sandalias y los metió en su mochila. Wilmer recogió su cabello negro y revoltoso con una pequeña liga como un cintillo que estiró su cabello hacia atrás. No eran más de las doce del día, así que se echó un sándwich y salió de casa tomando el primer bus que lo llevaba a la playa de Valparaíso.

Sus ojos oscuros miraron por la ventana el cielo despejado y el sol prominente haciendo que el sudor se posara sobre su labio, le gustaba, era una de las pocas cosas que le gustaba además de ver las aves libres en el cielo.

El bus lo dejó cerca de su destino, así que simplemente cruzó aquella pasarela peatonal hasta llegar a la playa. Se sacó sus zapatillas y caminó por la arena tibia rápidamente hasta sentir el agua helada del mar sus pies. El verano había llegado, su tiempo antes de la universidad se haría corto, solo dos meses antes de volver a una sala de clases. No le agradaba la idea, hubiera preferido seguir en clases, no quería estar en casa con el fantasma de su padre, era su jaula, esa casa y su padre eran su jaula, pero aún tenía esto, esta escapatoria provisional hacia la libertad entre la arena y el mar.

Mientras tanto, en el otro costado de la playa, Brandon solo miró al chico a lo lejos, lo había visto en su colegio, eran de diferentes cursos, pero jamás lo había visto vistiendo ropa casual, usualmente aquel chico a la orilla del mar se sentaba solo y no hablaba mucho, no destacaba, ni siquiera por su extraña forma de sociabilizar.

Brandon era amigable y con una actitud cálida. Había decidido pasar esto primeros días de enero en la paya con sus amigos. Sus ojos castaños al igual que su cabello corto brillaban con los rayos del sol, pero su piel trigueña y su sonrisa no se quedaban atrás.

—¡Vamos! —gritó uno de los amigos de Brandon, sacándose la polera y corriendo hacia la playa seguido por la chica que estaba con ellos.

Brandon solo sonrió mientras ellos dos se le adelantaban. El chico de la orilla del mar había desparecido, Brandon miró hacia todos lados; no había mucha gente ese día, entonces lo vio escalar los requeríos que estaban más apartados de la playa que era apta para el baño.

—¿Qué hace? —se preguntó con voz baja al ver que el chico estaba escalando con sandalias.

—¡Brandon! —gritó uno de sus amigos ya dentro del mar, así que el castaño volvió en si sacándose la polera y caminando a paso apresurado hacia sus amigos sin dejar de ver al chico que al fin había llegado sobre las rocas altas.

Se caerá. Pensó Brandon mirándolo a lo lejos.

Sin embargo, Wilmer simplemente se sentó sobre las rocas y se puso los audífonos, haciendo que el castaño se sintiera un completo idiota por preocuparse por un chico que apenas había visto dos veces en su colegio.

Wilmer simplemente quería observar, sentir el aire colarse entre su cuerpo, y aunque el sol era fuerte y de seguro enrojecería su piel blanca, no le importaba, quizás finalmente podría sentir algo, además, la playa estaba casi vacía, era perfecto para él, para quizás soñar despierto que era un ave, un ave que surcaba los cielos azules en busca de libertad en lo más alto.

—Pero caería y moriría...—susurró el pelinegro embozando una sonrisa algo penosa sin siquiera anticipar que quizás no lo haría, que quizás si habría alguien lo ayudara, alguien que lo ataparía.

Sí o sí te atraparé!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora