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La mañana del día siguiente Brandon volvió a casa y vio a León sentado en el comedor con su madre y Matías mientras conversaban. Estaban tomando desayuno. Brandon se quedó en la puerta. No sonrió. Ya no le animaba sonreírle a León, no lo odiaba, no sentía nada ese era el problema, había entendido que con León no sentía nada aun besándolo, aun entre las sabanas, aun tocando su piel y mirándolo a los ojos, mientras que, con Wilmer, con Wilmer sentía todo aun sin nada de lo anterior, sentía más con solo mirarlo un segundo que mirando a León por seis meses. 

—¿No saludas? —preguntó León.

—Lo siento, ¿podemos hablar? —le dijo rápidamente Brandon ignorando a su madre y Matías, quienes solo se quedaron algo rígidos debido a la mirada fija del castaño en León, quien se levantó camino al dormitorio, pero Brandon lo detuvo. —No, afuera.

León sonrió algo nervioso y salió del departamento, para luego tomar el elevador hacia el pequeño jardín trasero del edificio en completo silencio. Una vez llegaron, Brandon se paró frente a él. Tenía aun sus dudas, sus inseguridades, sus miedos de estar acusando a León de algo sin pruebas, pero debía preguntar, y no quería hacerlo en el departamento con su familia ahí, necesitaba un lugar donde pudiera decirle lo que pensaba en caso de que fuera cierto, en caso de que si lo estuviera engañando.

—Lo siento. —salió de la boca de León interrumpiendo sus pensamientos. —Solo sucedió...

Era cierto. Pensó Brandon.

Sin embargo, no sintió dolor, no sintió pena ni tristeza, solo decepción y algo más fuerte y en una arista completamente opuesta ¿alegría?

—Simplemente sucedió, no lo planee, ni siquiera entendí al comienzo si estaba bien...

—No quiero detalles León, solo saber desde cuándo. —preguntó Brandon.

—Hace más de dos meses. —dijo cabizbajo el chico.

—Entonces Loreto no estaba loca por ponerte caras feas cuando estábamos juntos. —soltó Brandon riéndose. —Ya vete.

—Perdón, Brandon...—soltó León.

—No pidas perdón, no estoy herido ni nada, pero pensé que seriamos honestos si queríamos separarnos, solo es algo decepcionante.

—Tu también te ves con otro...—soltó León intentando traspasar la culpa. —No soy idiota.

—Si, es cierto, pero al menos yo estoy terminando contigo antes de enredarme en él. —respondió el castaño.

León solo lo miró sorprendido, mientras Brandon volvió a entrar al edificio y volvía a su departamento. Al entrar, su madre y su hermano seguían en la mesa, algo preocupados por lo que fuese que hubiese pasado entre él y León, Brandon al presentirlo se paró frente a ellos.

—León no volverá por esta casa, ya no estamos juntos, así que les pediré no me pregunten donde esta o lo que sea ¿Bien? —soltó el chico sonriendo, porque así era, Brandon estaba feliz, estaba más cálido que nunca y sobre todo, era libre.

El castaño se fue a su dormitorio mientras Matías soltaba una risa y su madre no comprendía.

—¿Esta bien? —preguntó la mujer.

—Está más que bien, ¿no lo ves? —dijo Matías dándole una mascada al sándwich en su plato. —Está sonriendo...

—Siempre sonríe, por eso se me hace raro...

—No mamá...—agregó Matías tragando su pan. —Ahora realmente está sonriendo.

La sonrisa perduraba aun en su cuarto mientras miraba su techo, estaba tan ansioso que las cosas que pensaba no podían ir más allá del pelinegro que le hacía sentir todo sin hacer nada, y pensó por un momento:

¿Qué me hará sentir cuando esa nada se convierta en algo?

Porque estaba claro, Brandon ya era libre de ir a por él, de atraparlo, de evitar que esta sensación se le fuera de las manos como agua, quería ir a esa roca y verlo sonreír, quería caminar con él por los cerros de Valparaíso en silencio, porque ese silencio para él era el único que en realidad traía sonido a su mundo, Brandon solo cerró los ojos y pensaba que el silencio de Wilmer era sonido para él, no podía evitar encontrarle significado a todo cuando se trataba de Wilmer, era algo estúpido pero hermoso, tan hermoso que solo esperaba verlo, sin embargo eso no ocurriría ese día, pues Wilmer experimentaría una charla, una discusión, al igual que Brandon, se liberaría, tanto así que haría que ese joven pelinegro poco a poco entendiera porque se hundía, porque caía.

Sí o sí te atraparé!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora