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Brandon no se presentó a la playa al día siguiente, ni en la siguiente semana, ni respondió los mensajes ni las llamadas de Wilmer. El pelinegro no supo que sucedía, pensó que al parecer el capricho del castaño se había desvanecido y él había sido solo eso, algo pasajero, y ahí estaba, sentado sobre esa roca en la playa a las seis de la tarde esperando que Brandon apareciera mágicamente sonriendo, pero no lo hizo, al menos no hasta la hora después.

—Se que me odias...—dijo en la arena a un costado de la roca mirando hacia arriba a Wilmer quien sintió el corazón apretado al verlo.

—Esta bien, no tienes que explicarte. —respondió bajando.

Wilmer lo vio vestir como lo hacía normalmente, camiseta de mangas cortas algo suelta, pantalones de jeans, pero esta vez además usaba una gorra negra.

—Si, si debo, porque eres muy bueno sacando conclusiones apresuradas... —dijo el castaño.

—Está bien, Brandon...

—Wilmer, ven, vamos, déjame explicártelo. —dijo el castaño. —¿Con una empanada? —preguntó y Wilmer solo asintió algo esquivo.

Ambos se acercaron a una banca del paseo costero mientras soplaban sus empanadas. Brandon no había mascado la suya lo cual era extraño para Wilmer quien esta vez fue el primero en dar un mordisco.

—Estuve en el hospital...—soltó Brandon haciendo que Wilmer girara rápidamente. —Hace ya mas de seis años me detectaron un tumor en el cerebro, comenzó siendo benigno, pero a medida que los años pasaron este creció y ahora es maligno. Hace una semana, luego de que estuvimos sobre la roca, al llegar a casa tuve fuertes dolores de cabeza y vómitos, por lo que me llevaron al hospital, así descubrieron que el tumor está invadiendo más de lo que se tenía pensado.

—Brandon...—susurró Wilmer mirándolo de costado mientras el castaño se sacaba su gorra y mostraba que estaba completamente rapado.

—Tará...—dijo la forma de broma mostrando aquella sorpresa. —Intentaron intervenir en mi cabezota, pero no hay mucho que hacer la verdad, sin embargo, existe la posibilidad de retirarlo antes de que sea demasiado tarde, deberé viajar al extranjero, hay un doctor, un neurocirujano que ha hecho cirugías de tumores invasivos como los míos, y todas han sido un éxito, mi madre y mi hermano lo contactaron y viajare a finales de febrero.

—Es muy tarde...—respondió Wilmer. —Deberías ir ahora...

—¿Y perderme los fuegos artificiales? —sonrió amablemente Brandon.

—A ti no te gustan los fuegos artificiales...—respondió Wilmer.

Pero me gustas tu...pensó el castaño.

—No...—sonrio Brandon. —Pero quiero verlos contigo y mis amigos, además me dijeron que podre aguantar hasta febrero, así que prefiero robar otros días mas de vida, no se sabe con certeza si...

Brandon calló. No quería decirlo en voz alta, pues no se sabia con certeza de que la cirugía saliera a la perfección. Podría terminar en coma, o no recordar nada de antes de ese tumor, o simplemente morir en la cirugía, las complicaciones que el doctor les envió por correo fueron extensas, y si bien al menos todos los pacientes que él había tratado había resultados libres del tumor y ahora llevaban una vida plena, nada indicaba que para Brandon también fuera así de milagroso.

—Estaré bien...—agregó Brandon al ver que Wilmer lo miraba con la misma cara de preocupación que su hermano cuando despertó en el hospital hace unos días, con la misma cara que el miraba a Wilmer encima de esa roca hace unas semanas atrás, como si intentara atraparlo, y efectivamente era asi, Wilmer intentaba atraparlo o al menos eso deseaba. —¡Hey! —gritó Brandon golpeando las palmas de sus manos frente al rostro de Wilmer haciéndolo volver en sí. —Es-ta-re-bi-en. —dijo con énfasis en cada silaba.

Wilmer se levantó de su asiento con vista perdida y caminó rápidamente al carro de empanadas al otro lado de la calle, al cabo de unos cinco minutos volvió hacia Brandon quien solo se quedó ahí esperándolo. El pelinegro volvió con una bolsa y de esta sacó seis empanadas.

—¿Qué...? —preguntó Brandon.

—De queso, camarón con queso, napolitanas, de carne queso, se que te gusta el queso porque te enojaste cuando en la roca tu empanada era de carne solamente y la señora del negocio te había estafado, además se que te gustan demasiado porque sueles comprar dos para cada uno aun cuando yo solo como una...

—Wilmer...

—Y también traje un jugo, ten...—dijo dejándoselo en la mano rápidamente.—come todo y bebe, porque veremos los fuegos artificiales juntos, con Loreto, tu amiga y tu amigo, Sebastián, y luego volverás a casa y dormirás con tu familia, y al día siguiente yo estaré sobre esta roca... —dijo Wilmer apuntando rápidamente al roquerío pero Brandon no miro, solo miraba al chico frente el siendo quien realmente era, siendo el, libre de expresarse y desbordarse en emociones y sentimiento, libre de esa expresión fría y distante en su rostro. —yo te esperare ahí, y así lo repetiremos el resto del verano.

Quiero que sea mas que solo este verano...pensó Brandon y Wilmer al mismo tiempo.

—Asi que come. —ordeno finalmente Wilmer.

Brandon sonrió, y sus ojos se aguaron, pero logró retenerlo y dio una gran mascada a su empanada.

El pelinegro a su lado solo lo miró sonreír y comer y quería volver el tiempo, volver a esa roca hace una semana, a ese atardecer y pedir otro deseo, pedir que Brandon estuviera bien, pedir por él, por su salud.

¿Por qué tuve que se tan egoísta? Pensó el pelinegro ¿Porque pienso en mí?

Pero era obvio que lo hacía, no podía culparse por eso, jamás tuvo a nadie que se preocupara por él, por años no tuvo a nadie, ya se había acostumbrado a cuidar y pedir por sí mismo, pero ahora quería volver atrás, porque quería ver a Brandon sonreír por siempre hasta que la edad no se lo permitiera, no importa si no seguían al lado del otro, Wilmer se conformaba con verlo sonreír, con saber que lo hacia y que el castaño comía empanadas tan ansioso como ahora.

Mamá, intercede que a el no se lo lleven también, que a el no...pensó Wilmer forzándose a contener sus lagrimas al mirar a ese joven, a ese joven al que quería, al que lo había atrapado, al que le había mostrado aquel lugar cálido y hermoso, aquel joven en el cual estaba cayendo, cayendo en su amor, en sus brazos.

—Mañana son los fuegos artificiales, nos vemos acá mismo ¿vale? —preguntó Brandon poniéndose de pie.

—Acá nos veremos...—respondió Wilmer. —¿Te acompaño a la parada de autobuses?

—No, mi hermano vendrá por mí, es más...—dijo mirando como un auto parpadeaba las luces estacionándose cerca de la acera. —Ya llegó.

—Esta bien...—respondió Wilmer con expresión preocupada.

—¡Cambia la cara! —gritó Brandon riéndose mientras se alejaba.

—¡Es que me apena que no tengas cabello! —le gritó de regresó Wilmer haciendo que Brandon se pusiera a reír mientas entraba al auto.

Wilmer solo se quedo ahí, mirando cómo se iba, esperando pudiera verlo al día siguiente, porque ya nada era seguro.

Sí o sí te atraparé!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora