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No eran más de las cuatro de la tarde cuando Brandon quedó solo en la playa, ya que Sebastián y Loreto había decidido irse temprano. Ese sería el ultimo día en que pasaría tiempo con ellos. Loreto viajaría al norte unos días, mientras que Sebastián iría a un par de charlas a Santiago para decidir a qué universidad entrar, era un chico aplicado, así que incluso en verano a Brandon no le era de sorprenderse que su amigo estuviera dentro de un maldito colegio, sin embargo, ambos volverían antes de los fuegos artificiales.

Brandon tomó su bicicleta y comenzó a pedalear hasta su departamento, el cual estaba siguiendo el camino costero hasta el límite casi imperceptible que separaba Viña del Mar y Valparaíso. Cruzó la pasarela peatonal cargando su bicicleta y finamente siguió su caminó por un par de calles adentrándose a las áreas residenciales.

—Ya llegué...—dijo el castaño entrando a su departamento con la bicicleta al hombro y dejándola colgada en la pared del balcón.

—Llegas temprano.

Soltó su madre, una mujer mucho más pequeña que él, tenían un corte de melena castaño y solía usar vestidos sueltos y veraniegos, incluso en invierno, además odiaba que la bicicleta de Brandon tocara el piso de cerámica del departamento.

—Si, los chicos tenían que hacer. —respondió este dejando la mochila sobre la mesa del comedor y tirándose en el sillón prendiendo la televisión.

—¿Almorzaste? —preguntó su madre.

El castaño asintió mientras pasaba los canales.

—Brandon...—el tono de su madre ahora era un poco más serio, y era porque había olido alcohol en la mochila de su hijo. —¿Estuviste bebiendo?

—Sebastián se tomó una cerveza y se le derramó en mi mochila un poco. —respondió el chico rápidamente mirándola sonriente.

Él no bebía cerveza, no le gustaba el sabor a que le quedaba en la boca después de tomar. Era un chico sano, lo más extraño que había hecho era fumar marihuana quizás dos veces, pero nada más que eso, además no podía, no tenía permitido beber, ni fumar.

—¿Matías salió? —preguntó Brandon haciendo referencia a su hermano mayor.

Su madre caminó hasta el área del comedor y Brandon la vio asentir.

—Con Macarena. —respondió ella. —Fueron al supermercado.

—Oh...

—¿Iras con León? —preguntó su madre, pero Brandon no entendió a que se refería. —A los fuegos artificiales...

—Mamá, aún falta casi un mes...—soltó el castaño. —No lo sé... —respondió este dejando el canal de animales de la televisión, donde convenientemente estaban mostrando la vida placida de un león.

—No lo he visto por acá. —agregó su madre tratando de indagar un poco más en la relación de su hijo.

El castaño llevaba más de seis meses con León, su relación había nacido desde un juego en preparatoria y extrañamente terminó por emparejándolos, tenían una relación amigable, pero a veces parecían más amigos que pareja, es más, Brandon intentó romper con el algunas veces, pero el hecho de que era su primer novio y viceversa le dificultaba las cosas.

—Su prima está enferma...—soltó evasivo Brandon poniéndose de pie. —Me daré una ducha. —agregó caminando hacia su cuarto con el fin de terminar con el tema.

Al llegar se tiró rápidamente a la cama mientras miraba por su ventana hacia el mar. Vivian en el piso veinte, el último piso del edificio donde solo había dos departamentos extremadamente amplios, su padre había sido de la marina así que les había dejado bastante dinero y ese enorme departamento en aquel edificio que se erguía por sobre las demás viviendas aledañas, así que nada interrumpía su vista. Tomó una toalla y finalmente se adentró al agua tibia de la ducha.

Al salir, se vistió rápidamente y volvió a la sala de estar y siguió viendo documentales hasta casi las siete de la tarde, hasta que escuchó a su hermano entrar con Macarena; su novia. Traían varias bolsas de compras del centro comercial y venían sonrientes, sin embargo, lo primero que salió de la boca de su hermano era de esperarse.

—Como odio el puto verano...—dijo el mayor con voz ronca mientras rascaba su barba creciente.

—Deja de decir palabrotas Matías. —respondió Macarena una chica esvelta de cabello largo y negro.

—¿Estas sudado hasta los huevos? —preguntó Brandon haciendo que Matías se riera y se acercara a él y ambos chocaran los puños.

Matías tenía el cabello corto y castaño como el, pero era más alto y también más robusto, solía practicar voleibol a diferencia de Brandon quien cuya única actividad física era andar en bicicleta de un lado para otro e ir al gimnasio del edificio. La relación con su hermano era excelente, tenían una relación que iba mucho más allá de una fraternal, eran amigos, en realidad Matías había sido el primer amigo que Brandon tuvo, y el primero en saber sobre su relación con León después de Sebastián y Loreto, no le molestó para nada, a Matías le daba igual, él iba en la universidad y no le era extraño, su mente era mucho más amplia que en preparatoria.

—¿Fuiste a la playa? —preguntó Macarena al joven castaño, mientras ella con Matías guardaba unas cosas en las despensas de la cocina.

—Si, pero me aburrí y volví.

—De seguro Sebastián te dejó solo ¿no? —soltó su hermano con tono de burla haciendo que Brandon le aventara un pequeño cojín.

—¿Y León? —preguntó Macarena.

Sin embargo, recordó de inmediato lo que Matías le había dicho. Las cosas no iban bien entre ellos, no eran peleas ni nada por el estilo, simplemente estaban atravesando una etapa en la que buscaban saber que era lo que realmente querían, y entre eso estaba su relación.

Brandon solo sonrió.

—Talvez venga mañana. —soltó el castaño.

—Ten...—le dijo su hermano lanzándole una paleta de helado del refrigerador que se había vuelto a llenar de mercaderías.

El menor la atrapó y siguió viendo televisión. Su vida era el mundo opuesto de Wilmer en todo sentido, y aunque ambos se habían acostumbrado a su estilo de vida, no contaban con que el otro seria aquel que sacudiría la monotonía de ellas.

Sí o sí te atraparé!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora