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Las vacaciones de verano llegaron y con ello el calor que las salas de clase de la universidad reafirmaban. Wilmer escuchaba a sus compañeros quejarse del calor mientras este solo sonreía a medida que guardaba sus cuadernos en su último día en su tercer año estudiando Licenciatura en Música con Mención Pedagógica. El chico miraba a sus tres amigos y sonreía ante las bromas que soltaban mientras se disponían a partir hacia un bar cercano a festejar el termino de otro año exitoso. El pelinegro seguía sujetando su cabello negro con un cintillo, cabello que no había cortado ya en años y que ahora rozaba mas abajo de sus hombros.

—¿Este año sansón cortará su cabello? —preguntó una de las amigas del pelinegro; Carla, mientras caminaban hacia el bar al atardecer, era su amiga más cercana pues ambos habían llegado a Santiago a estudiar desde Valparaíso.

—¿Cuándo será el día que nos digas porque no lo cortas? —preguntó otro de sus amigos, Luis; un chico gordo y de anteojos cuadrados, quien era el payaso del grupo.

—¡Si! Exigimos que lo cuentes... —agregó Carla.

Wilmer sonrió acomodando su mochila en sus hombros.

—Quizás algún día...—dijo con voz amable y suave.

—Sabía que sería en vano...—soltó otra chica que iba con ellos; Marcela, una chica de tez morena y labios gruesos.

Wilmer siguió caminando con ellos. Era su tercer año de universidad, lo hacía bien, era buen estudiante y ahora no se esforzaba por pasar desapercibido. Había crecido algo y tenía la sombra de la barba que había afeitado hace ya tres días, solía crecerle rápido, pero no le gustaba pues le picaba, además le bastaba con tener el cabello largo. Era un universitario corriente, pero había adoptado la costumbre de vestir camisas veraniegas holgadas y pantalones ajustados de tela, un estilo bastante diferente al que tenía hace cuatro años, donde solo conocía la ropa deportiva, en parte porque ahora trabajaba a medio tiempo en una tienda de ropa los fines de semana y debía lucir más estilizado.

Se había mudado a Santiago a estudiar y viajaba de vez en cuando a casa, una de esas veces sería este fin de semana que había pedido libre para poder ir a ver a su padre, pero más que nada quería ir a la playa, la extrañaba, aunque ya había viajado en año nuevo y navidad, no había ido a los roquerios, no tuvo el valor.

Miró su celular y vio que eran las siete de la tarde cuando llegaron al bar a unas cuadras de la universidad.

—¡Salud! —gritó Luis. —¡Por un término de año excelente!

Todos brindaron y pidieron una gran tabla de carnes para festejar.

—¿Iras a ver a tus padres? —preguntó Wilmer a Carla.

—Si, viajare mañana...—respondió ella. —¿Viajas también? —preguntó.

Wilmer asintió.

—Voy en auto, si conduces te llevo. —respondió ella, ya que odiaba conducir casi dos horas desde la capital hasta la ciudad puerto.

—Bien. Trato. —respondió Wilmer pues eso le permitiría ahorrarse los pasajes y podría llegar más temprano.

—Yo me quedaré acá trabajando...—resopló Luis. —Mis padres no me quieren de vago en casa...—agregó algo gruñón.

Wilmer sonrió sacándose la liga estilo cintillo que usaba para volver a acomodarse el cabello.

—Vamos, Wilmer, dínoslo... —soltó Marcela.

—¿Qué cosa? —preguntó el pelinegro.

—El por qué no te cortas el cabello, desde que te conozco de primer año que lo usas largo, y sé que hay algo más que solo el querer usarlo largo... —soltó la chica morena hablando con la boca llena.

Sí o sí te atraparé!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora