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Una empanada de camarón con queso para cada uno, Brandon invitó como forma de agradecimiento por el regreso de la billetera. Se sentaron en una de las bancas del paseo costero mientras la lluvia anunciada se sentía cada vez más cerca. El castaño se entusiasmó cuando Wilmer aceptó comer una empanada con él, hacía tiempo no las comía con alguien, pues León no comía cosas de la calle, solo en restaurants.

—Ya lloverá... —dijo Bardón mientras mascaba su empanada quemándose en el proceso.  —Soy Brandon a todo esto.

—Lo se...—agregó Wilmer aun sin probar su empanada, ya que estaba caliente y simplemente la tenía en sus manos que descansaban en su regazo. —¿Cómo sabias mi nombre? —preguntó mirando a su costado al castaño quien sonreía mientras comía.

—Uno de mis amigos me lo dijo cuando me pilló viéndote en la playa... —al decirlo miró rápidamente a Wilmer y se excusó. —Me pareciste conocido y confundí tu nombre, uno de ellos me corrigió.

—Ya veo. —respondió Wilmer finalmente soplando su empanada y dándole un gran mordisco.

Brandon se sintió algo apenado por haber dicho que había confundido nombre, pero era la verdad, además no tenía para que mentirle a un chico que recién conocía. Wilmer era tal cual lo habían descrito sus amigos, silencioso y distante, no hablaba mucho de no ser por pequeñas palabras precisas que se deslizaban por sus labios delgados.

El castaño se preguntó si alguna vez había compartido algo así con alguien, no simplemente una empanada, si no a un momento de ese estilo, solo dos chicos en una banca pasando el rato,  recordó que él tampoco había pasado un momento así desde hace mucho, con León ya no era lo mismo, entonces antes de siquiera darle vueltas nuevamente al tema cayó en su cabeza la primera gota que lo hizo mirar hacia el cielo notando a una bandada de queltehues.

—Mejor nos vamos. —agregó Wilmer de pronto levantándose y poniéndose su capucha blanca antes de terminarse su empanada.

—Si. —respondió Brandon mientras seguía mirando el cielo.

—Gracias... —salió de la boca de Wilmer.

Brandon lo miró rápidamente. Wilmer estaba de pie así que el castaño lo vio de perfil y era realmente guapo, era como el perfil de una escultura tallada en mármol, pero su expresión opaca y ojos caídos lo hicieron desechar dicha referencia.

—De nada. —agregó Brandon y entonces la lluvia comenzó a caer.  —Wilmer...

—Adiós. —dijo el pelinegro comenzando a caminar rápidamente sin darle tiempo a Brandon de terminar lo que sea que fuera a decir.

Wilmer solo caminó hasta la parada de bus. Ya estaba algo empapado, pero la sensación de calidez seguía en él, por extraño que fuera, la calidez que sentía sobre la roca también la sentía cerca de ese chico, esa extraña sensación de comodidad que le atraía en la cúspide de esa gran roca que escalaba todos los días, ahora también la sentía en ese extraño, en ese chico de cabello castaño que lo había invitado una empanada, ese chico extraño cuyo nombre era Brandon.

—Ya no es un extraño. —susurró Wilmer y un bus se detuvo frente a él.

—¿Dónde andabas? —preguntó su padre al escucharlo entrar por la puerta de la casa.

—Fui a la playa. —respondió Wilmer con tono bajo.

—No te escucho. —dijo su padre.

—Fui a la playa.

—¿Cuál es tu obsesión con ir todos los días? Ni siquiera hay sol.

—Alla es mejor que acá. —soltó de pronto el joven mirando rápidamente a su padre ante las palabras desprevenidas que habían salido de su boca.

Pero el hombre solo lo miró sin decir nada, y se limitó volver a ver la televisión mientras sostenía en su mano una botella de cerveza barata.

Wilmer quiso gritarle, quiso gritarle tan fuerte que lo obligara a volver a ser su padre de hace cuatro años, pero no lo hizo, simplemente se limitó a caminar a su habitación. Al entrar vio que su ventana había quedado abierta y varias gotas de aquella lluvia que se había vuelto torrencial estaban mojando el suelo de su habitación dejando manchas en la madera, como las que también sentía dentro de él, no pretendía sumirse en pensamientos patéticos, nunca lo hacía, y menos hoy, hoy se sentía animado, su rostro claramente no lo reflejaba, y parte de la emoción se haba desvanecido al entrar a su jaula, pero haber estado con ese extraño había sido algo diferente a lo que esperaba del contacto humano, quizás así era con todos, y si bien la sensación no le era nueva, si lo parecía después de tantos años tratando de ahuyentarla. Wilmer respiró hondo y finamente cerró sus ventanas al instante.

Sí o sí te atraparé!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora