28

978 226 61
                                    

Miraba más allá de las rocas, miraba mucho más allá del horizonte, pero ya no sentía el calor de antes. Su celular se había apagado y no había vuelto a prender hace ya una semana, y no tenía dinero para comprarse otro, su padre le había prometido uno, pero aún no podía darse el lujo de comprarlo inmediatamente. Brandon no había aparecido en la playa en ninguno de esos días, no había podido contactarse con el de ninguna forma, no sabía dónde vivía, pero si sabía dónde vivía Loreto, así que había ido a verla hace un día, la chica lo recibió amablemente y lo invitó adentro, donde sin preámbulos le contó lo que había sucedido con el castaño. La cirugía había sido un éxito, pero algo salió mal mientras se recuperaba en cuidados intensivos, lo que hizo que Brandon entrara en un coma, del cual no se sabía si despertaría.

—Dios...—sollozó Wilmer aferrándose a sus rodillas mientras el cielo gris lo cubría y las primeras gotas comenzaban a caer, sin querer pensó que ese verano había sido el más lluvioso, un pensamiento extraño pero asertivo.

Wilmer bajó de la roca y caminó a tomar un bus hacia casa. La sensación en la que volvía a caer había vuelto, aun después de tanto luchar por aferrarse a algo, a detener esa caída, esta aparecía no querer abandonarlo, y lo arrastró nuevamente a lo más alto del cielo y lo soltó desde ahí.

Al llegar a casa empapado se sacó la chaqueta y la colgó en el garaje para que estilara, subió al segundo piso y su padre lo esperaba con la cena lista, al menos él si había detenido su caída, era amble y apoyaba a Wilmer, sobre todo después de que este le contara sobre Brandon y su situación.

—Wilmer...—dijo su padre estirándole una pequeña caja. —Recibí un adelanto. —agregó entregándole la caja al pelinegro, quien supo exactamente que era, pero no sintió mayor emoción, no había con quien hablar, ni mensajes que recibir.

—Comamos, luego lo abriré, y gracias. —sonrió el pelinegro algo triste.

La cena fue silenciosa, su padre intentó romper el silencio con algunas cosas graciosas que habían pasado en el taller, pero Wilmer solo sonreía falsamente para no hacerlo sentir mal. Su padre; Oscar, sabía que era lo que Wilmer atravesaba, eran las tristes heridas del primer amor y su adiós, sabía que las probabilidades de que Brandon despertaran eran casi nulas, y temía que su hijo se convirtiera en el fantasma que él alguna vez fue. Miró los ojos de Wilmer y recordó cuando le dijo que había dejado de caer, había sido en ese tiempo que se veía con Brandon y que ellos habían acortado la distancia entre padre e hijo, pero ahora, ahora Wilmer caía tan rápido que su padre pensaba que aun atrapándolo este se rompería en pedazos en sus brazos.

—Gracias por la cena. —soltó el pelinegro caminando hacia su habitación y recostándose mirando el techo alto cubierto de un cielo falso.

Suspiró.

—Que mal...—dijo con el antebrazo cubriendo sus ojos y empapándolos nuevamente.

Sabía que la tristeza no era solo por Brandon, sino también porque había terminado igual que su madre, y conocia lo que seguía, el dolor y la soledad, no solamente para él, sino para sus amigos y su familia. Wilmer no quería que nadie travesara lo que el atravesó, quería desear que todo estuviera bien, pero los deseos no se hacían realidad, como tampoco se habían hecho realidad aquellos que él y Brandon pidieron en el atardecer.

El pelinegro se sentó, tomó la caja de su celular nuevo y lo prendió poniéndole el chip antiguo. Seguía lloviendo aún más fuerte de cuando había llegado. Instaló algunas aplicaciones y de pronto la bandeja de menajes soltó un par de notificaciones, tres para ser exactos, Wilmer pensó que era de la compañía telefónica, pero al entrar a verlo supo que era de Brandon el día que había partido hacia España. El primer mensaje le decía que lo llamara apenas viera el mensaje, el segundo le preguntaba porque no había respondido, mientras el tercero, el tercer mensaje fue aquel que escribió antes de la operación.

Sí o sí te atraparé!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora