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No había mucho mas que hacer, Brandon se rindió y los siguientes cuatro días sucedió lo mismo, excepto que ahora Brandon simplemente iba a la playa a sentarse a la arena, aunque claramente era una excusa para mirar a Wilmer sobre la roca por horas. No era una obsesión, o quizás sí, pero de lo que estaba seguro Brandon era que quería que ese chico pelinegro que actuaba tan extraño viera lo que quería mostrarle.

—Me pregunto cuando dejaras de mirarme. —respondió Wilmer cuando Brandon se acercó a la roca donde estaba antes de siquiera hablarle.

—No me dejaste mostrarte lo que quería el otro día...

—Ya había visto ese mirador, conozco todos los miradores de Valparaíso y Viña del mar, no tienen nada de especial. —respondió Wilmer mirándolo fijamente algo aburrido.

—No era eso. —respondió Brandon.

—Que pervertido. —contestó Wilmer volviendo su mirada hacia el horizonte.

—¡Tampoco era eso! —respondió Brandon sonrojándose.

Wilmer sonrió sutilmente, tan sutil que Brandon vio un brillo en su mirada.

—¿Qué era? —preguntó Wilmer.

—No te diré hasta que lo veas, no se describe con palabras...

—En serio, suena reamente a que quieres mostrarme tu...

—¡No! Y desde cuando te volviste tan hablador. —alegó Brandon.

Wilmer no respondió.

—Bien, vamos... —dijo el pelinegro mirando a su alrededor, notando a lo lejos que el novio de Brandon se acercaba sin divisarlos aún. —¿Ese no es...?

Brandon giró hacia atrás y vio a lo lejos a León, quien iba a por él. No entendía porque iba a verlo si no habían quedado ese día, pero quería mostrarle aquel lugar a Wilmer y si León lo veía no podría, debían salir rápido de ahí.

—Apúrate, apúrate...—ordenó Brandon algo apresurado corriendo hasta su bicicleta vieja mientras Wilmer solo lo miraba algo extraño. —Sube, rápido...—dijo el castaño.

—No voy a...

—Que subas de una puta vez. —ordeno con voz firme tomándolo del brazo y forzándolo a sentarse en aquel fierro horizontal que unía el manubrio y el asiento, quedando el pelinegro entre ambos brazos de Brandon, quien comenzó a pedalear rápidamente, tan rápido que pronto tomaron vuelo por el largo paseo costero mientras pasaban a las personas que iban en patinetas y patines, dejando atrás al roquerío y al León.

Wilmer se sujetó del manubrio, y se aferraba a él, no quería caerse, su corazón latía rápido a medida que el viento chocada en su rostro que por un momento pensó que chocarían con alguien, pero Brandon no dejaba de pedalear.

—Tranquilo, no te vas a caer...—dijo el castaño cerca de su oído. —Además, es bueno algo de adrenalina ¿no?

—¿Estas huyendo de tú novio?

Brandon no respondió ante la pregunta que lo pilló desprevenido y simplemente siguieron hasta que finalmente llegaron a las faldas de un cerro donde comenzaron a subir a pie. El mismo recorrido del día anterior, cruzando a personas que se abrían camino para Brandon y personas que chocaban contra Wilmer, aunque los rostros que se cruzaban con ellos eran diferentes, no lo eran las calles y aceras adoquinadas rodeando estructuras que lucían como hace cuatro días, hasta que llegaron al mirador nuevamente luego de un recorrido en completo silencio, donde finalmente Wilmer se detuvo a mirar a Brandon para que le explicara.

—Debes acercarte más...—dijo Brandon dejando su bicicleta en la única banca que había en el lugar.

—¿Al borde del mirador? —preguntó Wilmer dando pasos precavidos.

Sí o sí te atraparé!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora