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Estaba sobre los roqueríos de la playa. Brandon lo vio de espaldas sentado con la capucha puesta.  Siempre usaba una capucha en días helados, como si quisiera esconderse de todos, pero cuando Brandon se acercó lentamente se dio cuenta que no solo quería esconderse de todos, sino desaparecer por un minuto, o quizás más de un minuto.

El castaño subió lentamente las rocas y se sentó a su lado sin decir nada, notó la rojez en los ojos de Wilmer, la misma que había visto hace cuatro años, la misma que vio cuando lo escuchó caer y hacerse trizas en el suelo, y hoy Brandon nuevamente había llegado tarde.

No había mucho que decir, ¿Qué podría decir Brandon sin saber que sucedía? No, no era que fuera un entrometido, aunque así parecía de todos modos, por donde lo miraras, Brandon se había entrometido en la vida de Wilmer, aunque no le parecía extraño pensar que talvez era al revés, o en ambos sentidos, así que simplemente siguió haciéndolo, con una pregunta sutil, tan común pero cuya respuesta daba miedo.

—¿Estas bien? —preguntó el castaño mientras Wilmer no miraba el horizonte sino las olas suaves que chocaban en la roca donde estaban sentados.

Brandon tragó saliva, no esperaba una respuesta, o al menos no una inmediata, pero la obtuvo.

—Discutí con mi papá...—soltó el pelinegro. —Creo que dije cosas de más.

Wilmer sonaba triste, tan triste que incluso ese día de verano se había convertido rápidamente en uno de invierno dentro de él.

Di algo...pensó Brandon.

—¿Has sentido que caes constantemente y que no hay nadie que te atrape? —preguntó de pronto Wilmer.

Brandon quedó sin aliento pues no lo sentía, pero si lo vio en Wilmer, y el chico ahora le confirmaba que así era, efectivamente caía.

—Hace unos años mi mamá tuvo un accidente...—soltó el pelinegro. —No duró mucho y la misma noche del accidente mi papá decidió desconectarla de las maquinas que la mantenían con vida, o al menos su cuerpo. No me llamó para despedirme de ella.

—Quizás no pudo...

Wilmer soltó una risa irónica.

—La desconectó sin dejarme despedirme, no la vi, su ataúd estaba cerrado. —dijo Wilmer.

Brando notó que el chico estaba culpando a su padre por aquello, su tono de voz y sus ojos entrecerrados y rojos indicaban que las lágrimas que había derramado era más que solo de tristeza, sino también de rabia.

—No sé si deba dar una opinión con respecto a esto, pero... —dijo al ver que Wilmer no se interponía. —¿Cómo era tu madre? —preguntó lo que captó la atención de Wilmer.

—Fuerte, graciosa, era amable y muy decidida, jamás la vi triste... —soltó Wilmer dejando entrever una pequeña sonrisa producida por el recuerdo, aquellas casi imperceptibles que a Brandon tanto le gustaban.

—Los ataúdes cerrados usualmente son cuando las personas no terminan muy bien...—agregó Brandon. —¿No has pensado que quizás tu padre quería evitarte eso? ¿Esa imagen?

Wilmer giró lentamente mirando a Brandon a los ojos.

—Se nota que lo culpas, y no puedo decirte que está mal o bien, es más ni siquiera debería estar dándote una opinión, pero...—los ojos del castaño miraban más allá de Wilmer tratando de al menos atraparlo con sus palabras. —Quizás tu padre no quería que la vieras así, quería que siguieras teniendo en tu mente el recuerdo de tu madre de siempre, fuerte, amable y graciosa. En ese momento debió parecerle buena idea y es obvio, somos humanos, tomamos decisiones apuradas sin saber cómo afectaran un mes o un año, pero creo que talvez su intención jamás fue que no te despidieras de ella...

Wilmer sintió que definitivamente Brandon de alguna forma había entendido mejor la situación de lo que el durante cuatro años.

—No digo que no sea su culpa desconectarla, no quiero que me tomes por alguien que se cambia de bandos, es solo que, es tu padre después de todo, es la única familia que tienes y la familia importa Wilmer, más de lo que creas, la familia es lo que nos atrapa cuando caemos...

Eso lo sabia ala perfección Brandon, pues sin su familia él ni siquiera hubiese sobrevivido todo este tiempo, sin sus amigos, sin su madre y su hermano.

—No todas las familias son perfectas Brandon. —soltó Wilmer.

—No digo que deban ser perfectas, solo digo que...

¿Qué intento decir? Se preguntó Brandon para sus adentros.

—Entiendo lo que dices. —interrumpió Wilmer. —Pero es diferente sentirlo y vivirlo, a dar una opinión desde afuera...

—Lo sé, y lo siento. —respondió Brandon.

—Al menos esto es lo más alto que puedo estar ahora...—soltó de repente Wilmer.

Entonces Brandon recordó aquel lugar, aquel lugar que era más alto que esa roca, mucho mas alto que el roquerío, mucho más cálido y liberador, un lugar secreto que había olvidado por completo, un lugar que había descubierto con Sebastián hace un par de años atrás.

—Vamos de pie...—ordenó Brandon.

—No quiero. —respondió Wilmer.

—Vamos Wilmer, iremos a un lugar que de seguro de gustará...

—Hoy no quiero subirme a tu bicicleta e ir a ese mirador, la vista es mejor desde acá...

—No vine en bicicleta y no te llevaré al mirador —respondió Brandon riéndose. —Creo que el destino me dijo que tomara un bus.  Asi que levántate iremos a pie...

—Aún peor... respondió Wilmer. —Además ¿adónde iríamos? No confió en los lugares que crees son geniales, porque no lo son...

Brandon sonrió.

—A un lugar más alto que esta roca.

Sí o sí te atraparé!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora