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—¿Qué hora es? —preguntó Sebastián apenas pudiéndose ponerse de pie de tanto que había bebido.

—Las cuatro...—respondió Loreto bostezando mientras Wilmer mantenía su cabeza apoyada en el hombro de Brandon. —¿Se durmió? —preguntó Loreto susurrando.

—No estoy durmiendo. —soltó Wilmer haciendo que Loreto se riera. —El que duerme es otro...—agregó, y la chica miró detenidamente a Brandon quien si estaba durmiendo mientras Wilmer mantenía su cabeza apoyada en su hombro.

Loreto los invitó a entrar una vez despertaron a Brandon, quien ayudo a que Sebastián llegara al cuarto donde dormiría, mientras que Loreto llevaba finalmente al dormitorio del segundo piso a Brandon y Wilmer, donde había dos camas de una plaza a cada extremo de la habitación, separadas por un velador con una lampara.

—No metan demasiada bulla...—Bromeo ella con una sonrisa y ojos soñolientos mientas los dejaba solos.

—¿Esta bien tu mano? —preguntó Brandon quien se sacó la chaqueta y la dejó en una silla en un rincón del dormitorio.

—Si, arde un poco, más me duele el moretón en mi hombro...—respondió soltando una risa. —¿Tu no tenías sueño?

—No, la verdad solo estaba demasiado a gusto con tu cabeza en mi hombro. —soltó el castaño tirándose a una de las camas. —¿Te molestaría si te digo que jamás me sentí así de gusto con alguien? Usualmente siempre me quedaba desierto pues la música y las risas no me dejaban descasar, ya sabes, oídos sensibles, pero hoy contigo ahí me sentí demasiado relajado...

—Porque habría de molestarme que digas eso, es un cumplido, o eso creo ¿no? —dijo Wilmer sacándose sus zapatos para meterse a su cama.

—Wilmer... —interrumpió Brandon estirado en la cama contraria mirándolo. —¿Te molestaría darme de esa calma solo un poco más?

Wilmer se giró a verlo y asintió suavemente con su cabeza. Brandon se levantó de la cama opuesta y caminó hacia la cama de Wilmer donde ambos simplemente se metieron bajo las sabanas con poleras y la ropa interior. Wilmer puso su cabeza en el hombro de Brandon y sintió los latidos acelerados de su corazón. Si bien la calma era aquello que había pedido el castaño, esta no estaba hecho para ellos cuando estaban cerca, no cuando sus cuerpos se juntaban. La calidez de Brandon se extendió por la piel de Wilmer hasta su labios, como un suave beso que nació de la calma creciendo como una montaña impetuosa que querían escalar juntos hasta la cima, no importaba lo frio de estuviera esta entre más alto fueran, no importaba si resbalaban o si no podían verse en la oscuridad de la ventisca, porque se aferraban a ellos como si de ello dependiera su felicidad, cosa que era cierta, su felicidad yacía en el otro como también la caricias que compartían y los besos que susurraban "atrápame" y "sigamos cayendo", porque no había nada más que ellos en ese momento, nada más que el jadeo ahogado y el quejido de Wilmer cada vez que Brandon pasaba a llevar aquel moretón en su hombro que hizo que rieran entre la nebulosa clara de fuegos artificiales que si bien ya no alumbraban el cielo de Valparaíso, si alumbraba aquella habitación, como pequeñas estelas que les recordaba que el cielo era el límite, y ellos estarías felices de caer desde ahí juntos, caer sobre las sabanas arrugadas y sobre el sudor extendido en gotas sobre sus pieles, como gotas de miel caramelizadas por un suave gusto a vodka que prevalecía en sus bocas que pedían mas y mas de ese éxtasis llamado liberación, que contrarrestaba a la perfección con la fuerza y bruscos movimientos de como se aferraban al otro entre murmullos que intentaban disimular ahogando sus bocas en sus cuerpos, hasta que el sinnúmero de recorridos; como caminos esquivos de sus cuerpos, finalmente se terminaban de recorrer, siendo iluminados por aquella lampara en el velador cercano, la cual Wilmer prendió.

Jadeaban, Wilmer sentado al borde de la cama desnudo y Brandon mirando su espalda. Jadeaban y sonreían. Brandon se sentó detrás del pelinegro y lo abrazó rodeando su cintura desnuda mientras ponía su mentón sobre el hombro de Wilmer, quien acaricio la cabeza rapada del castaño suavemente.

—Pica...—soltó Wilmer haciendo que Brandon sonriera.

—¿Sabes lo que pedí en el atardecer? —pregunto el pelinegro ante la luz suave de la lampara. —Que si caía, hubiera alguien que me atrapara, y aquí estoy, en tus brazos.

—Qué curioso...—respondo Brandon. —Yo pedí algo similar, pedí atraparte, y acá estas en mis brazos.

—¿Por qué pediste eso? —preguntó Wilmer.

—Porque eres tú cuando dejas de caer, esa caída libre que sientes por dentro quiero detenerla, será a besos o a la fuerza... —agregó Brandon besando la espalda de Wilmer.

—Prefiero la primera opción. —soltó Wilmer sintiendo como Brandon tomaba la cabeza de Wilmer suavemente guiándolo hacia sus labios, besándolo apasionadamente.

—Entonces que así sea. —susurró en sus labios.

La aventura de Wilmer y Brandon no era solo una que vagaba entre caer y no caer, sino en el significado de este, en cuán lejos estaban dispuestos a ir por el otro, porque estirar tus brazos para atrapar a alguien significaba más que eso, significaba saltar del precipicio si era necesario con el fin de atrapar a quien querías, a quien te hacía sentir feliz, a quien podías llegar a amar, el significado implícito de ellos era que en su juventud, la caída era las dolorosa que muchas otras, porque el sabor de que el primer amor se perdiera tan joven era la primera gran herida que debían sanar, aun cuando eso era imposible.

Sí o sí te atraparé!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora