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Wilmer despertó pasado las once de la mañana, estaba algo cansado, no había dormido bien, o quizás solo era un adelanto de cómo sería su día. Miró el techo de su habitación y recordó por algún motivo al castaño, pero sacó ese pensamiento de su cabeza, aun tenían ideas estúpidas sobre cómo el castaño no era nada más que una calidez pasajera y robada. Se quedó ahí, mirando la ventana de su dormitorio. Wilmer nunca dormía con polera, solo con un pantalón de pijama algo viejo y delgado, en realidad era un antiguo buzo. Solía sudar en la noche sobre todo en verano.

Se sentó en la cama antes de levantarse a baño y escuchó a su padre revoloteando en el comedor. No tenía ganas de verlo, la noche anterior no había llegado así que debía estar borracho aun, últimamente bebía más de lo usual.

El pelinegro tomó su liga para el cabello y salió hacia el baño, el cual estaba al frente de su dormitorio cruzando el pasillo.

—¿Vas a desayunar? —preguntó su padre al escucharlo salir de su dormitorio.

—Solo me serviré un poco de cereales...—respondió Wilmer entrando al baño y mojando su rostro, su cuello dolía y también un poco su cabeza, no sabía que era, pero no estaba de humor.

Al salir volvió a su dormitorio y se vistió, iría a la playa, o más bien iría ver a Brandon, pero eso lo hizo sentirse culpable nuevamente. Se puso buzo y una polera además de un poleron gris y caminó hacia la salida, pero vio que su padre le había preparado un tazón con cereal, algo realmente inusual, entonces lo entendió a mirar el calendario, era diecinueve de enero, el cumpleaños de su madre.

—Vamos, no hemos desayunado en un tiempo. —dijo su padre sentándose en la mesa, así que simplemente Wilmer se acercó a mala gana, pues entendió que el dolor de cabeza y su mala actitud era porque ese día sobre todo era aquel en el que más culpaba a su padre.

Estuvieron en silencio un par de minutos, pero Wilmer no podía dejar de pensar que esto era otro espectáculo de su padre para dar pena, para llorar por la muerte de su madre el día de su cumpleaños. Wilmer estaba irritado, su cuello dolía y su espalda también, no quería oírlo hoy, no quería aguantar aquello una vez más, solo quería salir de ahí y ser libre de él y de esos pensamientos, y volver cuando ya estuviera mejor.

—¿Estas bien? —preguntó su padre revolviendo la taza de café.

—¿Que? —respondió Wilmer volviendo en si como si el sonido de su cabeza se hubiese apagado.

—Pareciera que quisieras decir algo...—dijo su padre bebiendo un sorbo del café de su taza.

—¿Como qué? Que querría decirle a alguien que apesta a alcohol a las once de la mañana. —soltó Wilmer evitando hacer contacto visual.

—Es de anoche. —respondió su padre. —Y no me hables así.

—Bien —respondió Wilmer mientras movía su pie haciendo sonar la suela de su zapato con la madera del piso con una rapidez exasperante.

—Bien...—su padre soltó con una risa sínica la cuchara de té sobre la mesa de forma agresiva. —pareciera que sí quieres decir algo, así que dilo, al menos habla alguna vez porque pareciera que no existo para ti.

—No quiero hablar, trato de no hablar...—respondió Wilmer revolviendo su cereal con leche sintiendo su mandíbula tensa y evitando mirarlo a los ojos.

—Entonces habla, no te contengas, libérate, vamos, dilo de una puta vez...

—¿Qué me libere? ¿No querrás decir liberarte a ti?

—Ah que mierda...—dijo el hombre pasando su mano por su barbilla irritado. —Si Wilmer, vamos ¡dilo de una puta vez!

Wilmer sintió un calor subir por la boca de su estómago y golpeó la mesa tan fuerte que la cuchara rebotó cayendo al suelo mientras su tazón de cereal con leche se desparramaba por la mesa al igual que el café de su padre, quien dio un salto al verlo de pie con ojos amenazantes y listos ara disparar.

Sí o sí te atraparé!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora