18

1.2K 247 19
                                    

Wilmer volvió a casa, y esta vez con el número de teléfono de Brandon con el cual habían decidido hablar para poder juntarse e ir a esa piedra nuevamente. Wilmer sonreía, pero esta expresión se desvaneció al abrir la puerta de su casa y notar varias cosas. El piso estaba limpio, no había botellas de cerveza tiradas, ni latas, ni restos de migajas de pan. La televisión estaba prendida como también un incienso cerca del balcón.

Dio dos pasos y miró las paredes del comedor, las fotos de su madre estaban colgadas, también las fotos de ellos tres. Dio otros pasos por el pasillo y notó que el baño estaba completamente limpio, incluso la cortina de la ducha se habían cambiado.

—¿Así esta mejor? —preguntó su padre desde atrás dándole un susto. —¿Esta mejor así? Digo, al parecer tu padre si se había convertido en un viejo de mierda después de todo...

—Papá...—murmuró Wilmer buscando excusarse.

—Gracias por decírmelo, por atraparme antes de seguir cayendo sin darme cuenta... —dijo el hombre de repente acercándose a su hijo. —Y lo siento. —soltó para finalmente volver a llorar frente a Wilmer quien sintió que esa caída libre en la que se adentraba al estar en su casa se detenía. —Por ser una mierda de padre durante todos estos años, por dejarte solo, por dejar que te aislaras... —sollozó el hombre. —Ella no hubiese querido eso. —agregó tomando un gran sorbo de aire limpiando su rostro.

—No, no lo hubiera querido...

—Sé que me culpas y estas en todo tu derecho, pero tu madre no era la misma, el accidente no la había dejado bien, incluso a mí me costó reconocerla cuando la vi, y no quería que tu tuvieras esa imagen en tu mente...

Brandon tenía razón, pensó Wilmer.

—Quería que al recordarla en su último día fuera aquel cuando salimos de casa y te abrazó y te besó la mejilla mientras sonreía, porque así era ella, quería que recordaras esa imagen y no la de ella en el hospital. Asi que lo siento...—dijo su padre. —lamento que, en mi idea de evitarte dolor, terminara casándote aún más.

Wilmer tragó saliva y sus ojos se nublaron.

—Gracias...—dijo el joven. —Gracias, papá.

El padre de Wilmer lo rodeo con sus brazos y el joven no pudo evitar llorar ahí, en su hombro, en el hombro del hombre que había vuelto, su padre había vuelto y dios como lo había extrañado, como había extrañado sentir a su familia cerca, a la única que le quedaba. Ambos se abrazaron y recordaron que la sonrisa de su madre debía permanecer, que al menos su muerte debería significar eso, la unión.

Ambos fueron hacia el balcón de su casa que daba hacia la calle principal, aquella que los separaba del resto de los vecinos.

—Tu madre amaba estar acá todo el día...—soltó su padre.

—Si, ella fue quien me pegó la obsesión con el cielo.

—¿El cielo? —preguntó su padre.

—Recuerdo que me cantaba una canción de cuna sobre el cielo cuando era pequeño, además que ella me ayudó a hacer ese collage en mi techo...

—¿Las pegatinas? —preguntó su padre.

—¿No has visto mi techo?

Su padre negó con la cabeza, siendo llevado por Wilmer hasta ahí donde su padre vio el alto techo de su habitación cubierto casi completamente de imágenes, fotos, pegatinas y stickers de aves, nubes, cielos, y diferentes tonalidades de azul y celestes.

—¿Cuándo hiciste esto? —preguntó su padre entrando sin dejar de mirar hacia arriba.

—Desde pequeño con mamá, empezó con una pegatina de un helado, y luego se transformó en esto. Cuando murió no tenía ni la mitad de lo que es hoy, pero creo que eso me motivo de alguna extraña forma a terminarlo, aunque faltan algunas esquinas...

—Ahora que lo mencionas, con tu madre solíamos ir a un lugar secreto en Valparaíso, un lugar que solo nosotros conocíamos. Ella me lo mostro, era una gran roca que sobresalía del suelo y era como si tocaras el cielo, te daba una sensación de...

—¿Libertad? —interrumpió Wilmer con los ojos abiertos de par en par. —Es una gran roca de más de seis metros de alto ¿no? —preguntó rápidamente Wilmer completamente sorprendido. —Y es como que flotaras sobre el mar y estuvieras más cerca del cielo que en cualquier lugar.

—¿Has ido? —preguntó su padre arrugando la frente algo sorprendido.

—Si, fui con...

Entonces Wilmer calló, no quería hablar de eso con su padre, jamás había hablado sobre chicos con él, jamás, no era algo que quisiera sacar a la mesa, menos ahora que las cosas parecían estar tomando un buen camino.

Su padre suspiró.

—Hablemos, dejemos de evitar temas porque tememos que el otro no lo entienda...—dijo el hombre sentándose en la cama de su hijo. —¿Con quién fuiste?

—Es...—tragó saliva Wilmer. —Un chico que conocí en la playa. —respondió.

Su padre asintió pensativo con los ojos hacia la ventana.

—¿Él te mostro ese lugar? —preguntó su padre y Wilmer asintió. —¿Te gusta?

—¿Qué? No, yo no... —se excusó rápidamente Wilmer sintiendo que su corazón latía rápidamente, y no reconocía si era por la evidente reacción de negar aquel sentimiento y conexión o por el hecho de que su padre simplemente preguntó algo que Wilmer jamás pensó que preguntaría.

—Soy nuevo en esto, es extraño, no te lo niego, aunque siempre estuvo en mi cabeza cuando se lo contaste a tu madre y a mi, jamás hablamos de ello, pero quiero evitar que sigas alejándote, ya he perdido demasiado...—los ojos de su padre nuevamente se nublaron. —Mierda...—murmuró levantando sus anteojos y secándose los ojos con una risa nerviosa. —Asi que dime, no con detalles, aun no estoy preparado para eso...—soltó su padre riéndose haciendo que Wilmer sonriera. —¿Te gusta?

—No lo sé...—respondió Wilmer sentándose en la silla de madera de su escritorio frente a su padre. —Es extraño, apareció de la nada y de pronto sentí que aquella caída libre en la que estaba se detuviera.

—Hablas como tu madre...—soltó su padre. —Cuando fuimos a esa roca tenía miedo de que se acercar demasiado la orilla, pero ella se burlaba diciéndome cobarde...

—¿Cómo supiste si le gustabas? —preguntó Wilmer.

—Las mujeres son más extrañas que los hombres, dicen cosas que no se entienden para nada, asi que fue ella quien dio el primer paso...—contestó su padre. —Yo era demasiado idiota para darme cuenta en realidad...

—Ya veo. —respondió Wilmer sonriendo.

—Pero tú no eres idiota Wilmer, y de seguro lo sabes, o al menos lo intuyes.

—Tiene novio. —soltó Wilmer. —Entonces me es difícil saberlo.

—Oh, eso cambia las cosas —respondió su padre. —¿Él te buscó aun teniendo novio?

Wilmer asintió.

—Entonces quizás deberías dar un paso al costado, solo ponte en el lugar del otro chico, no sería agradable ¿no?

Wilmer asintió pues eso ya lo había pensado.

—Ire a ver los fuegos artificiales con el...—soltó Wilmer.

—Aclara tu cabeza hijo, a diferencia de las mujeres a los hombres nos cuenta darnos cuenta de que tanto daño estamos haciendo con cosas simples. —respondió su padre. —Quizás este chico del que gustas no es malo, pero podría terminar dañándote a ti y a su novio, y esa caída libre que dijiste se volverá imparable, porque un corazón roto no se vuelve a restaurar, solo se sujeta con banditas de curar, eso lo sé por excelencia. —respondió su padre de forma sabia.

Su padre había vuelto a mostrar ese lado suyo, ese lado que Wilmer extrañaba, aunque no contaba que eso traería consigo también un consejo que lo haría replantearse si realmente estar cerca de Brandon era bueno para ambos, pero el castaño también se había preguntado eso, y esta vez quizás fue esa desilusión y el estrés de saber si Wilmer sentía algo por él lo que lo llevó al hospital cuando se desmayó con su madre en la cocina.

Sí o sí te atraparé!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora