22.

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Alexa.

     Abro los ojos sin pesadez. Miro debajo de las sábanas y veo mi cuerpo desnudo, rodeado por un brazo enorme. Me giro, aquí está. Sus ojos están cerrados y su pecho sube y baja con lentitud y tranquilidad. Su cabello está despeinado, por mis jalones anoche y por el rose de la almohada. Intento moverme sin hacer mucha molestia. Quedo cara a cara con él y llevo mi mano a su rostro. Sonrío con emoción sin que pueda verme. Puedo recordar cada caricia y las sensaciones provocadas en mi cuerpo. 

     Solo tuve relaciones una sola vez, con Richard. Nada de esto fue parecido. Su tacto en mí fue tan delicado como el pétalo de una rosa. Se preocupó por mí, esperó a que mi cuerpo respondiera, no me apresuró, fue lento e inexplicable. El único dolor que me hizo sentir fue cuando mordió mi labio, y así mismo, nada se compara al dolor provocado por Richard. Me siento feliz, como si hubiera tenido mi primera vez. Porque esto fue para mí, mi primera vez. La primera vez que me consienten, que me cuidan, que me acompañan, que me esperan, que me dan cariño, que me dicen que me quieren, que me tocan de verdad. Mi primera vez la recordaré siempre, no por Richard, sino por Dak. Porque tan solo con una vez bastó para que ella naciera. 

     No tomé conciencia sobre los cuidados, me dejé llevar por lo que él decía y repetía una y mil veces: "no tengas miedo, no pasará nada. Además, si pasa, aquí estaré contigo". Pensé que todo estaba perdido, que le había entregado todo de mí a una persona que jamás me valoró, que jamás me quiso, a quién jamás le importé. Pero la vida da segundas oportunidades, no importa si eres buena o mala persona, la vida da segundas oportunidades. No fue casualidad encontrarnos, nada en la vida es casualidad... y por eso estás aquí. Tú, Joe, tu eres mi segunda oportunidad. Luego de la tormenta aparece el arcoíris, y eso es lo que tú eres para mi vida, un arcoíris.

—¿Por qué lloras? —Parpadeo al escuchar su voz preocupada. No soy consciente de mis lágrimas hasta que se despierta.

—Creo que es alergía —escondo mi cara en el hueco de su cuello y hombros.

—¿Sabes? —me separo limpiando mis mejillas—. Creo que nunca llegué a imaginarme que sentiría algo parecido a esto.

     Me rodea con sus brazos haciendo que termine encima de él. Me duele mucho la espalda, pero el momento vale la pena.

     Lastimosamente, el silencio nos abruma al escuchar la puerta de la casa abrirse. Me levanto como puedo y corro a vestirme. Joe, por su parte, actúa con mucha cautela. Lleva un dedo a su boca, indicando que haga silencio, puesto que no queremos espantarlo.

—Ve —habla firme, dándome seguridad. Asiento y suelto el aire antes de salir de la habitación. No puedo imaginarme en qué condiciones habrá llegado mi hermano, pero tengo un mal presentimiento

—¿Teo? —hablo despacio, intentando no espantarlo y no despertar a mis padres. Las luces están apagadas, apenas puedo ver gracias al brillo de la luna traspasarse por las cortinas blancas de las ventanas.

     Estoy a punto de volver a decir su nombre, pero mis palabras se ven ahogadas al ver la silueta de mi hermano recostado en el sofá. Está boca abajo y podría jurar que está durmiendo, pero respiro hondo. Me acerco con cuidado, jamás pensé en tener este tipo de cuidados con mi hermano.

—Teo —me agacho, apoyando mi mano en su pierna. Gira la cabeza con mucha pesadez—. ¡Dios mío, Teo! — exclamo. 

     Gracias a la impresión, tomo su rostro con desespero, haciendo que agarre mi mano por el dolor que le he producido. Su nariz estuvo sangrando, parte de la sangre está seca y otra parte aún sigue fresca. Es difícil nombrar cada parte que ha recibido golpes, porque en estos momentos su cara está prácticamente, es un moretón entero. Tiene raspaduras en el brazo, como si hubiera caído al suelo. No puede abrir uno de sus ojos, claramente por la hinchazón del golpe.

Cenizas de un amor. ©️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora