23.

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Joe.

     Abro el cajón de mi mesa de luz y tomo el fajo de dinero. Voy sacando de a poco y colocando lo que necesito, encima de la cama. Lo hago contando con lentitud, para que no se me vayan a confundir los números. No quiero ni comenzar contando de cero, ni tampoco que me haga falta dinero.

—Hijo, no te he escuchado llegar. —Abre la puerta de mi habitación sin tocar, haciendo que me sobresalte. No estaba en el plan que mi madre vea todo esto, principalmente porque sé que ocasionará problemas—. ¿Para qué necesitas tanto dinero? —Con su cara de confusión, me doy cuenta de que la primer razón que se le aparece por la mente son Alexa y Dak.

—Ya soy lo bastante grande como para que me andes controlando mí dinero, ¿no? —Contesto mientras guardo el dinero restante en mi mesa de luz.

—No me hables así, Joe. —Se acerca a mí—. Dime que esa muchacha no tiene nada que ver.

—¿En qué tendría algo que ver? —Guardo el dinero de mi cama en mis bolsillos. No tengo nada como para guardarlo, además, no creo que a ese tipo de gente le interese mucho la estética con la que se lo entrego, la verdad.

—No me contestes con una pregunta.

—Tengo muchas cosas importantes que hacer como para quedarme aquí a que intentes controlar lo que me parece, es mi vida —la rodeo para caminar hacia la puerta—. Y creo que debes golpear la puerta antes de entrar. Es signo de educación, creo.

—Joe, ven aquí. —Me sigue desde atrás—. ¡Que vengas aquí! 

— ¡Basta, mamá! —Inevitablemente, elevo un poco la voz—. Sé que te preocupas por mí y te lo agradezco, pero esa muchacha como le dices tú, es mi novia, así que lo mínimo que puedes hacer es tratarla con respeto. ¿Cuál es el problema? ¿Qué tenga una hija? 

—Eres muy joven para hacerte cargo de una hija que no es tuya. No es un trabajo fácil, no quedará bebé por siempre. ¿Entiendes lo qué quiero decir? ¡Y la situación de su hermano no ayuda! ¿Qué clase de futuro le va a dar a su propia hija?

—No te metas con él. Ni siquiera vuelvas a nombrarlo. Dak no será mi hija biológica pero no necesito que lo sea para quererla. Eres tan cerrada de mente que estoy seguro que lo que te digo ahora te entrará y saldrá por un oído. ¿Pero sabes qué? Creo que no vale la pena discutir contigo sobre esto. —Tomo el pestillo de la puerta—. Tener un hijo no te hace una persona cualquiera. Juzgar a la gente, sí —salgo de la casa.

     Avanzo a medida que voy recordando la dirección que me ha dicho Teo. Mi apariencia no es muy disimulada, de hecho, traigo puesto un buzo color rojo intenso y unos jeans negros con roturas. Bueno, no sé cómo funciona esto. No sé si debemos intentar llamar la menos atención posible o si solo debo darle el dinero y ya. Debo admitir que, estoy un poco nervioso. Pero me consuela pensar que este puede ser el primer paso para que mi cuñado deje de frecuentar con este tipo de persona.

     A lo lejos, más o menos una calle de distancia, en la misma esquina que Teo mencionó, se visualiza una persona. No con mucha nitidez, pero cuanto más avanzo más me familiarizo con su rostro. No es el chico al que le había mencionado a Alexa, porque si hubiera sido así, no habría mucho problema en decirle que deje de buscar al su hermano.

     El chico está con las manos dentro de sus bolsillos al igual que yo. Tiene una riñonera colgada en dónde tendría que ir un cinto. Su remera es negra y tiene el cabello rapado de color castaño. Me concentro tanto mirándolo que sube la mirada, un poco a la defensiva, y me queda mirando esperando que, en algún momento, hable o me vaya.

—¿Te puedo ayudar en algo? —Pregunta sin interés.

—De hecho vine de parte de alguien —meto la mano a mi bolsillo y automáticamente toma su riñonera por acto de reflejo, como si tuviera algo allí dentro con lo cual asustarme. Subo las manos para que vea que no tengo nada, porque sinceramente, no sé con qué clase de persona estoy tratando.

Cenizas de un amor. ©️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora