El hijo de Thor #1|N. Horan| En edición.

33 'No puedo ser digna'

Un dolor punzante en mi cabeza me obliga a despertar, ¿Cuánto he dormido? Tomo mi celular miro la hora y aun es de madrugada son las 3hrs, me levanto, miro hacia la cama y esta vacía. Camino muy despacio trato de no hacer ruido, las puertas de las demás habitaciones están cerradas, el plan es simple, ir a la cocina tomar un vaso de agua y regresar.

Bajo las escaleras, extraño tener un pijama, el jean no es lo más cómodo para dormir, estoy llegando al final de las perfectas escaleras de mármol, el suelo esta frio y yo ando en calcetines aunque para mí esto es una pequeña parte del paraíso, caminar sin zapatos es de uno de mis placeres. Escucho voces y decido detenerme. Presto atención y reconozco quienes son.

-Dime que no te gusto –dice ella y una punzada se clava en mi pecho.

-No podría hacerlo –responde él y mi corazón parece quebrarse. Mis ojos se abren como platos, mi respiración se pausa y deseo salir corriendo, pese a esto, sigo escuchando.

-Lo sabia –es una pe*rra.

-Pero…

-No hay pero que valga, te gusto y eso es todo.

-Himeko, debes entender que…

-Basta Niall, se que tu lo quieres tanto como yo –no es cierto, no es verdad, joder, ella no está diciendo eso.

-No…

-Dime que pare –susurra ella con un tono de voz bajo. Él no la detiene, todo lo contrario, cuando ella se abalanza sobre su cuerpo él la recibe, están dándome la espalda, no pueden saber que estoy viéndolos –Dime que me detenga –vuelve a decir ella, el sostiene sus mejillas.

-No lo hare –hijo de… trato de calmarme para no tomarlo y darle una cachetada, es un imbécil, los odio, los odio a los dos. El toma las mejillas de Himeko entre sus manos, veo perfectamente sus perfiles, ella captura sus labios, una lagrima baja por mi mejilla, la recojo y en un acto masoquista sigo mirándolos. Su beso es salvaje, necesitado, siento arcadas, y antes de hacer algún sonido corro de nuevo hacia  el cuarto, siendo estúpida cierro la puerta y no coloco el pestillo, caigo sobre la almohada y hundo en ella mi rostro, mientras que las lagrimas fluyen.

¿Cómo pude ser tan estúpida? ¿Cómo pensé que él no sentina ni la mas mínima cosa por Himeko? Solo mírenla, es jodidamente perfecta, no logro dormir, me levanto y camino hacia la ventana, quiero irme, realmente correr y no verle la cara, a ese dios, traicionero, nórdico, mentiroso. La mejor idea no es correr a las 4 hrs en una ciudad que no conozco, pero ese no es el mayor problema, la cuestión aquí, es que él no note mi ausencia, oh no, claro que no, no le daré la opción de explicarme lo que yo ya he visto.

Solo me iré, cuando nadie lo note, no necesito despedirme de nadie, solo de Jane, me arrepentiré de no poder despedirme, pero quiero alejarme, mi corazón se siente defraudado, he sido engañada de una manera vil, por la persona que juro amarme, si amas no traicionas, no tienes la necesidad de hacerlo. Escucho pasos, salto a la cama y finjo dormir, Niall entra a la habitación, aprieto fuerte los labios para no levantarme y romperle la cara a golpes, me encuentra ‘dormida’ así que solo se acuesta en la cama dándome la espalda.

Claro, perfecto, ¿la culpa te corroe? No puedes darme la cara, ni aun pensando que estoy dormida, maldito. Siento su respiración más pesada luego de unos 15 minutos, ¿aun puedes dormir?, me levanto tomo lo único que me interesa, y no ya no es él, sino mi teléfono y mis zapatos.

Lo observo, duerme tan plácidamente, un ataque de ira me cubre, salgo de la habitación, bajo las escaleras, abro la puerta principal y estando en la calle me coloco los zapatos,  las lagrimas bañan mi rostro, me siento perdida aunque se a donde voy, mi corazón se está desmoronando, y sé que es toda mi culpa por llevarlo a la boca del lobo, comienzo a correr, no quiero darle la oportunidad de ir tras de mí, llego al hotel, estoy mojada en sudor y lagrimas, veo la cama, veo su ropa, veo sus cosas, me siento como la peor escoria del mundo, sobre todo por ser tan estúpida, tan jodidamente tonta, creer en él, ¿cómo pude pensar en que no lo haría?, en sus ojos veía esa inocencia, que me hacía pensar en que todo estaría bien, confié en él y en su maldita sonrisa, y fue el peor error.