Narra Serena:
Comencé a despertarme. Aún era de noche. Sentí como la puerta rechinaba, al igual que las tablas del suelo, me imagino que aquellas que quedaron después que el Conde quebró unas cuantas cosas sobre el fino piso de piedra, extrañamente esos sonidos no provenían de mi habitación, debía ser que alguien abrió el sótano, me levanté algo temerosa pero tras pensar y confirmar que podría haber sido una bobería decidí dirigirme hacia donde estaba tomando mi sueño, siesta o lo que sea, fue entonces cuando le vi.
Encharcado en sangre... Colmillos y garras cubiertos de ese líquido carmesí que todos conocemos, estaba sobre mi cama arrodillado hacia al frente acercándose a mi.
— ¿Conde, a qué juegas?¿quieres asustarme? — le dije entre risas nerviosas y ladeé la cabeza un poco. Para no conseguir ninguna respuesta tan sólo sus garras clavándose en el colchón.
— ¡A LA CAMA AHORA! — su grito me estremeció por completo, mientras un escalofrío involuntario me recorría la espina dorsal y sentía una fuerte presión en mi pecho.
Me fui acercando lentamente con pasos torpes y temblorosos hasta donde él se encontraba, no podía mirarle a los ojos, sentía que quería gritar, correr, morirme... Todo menos tenerle cerca, aquel recuerdo cálido de él, ya se había desvanecido en el viento.
— Mirame Serena...— yo tragaba en seco pero no me atrevía a elevar la mirada — ¡QUE QUIERO QUE ME MIRES MALDITA SEA!
— ¿Por... por qué ... estás haciéndome... esto? — sentí como me tomó fuertemente del brazo y se abalanzo sobre mi en la cama.
Lo único que podía hacer era llorar, las lágrimas vestían mis mejillas rojas, me aterraba, temía que me fuese a hacer daño.
— Lo sabía, ella tenía razón, eres como todas.
— Yo... no...
— ¡CALLATE NO QUIERO QUE PRONUNCIES UNA SOLA PALABRA! me desepcionaste Serena...— sentí como elevo su brazo y lo dejó caer rasgando toda mi ropa.
— ¡Basta, para... Dejame tranquila, no lo hagas!...por favor... — lloraba y gritaba al compás de cada rasgadura que le hacia a la ropa, me tomó las dos manos y con una de sus garras clavándose en mis muñecas las colocó por encima de mi cabeza.
Mis gritos de horror y dolor recorrían todas las paredes de aquel castillo impregnándose en cada rincón... Me sentía débil pero aún así gritaba, lloraba, le suplicaba que me matase de una buena vez o que simplemente se detuviera pero nada de eso parecía escucharlo... Sólo quería torturarme, hacerme sentir dolor. Lo había conseguido.
Me encontraba tirada en el suelo producto a un intento fallido de querer escaparme cuando él me tomo por las piernas y se apoyó nuevamente sobre mi, desgarrando en su totalidad las pocas telas que se hallaban cubriendo mi cuerpo.
Más lágrimas rozaban mis mejillas al encontrarme totalmente desnuda debajo de aquel monstruo. Mientras él se acercaba cada vez más rozándome la piel, tocándome al mismo tiempo en que las lágrimas caían humedeciéndome las mejillas, yo trataba de liberarme de su amarre pero era algo imposible.
Hundió su horrible y peluda cabeza en mi cuello haciéndome temblar interna y externamente, para sólo sentir el roce de su desagradable boca en mi, cerca de mi oído, donde a la par en que tocaba otras zonas de mi cuerpo me susurraba palabras que no entendía quizás por el asco y el horror que me recorrían por completo.
— Esto es lo que te mereces por mentirme... Por haber roto mi confianza... Mereces sufrir, llorar, ser lastimada, torturada. Para mal tuyo ya no te daré el placer de ser mi presa. Morir sería demasiado bueno para ti... — decía mientras sentía como sus garras hacían heridas en mi piel desnuda — A partir de ahora todas las noches me recibirás... desnuda... en ésta cama, ya no serás la presa. Serás la amante del príncipe oscuro.
— No... por favor... no...
— Si... a partir de ésta noche comenzará tu tortura, y serás mi amante...
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Amante de un Príncipe Oscuro (II Libro: Bilogía Amantes Siniestros)
VampirosHay cicatrices que son algo más que una simple marca en la piel, o incluso en el alma. Lo que te llevó a conseguirla podría unirte a otra persona, quizás guiados por el mismo sufrimiento... uno reprimido en pedazos dentro de un pequeño rincón de tu...