18-Cap

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Narra Serena:

Podía sentir un terrible dolor estremecer cada zona de mi pequeño cuerpo mientras me hallaba aún desnuda sobre aquellas sábanas color crema teñidas por manchas de un rojo carmesí, lloro desconsoladamente.

El dolor es indescriptible... físico y mental... metafísico... lo siento por todo mi ser y me cala hasta la médula. Sufrimiento. Esto es sufrimiento. Y me lo he provocado yo misma por querer ocultar el sol con un dedo.

Desde lo más profundo me llega un pensamiento desagradable e inesperado de la odiosa de mi subconsciencia que llevo dentro que no hace más que dar crítica de todo lo que hago, tuerce la boca con gesto de cierta forma estúpido como ella misma al ir recibiendo cada una de mis palabras hacia su persona, «el dolor físico de las inaguantables garras del Conde no es nada, nada, comparado con ésta devastación que llevo dentro, incluso el dolor en la entrepiernas no se compara en nada con aquello que abate atrozmente mi pecho.

Me acurruco, abrazándome con desesperación a la almohada nuevamente, entonces comencé a tratar de reicorporarme para poner al menos un poco de tela sobre mi piel cuando un inmenso dolor en mi entrepiernas me detuvo en seco, miles de lágrimas irracionales salían de mis ojos a la vez que aparecían nuevamente en mi cabeza esas imágenes de lo ocurrido hace unas horas en la habitación, me sentí sucia, asquerosa y asqueada, unos mareos con náuseas involuntarias comenzaron a hacerse presentes como si hubiese visto una película de terror...

Sin embargo no conseguía mantenerme en pie mucho menos poder levantarme y esas imágenes no paraban de diambular por mi mente perturbandome. Me cuesta creer que mi mundo se esté derrumbando a mi alrededor de ésta manera, convertido en un montón de cenizas estériles de lo que antes pudo haber sido una arboleda llena de alegría, y que todas mis esperanzas hayan fracasado cruelmente.

Nunca conseguiría salir de éste lugar. Se me encoge el corazón otra vez y sucumbo a una nueva oleada de sollozos silenciosos. Hay tantas cosas que quiero decirle, tantas preguntas de las cuales necesito tener una respuesta pero el transcurso de las horas hasta que quiera aparecerse es demasiado corto e incluso impreciso. Sentí unos cortos toques en la puerta y aunque tenía el alma colgando de un hilo, con aquel profundo dolor me levante cubriéndome con las sábanas, sosteniéndome de uno de los cuatro postes de madera tallada de la cama.

— Señorita Serena le he traído el... Oh por dios...— empalideció de golpe y se me quedó mirando atónita, estupefacta, aquella señora peluda se había quedado parada en el umbral de la puerta cuando la sentí soltar la bandeja con alimentos que traía en sus manos mientras corría hacia mi temblorosa — Señorita ¿está bien? ¿Qué sucedió? — la sentí acariciar mi cabello tiernamente y las lágrimas comenzaron a brotar de la nada como si fuese la primera vez que lo hacía después de tanto tiempo...

Un sentimiento no identificado recorrió cada vena y centímetro de mi cuerpo haciendo bombear mi sangre a velocidades inhumanas quemando de forma dolorosa en cada zona donde aquel monstruo mantuvo contacto conmigo, a la vez que ella me sostenía colocándome sobre la cama viendo las ensangrentadas sábanas.

Ya sabía que había sucedido no necesitaba que yo le dijera. Era más que obvio, pero aunque quisiera decirle los sollozos no me dejarían hablar, podía sentir como un enorme nudo se formaba en mi garganta incluso negándome el aire para respirar.

— Pero Harry será idiota... — la sentí mascullar de malhumor pero la verdad... ¿Quién es Harry? En estos momentos mi mente no funciona bien.

— Tranquila pequeña ¿Por qué no duermes un poco? Te ves muy mal, cariño será mejor que descanses, esas ojeras te hacen ver demacrada pero sobre todo debes comer. Lo necesitas, has adelgazado mucho — sentí como nuevamente todo volvía a dar mil vueltas a mi alrededor y se me cortaba el aire, no conseguía respirar bien.

— No quiero dormir... Él aún esta aquí... No le quiero cerca...

— Serena, debes de dormir...

— Juro que trate de verle con otros ojos, de comprenderle, sentir lo que él sentía pero no puedo más... No puedo... Lo siento no doy más...
Han pasado muchas cosas desde entonces. He tenido los ojos bien abiertos y he podido vislumbrar la magnitud de su depravación, y ahora sé que no es capaz de amar, no es capaz de dar ni recibir amor y lo peor... es que le quiero... — murmuro, haciendo una mueca de dolor al incorporarme, en fin el mayor de mis temores se ha hecho realidad.

Me he comenzado a enamorar de él. Y, por extraño que parezca, al decirle eso a ella en voz alta, lo encuentro liberador.

— Tú... Pero ¿cómo es que él te intereso chiquilla, cómo pudo interesarte alguien como él ? — tome sus peludas manos y trate de forzar una sonrisa o una simulación de ella que tuvo un resultado patético.

— No — susurra como si la hubiera dejado de un golpe sin aliento.

Oh, no ¿qué?

— No puedes quererle, Serena. No... es un error — dijo ella horrorizada por mis palabras.

— Usted me dijo que él no era tan malo como se dejaba ver... Y yo... lo intenté... Todos merecemos una oportunidad y que se nos trate como iguales sin importar las apariencias... Por mucho que traté, sólo me demostró que es peor, mucho peor.... es un monstruo... Pero aún así, después de todo, un sentimiento comenzó a despertarse muy dentro de mi corazón, algo me dice que debo salvarlo de esa oscuridad que lo ciega pero... no se como... Le quiero más si no cambia, terminará matando todo lo que antes de anoche había abrigado mi alma. — la impotencia que estaba sufriendo mi cuerpo por no haber podido hacer nada me estaba matando lentamente y lo que me horrorizaba era el hecho de que ésta noche recibiría nuevamente su visita y aquella tortura se reiteraría una, otra y otra vez por mucho tiempo, debido a que aunque quisiera ponerle fin a mis días, él me volvería a traer de vuelta para seguir torturándome incluso peor que la primera vez...

— No cariño la que se equivocó he sido yo — dijo en apenas un susurro leve dejándome totalmente confundida sin entender ese comentario, dándole poca importancia, por no decir que casi ni importancia — Serena ¿te pasa algo? A parte de lo evidente... — sentía que aquella peluda señora me hablaba pero mi cuerpo no parecía responder a ningún movimiento muscular que yo tratara de hacer...

Comencé a sentir que tanto los brazos como los pies me pesaban a tal punto de llegar a arrastrarlos, los párpados se me iban cerrando por decisión propia de estos, mis labios alargaban demasiado las palabras y la respiración se me comenzó a acelerar de un segundo a otro, para luego ir desvaneciéndose poco a poco, me costaba mucho respirar.

Entonces de la nada por mucho que quisiera no conseguía retener el aire en mis pulmones dejando que de un momento a otro todo se oscureciera muy rápidamente tan solo escuchando en leves susurros como si estuviese hablándome el viento la voz de la señora de piel peluda que parecía tener la intención de gritarme... Pero yo... solo la veía alejarse cada vez más... Como si fuese una ilusión, un espejismo en el desierto caluroso.

— ¡Serena!


— ¡Serena!

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Amante de un Príncipe Oscuro (II Libro: Bilogía Amantes Siniestros)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora