Narra Serena:
Esta última semana ha sido la peor de mi vida, un dolor casi indescriptible tiñe las paredes de mi memoria de un negro azabache. No se puede comparar con nada, nunca antes había sentido un dolor así. Pero la realidad me golpea nuevamente y me devuelve a mi sitio. Quería ir tras él, pero mis débiles piernas no me lo permitían, estaban doloridas, apenas con fuerza alguna para moverse de aquella aterciopelada alfombra grisácea.
— No... te vayas... —mi voz es un sollozo ahogado, estrangulado, y en éste momento creo que lo odio, ¿será que lo odio? ¿Es odio? No, no, está más que comprobado a pesar de todo lo que ha sucedido, de cada cosa ruin que me ha hecho, no sé qué diablos le sucede a mi corazón pero le quiero, me lastima que se aleje, quisiera poder abrazarlo, colocar su cabeza en mi pecho y decirle -todo ira bien, yo estaré a tu lado, no pienso marcharme- aunque simplemente él no quiere escuchar eso, se niega a asumir de una vez mis sentimientos, pero no pretendo quedarme aquí, sentada como estúpida, no, aún no he terminado.
Muevo la cabeza intentando bajar de las nubes, ¿en qué estoy pensando? Él nunca me verá con otros ojos, para el Conde yo... tan sólo soy una humana despreciable.
El corazón me aporrea el pecho a un ritmo frenético, por el dolor, por la ira, por cuanto quisiera decirle, pero no puedo, y por alguna razón me arden las mejillas de tan sólo recordar lo cerca que estuvimos hace al menos unos minutos, ésa mirada perdida del Conde, ésos ojos que dejaban de lado aquella cortina oscura que los bloqueaba, pude ver su alma, pude percibir su falta de cariño y cuan confundido se encuentra. Verlo delante de mí me ha dejado totalmente desconcertada.
Recupero por fin mis funciones cognitivas y vuelvo a conectar con el resto de mi cuerpo, debo de encontrarlo, ha de estar en algún lugar, pero éste castillo... ¡es enorme! ¡¿Por dónde rayos puedo empezar a buscar?! Sentía como una gigantesca ansiedad de verle me volvía loca, sin pensarlo dos veces, levantándome lastimosamente del suelo, corrí en dirección a la puerta, me sostuve fuertemente de ésta prácticamente utilizando las uñas, inhale aquella brisa perceptible que atesoraba el cambio leve en la atmósfera pese a que todavía el cielo teñía con su gran manta de un azul prusia cada rincón de Transilvania hasta hacer desvanecerse las montañas por la lejanía en el horizonte, necesitaba recuperar ése aire preciado que dejaban escapar mis labios sin la mayor importancia de mis pulmones, mi ropa estaba rasgada, me tapaba los pechos con los antebrazos, intentando abrazarme a mí misma, mientras los temblores y el sudor frío me sacudían por completo.
Me aterraba investigar, salir de aquel cuarto, toparme con sus miedos, con sus fantasmas, con todos aquellos demonios que lo asechan, eso significaría salir al pasillo, a los demás pasillos, significaría ver todo lo que él teme.
Comencé a erguirme, respiré muy hondo antes de dejar ésas cuatro paredes que hasta hoy acogieron mi sueño sin problema alguno. Mi mirada se desviaba a todos lados, tenía miedo, estaba inquieta y sumamente nerviosa, ¿dónde estarás, Conde? ¿Dónde te habrás ido? ¿Por qué aún huyes de mí? ¿Qué es lo que te da tanto miedo? ¿Qué te abruma? ¿Qué?
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Amante de un Príncipe Oscuro (II Libro: Bilogía Amantes Siniestros)
VampireHay cicatrices que son algo más que una simple marca en la piel, o incluso en el alma. Lo que te llevó a conseguirla podría unirte a otra persona, quizás guiados por el mismo sufrimiento... uno reprimido en pedazos dentro de un pequeño rincón de tu...