Narra Serena:
*¡Colmillos sobresalientes en labios ensangrentados, ojos rojos que me persiguen desde los rincones más fríos de mi habitación, garras largas que perforan la madera y se arrastran rechinando por el suelo, sangre esparcida por todo al alrededor, Agh!*
Desperté alarmada observando con aún los ojos medio cerrados toda la habitación bajo la luz tenue de la luna.
Sinceramente desde que he llegado a éste castillo vivo más tiempo de noche que de día, todo se veía aparentemente tan oscuro, tan sólo las pequeñas velas aromáticas repartidas de forma curiosa por toda la extensión del lugar apoyaban en cierto grado al resplandor de luna, me encontraba todavía con aquel vestido de telas suaves prácticamente transparentadas de un color franela, el que justamente traía puesto en el día, entonces vislumbre de forma poco nítida las velas encendidas sobre los estantes.
Lo cual significa que es de noche. Y el Conde debe de estar por allí en algún lugar del castillo, en la noche no tengo oportunidad contra él, puede matarme en un abrir y cerrar de ojos si así lo prefiere, pero aún así correré el riesgo, estoy cansada de huirle y ser una cobarde como mismo me hace llamar, de recordé de forma involuntaria nuestro juego de hoy en la mañana, lo que me hizo sonreír guardando en mi pecho un sentimiento cálido, mordí mi labio para evitar dejar escapar una carcajada y me levanté de la inmensa cama.
Soplé las velas que destilaban un agradable aroma a verbena que se quedaba disuelto en el aire, ya con la habitación a oscuras busqué un ropón que pudiese servirme de abrigo, me lo coloqué ya que la noche era muy fría.
Tomé un libro que me había traído la señora junto al resto que descansaba en la mesa de noche de la derecha y entonces salí de aquellas cuatro gigantescas paredes que formaban mi encierro existencial, pero unos minutos antes de salir sin apenas fijarme había una vela más adelante en la estantería y al apoyar mi peso me quemé la mano.
— Aagh — ahogué un gemido de dolor muy por lo bajo antes de reincorporarme, ya que aún estaba consciente de que “Su Señor” podría escucharme, por lo cual me llevé un candelabro ciertamente un poco pesado, de unos hermosos tallados en oro macizo que me sería de gran ayuda para poder salir de aquel lugar guiándome entre la penumbra que tan malos recuerdos me traía.
Dirigiéndome así a la salida de la cocina conectada al patio trasero, donde sabía que había un pequeñito estanque en el que la señora cargaba agua de vez en cuando para la cena.
Introduje mi mano sin vacilación alguna, sentí el agua refrescante sobre la ardiente piel quemada, cuando saqué la mano podía ver la marca en rojo intenso por toda la extensión de la muñeca, traté de soportar el dolor hasta que éste se volvió tolerable.
Sostuve el libro que traía debajo del brazo y me dispuse a leerlo, éste tenía una hermosa cubierta en un rojo granate de bohemia donde resaltaba en pequeñas letras doradas de perfecta caligrafía “Romeo and Juliet” de William Shakespeare, una excelente obra.
ESTÁS LEYENDO
Amante de un Príncipe Oscuro (II Libro: Bilogía Amantes Siniestros)
VampiriHay cicatrices que son algo más que una simple marca en la piel, o incluso en el alma. Lo que te llevó a conseguirla podría unirte a otra persona, quizás guiados por el mismo sufrimiento... uno reprimido en pedazos dentro de un pequeño rincón de tu...