Humanos y Bestias.

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¡Pronto Midas! ¡Aurelius pide tu ayuda y tu perdón de antemano! ¡Pero si no haces algo perderemos esta guerra! -las puertas de mi alcoba se abrieron de par en par dejando ver al lacayo-

Ja ja ja... Por supuesto, se disculpa porque ocupa mi magia... y aunque quisiera ayudar, el acuerdo me lo impide. -continúe guardando mis cosas antes de marcharme del lugar-

Tú esposa corre peligro, el señor Aurelius la tiene en el carruaje y ordenará su ejecución sin importar su embarazo... ¿De verdad permitirá que corra el riesgo de morir al igual que todos aquí? -el joven se negaba a marcharse sin un "si" por respuesta-

Dime ya, qué demonios quiere ese maldito de Aurelius. -lo miré por el hombro-

El señor pidió que creara algo lo suficientemente poderoso como para acabar con el batallón que se arma en nuestra contra. -en su rostro se podía ver la desesperación, ya imaginaría qué cosas le dijo ese desgraciado de Aurelius si no me convencía- Además, dijo que si fracasaba usted vería las consecuencias.

Malditos. Jugaban con lo único que más apreciaba en este mundo. Y no permitiría que nada le pasara a mi familia, pero tampoco los ayudaría directamente.

Ven. -extendí mi mano hacia él con el ceño fruncido-

El joven dudó en tomar mi mano, pero al final por un impulso la tomó rápidamente, en cuanto este evento sucedió aparecimos muy lejos del castillo, en un lugar que aún no era conocido por las personas. El lugar estaba cubierto por el color gris. Árboles, césped, nubes.

Espera aquí. -no me molesté en mirarlo, sino únicamente entré en las profundidades de la cueva frente a mí-

Al llegar al centro de aquel inmenso lugar, utilicé el poder que se me había prohibido. Entonces 12 columnas de aquel cristal que habitaba la cueva empezó a dar destellos opacos.

Quité la capa de mi túnica negra y tomé aire.

Viribus elementaribus, da mihi potestatem -el destello empezaba a ser más constante- vincula vestra virtutem in speculo et orate, ut iustitia. -mi cuerpo empezó a reaccionar por el exceso de poder que están recibiendo; empecé a sudar y llorar- Glacialem Oceanum, Tenebris Umbra, Mentis Viribus, Mineralis Terram, Lava Flammae et Illuminatur Aer. -fueron las palabras que vinieron a mi mente después de recitar el hechizo-

Corté la palma de mi mano y empezó a brotar la sangre. Una inmensa esfera de luz se formó sobre mi persona, la sangre empezó a elevarse hasta combinarse con la esfera, de allí salieron disparados 12 rayos de luz que golpearon los 12 pilares. El rayo dejó un agujero en los pilares, y en el suelo 12 piedras de 6 colores distintos.

No puedo permitir que Aurelius la dañe. -pensé-

Mentalicé 12 bestias y con ayuda del cristal de Oscuridad empecé a formar sus espíritus. Entonces cayeron ante mi unos anímales extraños similares a sabuesos infernales, pero también con algunos rasgos de humano y con musculatura monstruosa.

Justo antes de colocar a estos espíritus dentro de los cristales, un rayo del cristal de Oscuridad los trajo a carne y hueso. Los abominables animales empezaron a estremecerse y a cambiar de forma, empezaban a tomar una forma más humana. En sus ojos se podía ver la sed de sangre. Y fue donde tomé una decisión antes de que se saliera de mis manos. Los desterré, enviándolos a otro lugar en el mundo donde no se convirtieran en un inconveniente. Lo que ignoraba, era que más adelante en el futuro estas bestias aún existirían.

Me tranquilicé un poco, y entonces esta vez utilizando la Oscuridad y la Luz cree 6 bestias en lugar de 12. Estas eran bestias majestuosas, de un poder único para unificarse con el poder elemental que poseía cada cristal, además tenían la capacidad de sanarse por sí solas. Sin embargo, no dejaban de ser animales, y su naturaleza era brusca, salvaje, y destructiva, por lo tanto, le di un poder mayor a los 6 cristales sobrantes, para que estos pudieran dominar a las bestias si era necesario, incluso podían devolverles el aliento una única vez.

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