Esto es lo que soy.

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El chofer del taxi se detuvo por obvias razones. Naminé lo durmió con un dulce viento que sopló.

Mis manos estaban muy frías, y pálidas.

¿¡Qué demonios fue eso!? -pregunté a la rubia temiendo por nuestras vidas-

Shhhh. No hables tan alto. -murmuró- Agáchate. -sugirió-

Se escuchaba como esa cosa resoplaba, quizá buscando nuestro olor.

Al sostenerme del asiento frente a mí, noté que este se empezó a congelar.

¡Cuidado! -dijo la chica-

No puede ser que esto suceda justo ahora. -quité mi mano rápidamente por lo cual el congelamiento se detuvo-

Espera... Puedes crear una capa de hielo que cubra el auto. -la chica empezó la oración mirando a la nada y terminó con sus ojos sobre los míos-

¿Yo? ¡No! Ni siquiera puedo controlarlo, Naminé. -dije mirando mis manos-

¡Exacto! Es justo eso lo que necesitamos. Tu descontrol para que funcione. -miró en todas direcciones asegurándose que esa cosa siguiera arriba- Baja despacio la ventanilla y pon tu mano en cualquier parte del auto. Yo te ayudaré.

Aún con dudas, obedecí a la rubia. Despacio bajé la ventanilla y coloqué mi mano sobre la parte exterior de la puerta. Podía sentir como se empezaba a congelar, pero no sería lo suficientemente veloz como lo esperaba Naminé.

Esto no va a funcionar. -la miré y le susurré-

El auto se balanceó un poco y luego se escuchó algo caer sobre la calle.

Oh Eron. Créeme que si funcionará. Y de ante mano te pido una disculpa. -no entendí a qué se refería, todo sucedió muy rápido-

La rubia mostró sus ojos brillantes y luego sus garras que enterró en mi pierna. Grité de dolor, me sentí furioso por lo que hizo, también mis ojos cambiaron y enseguida la capa de hielo se extendió por el auto por completo, incluso se podía apreciar que era una gruesa capa de hielo.

Por un momento perdí el control.

¡ERON! -gritó la chica haciéndome entrar en razón-

Agité mi cabeza. Sentí como el color volvía a la ñor alisas en mis ojos.

¡Demonios Naminé! Primero mi brazo y ahora esto. -dije mirando la herida causada en mi pierna-

¡Está sanando! El oso lo está haciendo. -dijo la chica sorprendida mirando como aquellos agujeros se cerraba por si solos-

¿¡Qué!? ¿Y por qué esta herida si la sanó y la de mi brazo no? -pregunté algo molesto-

La capacidad de sanar heridas superficiales es su decisión. Hasta que no puedas dominarlo no podrás sanar a voluntad. -explicó la rubia-

Aquella criatura empezó a rugir y a intentar romper el hielo.

¿Crees que sea...? -ni siquiera quería terminar la oración-

¿El Sabueso de Mons? -dijo-

Si, pero... ¿Qué demonios quiere ahora? -cerré mis puños con fuerza-

Little Big Secrets © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora