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Acomodo mi cabello mojado con mis dedos, no es que sepa mucho de como estar arreglada correctamente, pero tampoco iba a salir como una loca. Tomo mi bolso y mi celular para salir. Margaret me esperaba en la sala para irnos con Alfred.

El trayecto fue silencioso, demasiado silencioso, pero no me incomodaba, esa era una gran ventaja de que todo me diera tan igual.

Después de unos largos minutos llegamos a un edificio, sus ventanales eran grandes y de color azul, estoy segura de que servirían perfectamente como un espejo. Alfred estacionó el auto y nos bajamos.

Por dentro el edificio es completamente blanco, con decoraciones doradas y negras, el suelo era de mármol, todo se encontraba pulcro. Había varias personas yendo de aquí para allá, sus vestiduras gritaban elegancia y mucho dinero. Observo a mis acompañantes, Alfred vestía de traje y Margaret una blusa blanca y falda de tubo. Esto era un hospital nada común, ¿dónde estaban los demás pacientes?, ¿por qué esta gente no pinta ser doctores?

"Bienvenidos, la señorita Hazel vendrá en unos minutos," nos recibe una mujer rubia y luego se va.

El consultorio en el que entramos era de los mismos colores que el resto del lugar. El silencio era sepulcral. Me senté en una de las sillas que estaban delante del escritorio, mi madre y su esposo repitieron la misma acción.

Minutos después Hazel entró con una sonrisa en su rostro, se veía completamente diferente, su vestimenta era más profesional de la que suele usar, estaba muy bien maquillada, la hacía lucir unos cuantos años más de los que tenía.

"Buenos días," se sienta en la silla frente a nosotros.

"Buenos días Hazel, ¿cómo te va?," es Alfred quien habla. Al parecer su esposa hoy no está de ánimos para hablar.

"Muy bien, ¿tú cómo te sientes, Alessa?," me pregunta y sólo encojo los hombros.

Sólo espero que esto sea rápido.

"Será mejor que vayamos a lo que vinimos," dice Alfred.

Hazel asiente.
"Ven conmigo, Alessa."

Los tacones de ella resuenan en el suelo de mármol, la sigo por varios pasillos hasta que llegamos a un cuarto con una camilla y varios artefactos que utilizan en los hospitales. Esto, aunque ellos dicen que es uno, no tiene pinta de serlo.

"Puedes entrar al baño," señala una puerta, "allí hay una bata blanca, necesito que te la coloques."

"¿Es necesario?"

Suspira.
"Lo es, necesitamos examinarte y asegurarnos de que todo esté en orden. Las cosas van por buen camino y no queremos que se echen a perder."

Entré al baño sin hacer más preguntas, así sería todo más rápido y volvería a casa. El espacio era muy pequeño, así que con rapidez saqué mi ropa, la doblé y la guardé en mi bolso. Me coloqué la bata blanca y salí.

La siguiente orden fue que me acostara en la camilla y lo hice. Hazel salió unos cuantos minutos y luego regresó con un doctor. Llevaba una bata blanca puesta, su cabello era completamente blanco y los lentes redondos lo hacían lucir más anciano.

"¿Comenzaremos de una vez, doctor?," pregunta Hazel ignorando mi presencia.

"Mientras más rápido mejor."

El doctor comenzó a conectar varios cables a una máquina que se encontraba a mi lado, Hazel me colocó suero e inyectó algo en el.

¿Qué clase de exámenes eran estos?

Sentí mis venas arder a medida que pasaba el líquido, mis párpados se fueron cerrando poco a poco, lo último que vi fue al doctor conectar dos cables en mi cabeza.

¿Soy un experimento? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora