Durante la madrugada...

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-¡Santiago, me mojaste todo el cabello! ¿Ahora qué le diré a Cecilia cuando me vea llegar despeinada y sin maquillaje? -exclama Maya, al verse al espejo.
-Muy fácil, mi vida, le dices que llovió y te mojaste saliendo del antro -responde él riendo, acercándose a ella con un vaso de agua y una pastilla en la mano.

En silencio, mirándola a los ojos y con cuidado, la ayuda a tomar dicha medicina y posteriormente, un trago grande de agua.

-¿Estás bien? -pregunta acariciándole la mejilla, y ella asiente sonriendo.
-¿Ya estás listo? -cuestiona apresurada, mientras él deja el vaso en el tocador.
-Ya, mi cielo. ¡Vámonos! -indica el doctor, abriendo la puerta de la habitación.

Los novios abandonan el hotel discretamente poco después de las cuatro de la madrugada.

El tráfico en la ciudad a esta hora es bastante tranquilo, permitiéndoles llegar a casa rápidamente.

-¿Ya viste las calles? ¡Están mojadas! -comenta él, mientras conduce.
-¡Parece que cayó un aguacero! -le dice ella.
-Te juro que no escuché nada -asegura Santiago, un poco sorprendido.
-Te juro que yo tampoco escuché -agrega Maya y ríen a carcajadas.

Minutos pasados de las cinco, Santiago abre silenciosamente la puerta de la casa de su novia.

Al entrar se percatan de que hay luz en la sala y se dirigen hacia allá.

Ahí se encuentran a Cecy, quien está dormida en el sofá con la televisión encendida.

-¡Cecy! -despierta la escritora a su hermana.
-¿Dónde estaban? ¿Por qué llegan hasta ahorita? -pregunta la Morena, al despertar rápidamente.
-Perdón, cuñis, fue mi culpa. Fuimos al antro y perdimos la noción del tiempo bailando -explica enseguida Santiago.
-Aparte empezó a llover y pues no podíamos salir de ahí -añade Maya, algo nerviosa.
-Sí, me imaginé que no llegaban por la lluvia -les dice Cecy, al levantarse.
-Y aún así nos mojamos un poco -señala él.
-Bueno, pues gracias por traerla, cuñado -menciona Cecy, apagando el televisor.
-De nada, Morena. Buenas noches -se despide Santiago.
-Amor, buenas noches -exclama Maya y lo abraza.
-Gracias por esta noche tan especial y maravillosa -le susurra él al oído.
-¡Gracias a ti por ser el hombre de mi vida! -responde Maya con muy baja voz.

El médico sale de inmediato de la casa, y las hermanas suben a sus recámaras a descansar.

Al estar sola en su habitación, la escritora cierra los ojos y emite un profundo suspiro al recordar una y otra vez todo lo que vivió esa noche con Santiago.

Lágrimas de felicidad inundan su mirada, pues a partir de hoy su mundo tiene un nuevo sentido, en el que ella se siente completamente distinta.

-Santiago, ¿me puedes explicar de dónde vienes?... No estarás pensando retomar la costumbre de irte a tomar cada ocho días con Alejandro, ¿o sí?... No escarmientas, ¿verdad? -regaña Estela a su hijo seriamente, al verlo llegar.
-¡Madre, bájale a tu enojo dos rayitas!... Vengo de estar con Maya y si no me crees, pregúntaselo a ella... Buenos días -contesta el doctor, subiendo de prisa a su cuarto.

"El pedacito de cielo de un Ángel"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora