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El miércoles, Vivi se pone de acuerdo con su amiga fiel para salir y pasar la tarde juntas. Para lo cual, Maya le pide a Ricky que vaya a dejarla a casa de la maestra, dado que el resto de la familia ha salido.

-No, yo no te llevaré a ningún lado -asegura Ricardo seriamente.
-No seas así. No te cuesta nada ir a dejarme y ya -comenta Maya tranquilamente.
-No, Maya. ¡Déjame en paz! -responde el joven molesto.
-Ricky, por favor. Hace rato habías dicho que sí. Además tú también vas a salir -insiste Maya.
-Dije que sí para que mi mamá dejara de estar molestando, pero no lo haré... y no te preocupes, que prefiero quedarme aquí encerrado antes que llevarte a cualquier lado -le grita Ricardo a su hermana, y la deja sin palabras.

La escritora siente un inmenso nudo en la garganta ante los gritos y actitud de su hermano. Es por eso que se dirige en su silla de ruedas a su habitación y se encierra en ella.

Luego de secar sus lágrimas, Maya toma su celular y con la nariz hace una llamada a su pareja.

-¿Qué pasó, amor? -responde Santi, en su consultorio.
-¡Te extraño muchísimo! -expresa ella, bastante triste.
-¿Qué tienes? -cuestiona él, notando que algo está mal.
-Discutí con Ricardo. Había quedado en llevarme a casa de Vivi y a la mera hora no quiso, me gritó... ya sabes -le cuenta Maya.
-Es que tu hermano no tiene derecho hablarte así, Mariela -expresa muy enojado él.
-Ya lo sé, pero ya lo hizo y no puedo hacer ya nada -contesta la escritora enseguida.
-Y ¿estás sola con él? -pregunta Santiago, preocupado.
-Sí... voy a hablarle a Vivi para ver si puede venir por mí -comenta ella, sin mucho ánimo.
-Ojalá pueda, mi vida -agrega con cariño él.
-¿Me amas? -exclama con voz baja ella.
-Maya, te amo más que a mi vida, amor. Y así será siempre, princesa -asegura Santiago, y Maya sonríe.
-No sabes cuánta falta me hacía escuchar eso -dice Mayita, con un suspiro.
-Quisiera estar contigo ahora y defenderte de todos -menciona el doctor, algo triste.
-Pronto lo harás, mi cielo -contesta Maya.
-Me avisas qué pasa con Vivi, por favor -indica el médico.
-Claro, mi vida. ¡Te amo! Gracias -responde ella, sonríe y termina la llamada.

Segundos después, Mayita llama a su amiga fiel y le explica lo sucedido con Ricardo.

Sin pensarlo, Viviana sube a su camioneta y se dirige a casa de los Valencia para recoger ahí a Mariela.

-¿Dónde está Maya? -interroga seriamente Vivi, al ver a Ricardo.
-Seguramente en su cuarto -responde el joven groseramente.
-Eres un grosero -asegura Vivi molesta, mientras Maya se acerca.
-Y ustedes son un par de exageradas. ¿Para qué hacen un show si podías venir perfectamente por ella?... ¡Les encanta hacer dramas! -afirma Ricardo, al salirse de la casa.
-No hagas caso, amiga fiel. No dejemos que ese chamaco mal educado nos amargue la tarde -dice Vivi, y abraza a Mariela.
-Gracias por venir -agradece sonriendo la escritora.
-No digas eso, mensita. Sabes que siempre estaré aquí para ti -responde Viviana, y le guiñe el ojo.

Las amigas se aseguran de cerrar debidamente la casa y suben a la camioneta.

A bordo del vehículo y acompañadas de una buena plática recorren el malecón del puerto y disfrutan del fresco de la brisa marina.

Posteriormente, pasan a buscar a Emy y Fer a su clase de natación y todos juntos llegan a casa de doña Aurora, la abuelita de Vivi.

Con gran cariño Maya saluda a la familia de su amiga y acepta la nieve de coco que Abigaíl le invita, además de conversar muy a gusto con todos.

-Amiga, está sonando mi teléfono, ¿me ayudas a contestarlo? -expresa Maya, al escuchar su celular.
-Claro... ¡Es Santi! -indica Vivi, al ver el remitente de la llamada.

-Dime, amor -dice al teléfono la escritora.
-¿Qué pasó, preciosa? Me quedé pensando en ti. ¿Fue por ti Vivi? -cuestiona Santiago, llegando a casa.
-Sí, mi cielo. Discúlpame, se me olvidó hablarte -exclama apenada ella.
-No te preocupes. ¿Dónde están? -le dice él.
-En casa de doña Aurora, con todos los Buenrostro. -contesta Maya y sonríe.
-¿Y tu hermano? -menciona el doctor.
-No sé, se salió de la casa en cuanto llegó Viviana -cuenta ella, y voltea a ver a su amiga fiel.
-¿Ves? ¡Sigue dándole dinero!... Estoy seguro que ni te ha regresado lo último que le diste, ¿me equivoco? -dice Santi muy molesto.
-Me regresó una parte nada más -acepta la escritora.
-Es para que no le des nada nunca... Si él no es capaz de ayudarte en buena onda, tú no tienes por qué ayudarlo a él -dice seriamente él.
-Ya no me regañes, por favor. Lo que menos necesito es eso -ruega ella, cansada de escuchar siempre lo mismo.
-Ya sé que no te gusta que me meta pero no puedo quedarme callado sabiendo cómo es contigo Ricardo -expresa él.
-Sí, ya sé pero ahora no quiero hablar de eso, por favor -menciona Mariela un poco incómoda.
-Bueno. Te dejo para que sigas con Vivi. Salúdamela. Cuídate -se despide cariñosamente él.
-Te amo -añade ella y concluye la conversación.

"El pedacito de cielo de un Ángel"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora