16

198 9 8
                                    

Durante la tarde, la pequeña Marijó se muestra un poco extraña, ya que no le llama la atención jugar y correr con los demás niños, como siempre lo ha hecho.

Santi no le da importancia a esto, puesto que cree que su hija la está pasando bien.

Poco antes de las seis, las amigas de Mayita se despiden de todos, dado que su vuelo de regreso a Veracruz sale en unos cuantos minutos.

Es a esta hora cuando la escritora se queda en casa únicamente con su familia, su madre, sus primos, tías, hermanos y por supuesto Santiago y Marijó.

-Marijó, y es hora de que te lleve a la casa, amor -indica el médico, estando a solas con su hija.
-No, papito -responde la niña y lo abraza.
-Sí, hija. Ya es tarde y yo todavía voy a regresar -menciona Santiago.
-¡No quiero! ¿Por qué no mejor me llevas cuando también tú te vayas? -le dice la niña, un tanto molesta.
-No, porque yo me voy quedar a dormir con Maya -contesta con una caricia el papá.
-Pero ¿por qué? ¡Ayer dormiste con ella! -exclama con tristeza ella.
-Porque sí, amor. Últimamente no hemos tenido tiempo para estar juntos, y hoy quiero aprovechar para estar con ella -explica él, con cariño.
-¡Pero yo quiero estar contigo! -insiste Marijó, y vuelve a abrazarlo.
-Ya mañana me voy a dormir contigo, princesa -promete Santi, con un beso.
-Pero yo no quiero dormir sola en la casa hoy -expresa la pequeña, y comienza a llorar.
-María José, no estás sola. Está tu abuela, Tina e Issabella. ¿No quieres estar con tu madrina? -le dice Santiago, secando sus lágrimas.
-¡No! ¡Yo te quiero a ti! -expresa Marijó, y se acurruca en él.
-¿Qué pasa? ¿Por qué lloras, corazón? -cuestiona Maya, al entrar a la sala y ver a la niña llorar.
-Ya, Marijó. Vamos a la casa con Issa, ¿sí? -dice él, una vez más.
-¿Y te quedas conmigo? -pregunta la niña, con mucho sentimiento.
-Amor, ¿qué pasa? -vuelve a decir Maya.
-¿Qué día es hoy? -pregunta espontáneamente Santiago.
-Sábado, 24 de noviembre -responde Maya, sin entender nada.

En ese instante, Santiago abraza con todas sus fuerzas a su hija, al mismo tiempo en que siente un nudo en la garganta que lo deja sin palabras.

-Tranquila, mi vida. Tú y yo vamos a estar juntos hoy, mañana y siempre -exclama el doctor, acariciando el rostro de su pequeña.
-Preciosa, ven acá. ¿Por qué lloras así, mi cielo? -dice Mayita, acercándose a la niña.
-Es que mi papito quiere estar contigo, y yo quiero estar con él... ¿Puedo quedarme a dormir con ustedes? -expresa Marijó, con gran inocencia.
-Por supuesto que sí, mi niña. Sabes que esta es tu casa y puedes quedarte cuando quieras, amor -responde Maya, y abraza de inmediato a Marijó.
-Princesa, ¿segura que quieres quedarte? ¿No prefieres que nos vayamos a la casa tú y yo? -le dice Santi.
-No, papito. Yo sólo quiero estar contigo, no importa dónde -contesta Marijó, y lo abraza nuevamente.
-¡Perdóname, mi amor! -exclama él, con muy baja voz.

Maya permanece en total silencio, pues aún no acaba de entender lo que está pasando.

-Oye, independientemente de todo tú te sientes mal, ¿verdad? -menciona Santi, viendo extraña a la niña-. María José, tú tienes temperatura -indica el doctor, al tocarla y sentirla caliente.
-¿Qué te duele, mi vida? -pregunta preocupada Mayita.
-Me duele un poco la cabeza y mi pancita -confiesa Marijó, bastante decaída.
-Voy al carro por mi maletín para revisarte -dice Santiago, al ponerse de pie y acostar a la niña en el sofá.

Mariela se queda junto a Marijó para estar pendiente de ella, mientras Santiago vuelve con su maletín médico.

-Maya, ¿ya se fue Santi a dejar a Marijó? -cuestiona Cecy, al entrar a la sala.
-No, ya no va a ir. Marijó se va a quedar a dormir también -responde Maya, un tanto seria.
-¡Qué padre, princesa! -exclama la Morena y le sonríe a la pequeña.

"El pedacito de cielo de un Ángel"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora