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Marijó y sus amigos corren de un lado a otro del jardín, mientras los adultos se ponen cómodos en la mesa que más les agrada.

Canciones infantiles comienzan a sonar a todo volumen, y los meseros atienden como se debe a cada invitado.

El doctor Carmona se cerciora de que todos estén a gusto, para luego pasar a sentarse junto a su pareja, Estela, Gustavo, Mariana, Alex, Diego e Issabella.

La familia Valencia ocupa la mesa de junto, y al parecer todos están pasándola muy bien. Marco se divierte jugando con la festejada, y los demás charlan amenamente al esperar la comida.

Maya es atendida y consentida en todo momento por su novio. Él la ayuda a tomar los alimentos con amor y paciencia, sin importarle que Diego no les quite la vista de encima a ambos.

Los nervios e incomodidad por el rechazo de su suegro no dejan ni un instante a la escritora, lo que ocasiona que manipular la comida en su boca le sea más difícil de lo normal; por lo que constantemente tose, se ensucia o se le caen algunos bocados.

Y por supuesto, su mayor deseo en esos instantes es desaparecer de la faz de la tierra.

-Ey, olvida que él está aquí, mi cielo. Come tranquila, como siempre lo haces -le pide Santi en muy baja voz, mientras la mira a los ojos y le limpia la boca con amor-. Piensa que todos los que estamos en esta mesa te amamos y te aceptamos tal cual eres -aumenta con una caricia, y ella asiente sonriendo levemente.
-Más carnita -anuncia él dándole una cucharada más, mientras Issa les acerca una nueva servilleta de papel.

Los minutos transcurren y Mariela logra relajarse un poco y continuar disfrutando su platillo, a pesar de estar bajo la fría y dura mirada del señor López.

-¿Me disculpan? Quisiera ir un momento con mi familia -comenta Maya, terminando de comer.
-Yo te llevo, mi amor -indica Santiago, al levantarse e irse con ella.

En cuanto la pareja de novios deja la mesa, Estela hace lo mismo para ir a donde Marijó y checar que todo esté en orden.

Maya decide quedarse sentada con los suyos, mientras Santi va a ver qué necesita su princesa.

-¿Qué pasa, Maya? El ambiente en la mesa de a lado se siente bastante tenso -exclama Cecy, con baja voz.
-Nada, hermanita... Voy a ver a Marijó -contesta Mayita, y deja la mesa.

Mariela mueve su silla de ruedas hacia el lugar donde se encuentran la pequeña Marijó y su papito.

-¡Mayita! Qué bueno que vienes, ¡quiero que me tomen una foto contigo y mi papito! -expresa Marijó, muy feliz.
-Me encanta la idea, corazón -contesta Maya enseguida.
-Ok. Yo tomo la foto -les dice Jorge, sacando su cámara.
-Ponte en medio, princesa -indica Maya, a la niña.

La pareja abraza con amor a Marijó, y los tres sonríen mirando a la cámara.

-Quiero ver cómo salimos -comenta Marijó, después de la fotografía.
-Quedó perfecta -asegura Jorge, mostrándoles la cámara.
-¡Se ven hermosas! -exclama de pronto Santiago.
-¿Verdad que hacemos una bonita familia? -menciona la niña, con mucha ilusión.
-Claro -responde Santi, viendo una vez más la fotografía.
-¿Sabes, Maya? ¡Me encantó que ocuparas el lugar de mi mamita en la iglesia! -confiesa la pequeña, sorprendiendo a todos.
-Mi amor, yo jamás podré ocupar el lugar de tu mamita porque ella siempre, siempre está contigo -contesta la escritora, con la voz quebrantada.
-Sí, ya sé y estoy segura de que ella también estuvo hoy en la misa. Pero a mí me gustó mucho verte junto a mi papito en ese momento -señala Marijó, dejando a su padre sin palabras.
-A mí también me gustó estar ahí -le dice con una caricia Mariela.
-Hoy me di cuenta que mientras mi mamita me cuida desde el cielo, tú me cuidas desde aquí. Por eso te quiero mucho -expresa la niña, sonriendo.
-Y yo a ti te amo, mi vida. ¡Eres mi niña hermosa! -responde Maya, al abrazarla fuertemente y voltear a ver a Santiago.
-¿Sabes? Ahora sé lo que sienten mis amigas, porque cuanto tú y yo estamos juntas, me imagino que así sería si mi mamá estuviera conmigo -expresa Marijó, y su padre derrama una lágrima.
-Yo siempre estaré contigo, mi amor. ¡Siempre, siempre! -promete Mariela, mientras la abraza y su mirada se cristaliza.
-¿Me acompañas a romper la piñata? -pregunta Marijó emocionada.
-Por supuesto, mi niña -responde Mayita, secando sus lágrimas.
-Vamos. ¡Yo te llevo! -exclama la pequeña, al mover la silla de ruedas.

"El pedacito de cielo de un Ángel"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora