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Llega un sábado más en la Ciudad de México, la cual se encuentra un poco soleada, con clima perfecto para los planes de los Valencia y los Carmona.

En punto de las nueve, las actividades en casa de la escritora comienzan con un desayuno en familia y posteriormente un rápido aseo a la casa entre todos.

A las once, Alex llega a casa de Santiago para ayudar a preparar todo lo necesario para una parrillada inolvidable.

Más tarde, llegan los Valencia, a quienes Estela y Marijó reciben con muchísima alegría.

Sara, entrega a Estela una deliciosa ensalada que preparó para acompañar las carnes asadas.

Enseguida, entra Santiago al lugar y les da la bienvenida a todos, además de agradecerles el que estén con él en un día tan especial.

-¡Hola, mi amor! No tienes idea de cuánto te extrañé anoche -expresa Santi, al acercarse a besar y abrazar a su mujer.
-Claro que tengo idea porque yo también te extrañé mucho, muchísimo -responde Maya, mientras él se agacha frente a ella.
-Oye, ¡hoy te ves guapísima! Los jeans ajustados te hacen lucir demasiado sexy, y el escote de tu blusa me encanta -le susurra al oído Santi, mientras le acaricia la pierna sin que nadie más los vea.
-Lo sé, amor. Por eso me vestí así, para ti -menciona Maya, y lo besa en la boca.
-Hermosa, ¿ya me vas a decir qué hice? Me dejaste con la curiosidad toda la noche -pregunta el doctor.
-Qué bueno que me lo recuerdas. ¡Por supuesto que ahorita me las vas a pagar! Pero en otro lado, donde nadie nos escuche -indica Mariela.

Los novios, se dirigen al jardín de la casa, donde se encuentra únicamente Alex.

-Ahora sí, dime ¿qué pasó? -pide el doctor, al llegar a la sombra de un árbol.
-Ayer en la mañana que saliste de mi casa te dije que revisaras que llevaras todas tus cosas. Me tiraste a loca y no me hiciste caso -le reclama ella, viéndolo a los ojos.
-Amor, sí te hice caso. Y te juro que no dejé nada -responde él, a pesar de tener dudas.
-¡Claro que sí! Me dejaste tu rastrillo, la crema de afeitar, tu desodorante y tu cepillo de dientes. Y ¿sabes quién los encontró? -menciona la escritora muy seriamente.
-¡No manches! Dime que no fue tu mamá -ruega Santiago, realmente apenado.
-Sí, fue ella ¡y me armó un pancho! -contesta ella.
-Es que no puede ser. Yo te juro que revisé todo, amor -asegura de nuevo él.
-Pues no lo hiciste bien -refuta Maya.
-Bueno, ¿y qué hiciste? -pregunta preocupado.
-Llamé a Jorge y entre los dos le inventamos un mega cuento -dice la joven, y él ríe.
-¿Qué le inventaron? -inquiere curiosamente Santiago.
-Le dijimos que antier se fundió el foco del baño de Jorge, y por eso él se fue a bañar a mi cuarto y dejó sus cosas ahí -le cuenta Maya, y se carcajean.
-¿Y les creyó? -menciona Santi.
-Pues no del todo, pero quedó conforme con la explicación -responde Maya, mientras entrelazan los dedos de las manos.
-Eres genial para inventar mentiras, mi vida -exclama él, y besa sus labios.
-¡Claro! Por algo soy escritora, ¿no crees? -afirma ella, riendo.
-Por cierto, también tú me dejaste un recuerdito a mí -comenta Santiago repentinamente.
-¿Apoco, mi amor? ¿Qué olvidé? -pregunta muy sorprendida la escritora.
-Me dejaste una tanga roja debajo de mi almohada -confiesa él, viéndola a los ojos.
-¿Qué? -expresa Mariela, totalmente desconcertada.
-La encontró Marijó, Mariela, y lo primero que hizo fue preguntarme de quién era -continúa el doctor tratando de no reírse, mientras su novia se pone pálida.

Ella se queda en absoluto silencio, y segundos después reacciona...

-¡Ay, ajá!... Eso es totalmente falso. En primera porque yo soy extremadamente cuidadosa y sería incapaz de dejar algo así en tu casa, y en segunda, porque ¡no uso tangas, y mucho menos rojas! -expresa y aclara Mayita, y su novio suelta tremenda carcajada.
-¡Pero te verías re-buena con una puesta! -añade el doctor pícaramente, y acaricia las caderas de su mujer.
-¡Eres un estúpido, Santiago! -dice Mariela, y se aleja de él.
-Fue una bromita, amor -menciona muriéndose de risa él.
-Pésima y de muy mal gusto. A ver si aprendes a hacerlas mejor -responde con indiferencia ella.
-Pues no estuvo tan mal, mi vida. ¡Te pusiste pálida! -se burla Santiago-. Esta fue la venganza por aquella historia con el mensajero raro -añade en tono victorioso.
-¡Baboso! -le dice Maya, y comienza a reírse también ella.
-Está claro que aquí la reina de las escusas, bromas y mentiras eres tú. Sólo espero que nunca tengas que inventarme algo a mí -comenta Santiago, al abrazarla y morderle los labios.
-No lo sé, hermoso. Todo en esta vida puede suceder, amorcito -contesta ella, con una traviesa sonrisa.
-¡No te atrevas, Mariela! -advierte Santiago, y la mira seriamente.
-¡Tú tampoco, Santiago! Porque este "angelito" si te cae en una mentira, ¡se convierte en el peor de los demonios! -sentencia Mariela, con la misma seriedad y seguridad que él.

"El pedacito de cielo de un Ángel"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora