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Cerca de las cinco Mayita se levanta y con ayuda de Tina se maquilla y arregla para ir a consulta.

Acompañada de su padre y Santiago, la futura mamá sale de casa y se traslada a la clínica de la doctora Lidia.

Sin hacerla esperar, la ginecóloga recibe a su paciente consentida y comienza a brindarle la mejor de las atenciones.

Durante la entrevista Maya le cuenta a su médico sobre la crisis que tuvo días atrás y lo mal que se sintió en ese momento.

A Lidia no le parece extraño lo que comenta la señora López. Sin embargo, intenta encontrar un remedio para esos intensos dolores de espalda.

La hora de realizar el ultrasonido se hace presente, y con emoción el doctor Carmona ayuda a su mujer a cambiarse y recostarse en la camilla.

Cada vez son más claras las imágenes del bebé en la pantalla. Su silueta puede ya distinguirse sin ningún problema.

La ginecóloga explica en esos minutos que el tamaño del cerebro del producto es ahora bastante grande, y su sistema nervioso le permite un rápido aprendizaje y realizar movimientos que son cada vez más complejos.

Menciona también que es probable que al finalizar ese mes el ritmo cardiaco del pequeño se acelere cada vez que Mayita hable, lo cual le permitirá reconocerla después del parto.

Asimismo señala que al feto ya comienza a faltarle espacio en la cavidad uterina, además de que la glándula encargada de generarle anticuerpos ha empezado a trabajar.

Lidia indica que en las siguientes semanas el niño o niña podrá abrir los ojitos, pero es hasta el parto que su visión será clara y correcta.

Marcos luce orgulloso y muy feliz de ver por unos minutos al que será su tercer nieto o nieta, y al igual que su yerno, tiene la seguridad de que será un varón sano y fuerte.

Todo parece estar perfecto, pero Maya nota en su pareja y sobre todo en la doctora, una expresión de desconcierto y preocupación; lo cual hace que ella también se ponga intranquila y un poco nerviosa.

-Lidia, ¿qué pasa? -pregunta alarmada la escritora.
-Tranquila, Mayita -responde Lidia, sin dejar de ver el monitor.
-Desde que empezó el ultrasonido veo en tu cara preocupación, algo que no me gusta. ¡Dime que pasa, por favor! -insiste la paciente.
-En un momento te explico. Trata de estar tranquila -pide la doctora, y apaga el ultrasonido.
-Cálmate, amor. Todo estará bien -dice Santo, y besa su frente.
-¡Dime algo tú, por favor! ¿Qué pasa con mi hijo? -expresa con miedo Mariela.
-¡Ssshh! No te preocupes -dice Santiago, viéndola a los ojos.

Lidia pide a Santiago que pase a vestir a su esposa, para luego hablar con ellos en el consultorio.

Mientras se cambia, Mayita cuestiona una y otra vez a su marido sobre lo que ocurre con su hijo, pero él no quiere adelantarle nada. Sólo le pide que confíe en Lidia.

-Ya dime qué pasa, Lidia, por favor. ¿Qué tiene mi hijo? -expresa Maya angustiada, al volver al consultorio.
-Cálmate, corazón, tu bebé está perfecto -afirma Lidia, haciendo anotaciones.
-¿Entonces? -pregunta sin entender nada Mariela, y Santo le da la mano.
-Maya, ¿cuántas veces al día vas a orinar? -pregunta la médico.
-Como cinco o seis -contesta la joven.
-¿Y a hacer del dos? -añade Lidia y escribe.
-Una vez al día, o un día sí y un día no -responde Mariela.
-¿Tomas agua con frecuencia? -interroga la ginecóloga, y la paciente dice que sí.
-¿Qué pasa, Lidia? -vuelve a preguntar Mayita.
-Maya, tu hijo está bien, la que no lo está eres tú -señala preocupada Lidia.
-¿Por qué? -cuestiona la escritora y se le escurren las lágrimas.
-¿Qué pasa con mi hija, doctora? -exclama al instante Marcos.
-Al parecer este mes el bebé creció mucho, tanto que necesita más espacio y probablemente está afectando el desempeño de los riñones e intestinos de Maya... Es por eso que últimamente se han presentado con mayor intensidad los dolores de espalda y la hinchazón de piernas y pies -explica con detalles la doctora.
-Maya, tu cuerpo está reteniendo muchos líquidos y para que esto no se convierta en infección, debemos actuar cuanto antes -comenta la médico, y comienza a redactar una receta.
-Te voy a poner una dieta basada en frutas, verduras y fibras, con la que se nivelará tu actividad intestinal y te ayudará a ir al baño sin problemas. Yo sé que toda tu vida has sido estreñida, pero estando embarazada corres muchos más riesgos al no evacuar diariamente -indica Lidia, y todos la escuchan atentos.
-Debes tomar muchísima agua e ir a hacer pipí mínimo diez veces al día... Trata de estar en movimiento constante y, por favor, usa la silla de ruedas lo menos posible -continúa la especialista, y la pareja dice que sí a todo.
-No tengas miedo, mi amor. Todo saldrá bien -expresa Santiago, al ver aterrada a su mujer.
-¡Lidia, júrame que mi hijo está bien! -pide con sentimiento Maya.
-¡Totalmente, Mayita! Tu bebé está sano y tú lo ayudarás a seguir así haciendo todo lo que te he dicho -dice Lidia, viéndola a los ojos.
-Así será -promete la señora López, y sonríe levemente.
-A partir de hoy, las consultas serán cada quince días -menciona y entrega la receta a Santo.
-Perfecto -responde el doctor, mientras Marco acaricia a su hija.
-Está por demás decirte que a estas alturas ya no puedes, ni debes tener relaciones sexuales -se dirige Lidia a Mariela.
-Sí, ¡ya nos dimos cuenta de eso! -contesta al mismo tiempo la pareja, y ríen todos excepto Marcos.
-Hablando en serio, no lo digo solo por el cansancio y dolor físico que esto implica. El orgasmo puede provocarte el parto, y aún no es momento para eso -recalca la médico, y la futura mamá asiente en silencio-. Eso es todo... Mayita, cuídate, ¡relájate y confía en ti y en Dios! Él hará que todo salga bien -aumenta y abraza a su paciente.
-Mil gracias por todo, Lidia -se despide con cariño la escritora.

"El pedacito de cielo de un Ángel"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora