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El jueves ha llegado nuevamente, y poco después de las ocho, la escritora abre lentamente los ojos.

En silencio, mira a su alrededor unos segundos para luego volver a quedarse dormida.

Minutos más tarde, es Santiago quien despierta definitivamente y lo primero que hace es ver el reloj.

Al sentir el movimiento de su pareja, Maya abre de nuevo los ojos y con un gran suspiro se voltea para abrazarlo y acurrucarse en él.

-¿Sabes que es hermoso despertar a tu lado? -expresa Santiago, al besarla en la frente.
-Lo sé, mi cielo. A mí también me encanta despertar junto a ti -responde Maya, mientras él le toca la piel delicadamente.
-¡Felicidades, princesa hermosa! -le dice él, al acariciarle el cabello y sonreír.
-¡Felices ocho meses, mi amor! -contesta ella, con un tierno beso en los labios-. ¿Irás a la clínica? -pregunta de pronto, y se recuesta en él.
-No. Este día lo pienso dedicar única y exclusivamente a ti y a mi Marijó -anuncia Santi, al acariciarla bajo las sábanas.
-¡Me encanta la idea! -agrega ella, recorriéndole la pelvis con la yema de los dedos-. Oye... ¿y mis rosas? -cuestiona espontáneamente.
-¿Qué rosas? -responde él, sin entender.
-¿Cómo que qué rosas? Pues las que me regalas cada mes, tontito -le dice ella, viéndolo a los ojos.
-Aaahh... lo que pasa es que este mes no hubo capital para tanta rosa, mi vida -bromea Santi, y se carcajean.
-No, no seas así. ¡Yo quiero mis rosas! -exclama chiqueonamente Mayita.
-Es en serio, amor. Este mes no habrá rosas, pero tengo algo mejor que darte -comenta él, al recorren sus piernas suavemente.
-¿Qué cosa? -pregunta con curiosidad la escritora.
-En lugar de rosas, te daré mis besos... 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8... -responde el doctor, al besarla una y otra vez.
-No, mi vida, si me vas a dar besos en lugar de rosas me sigues debiendo, corazón, porque cada arreglo trae como veinte rosas, así que... -menciona Maya, con una traviesa sonrisa.

Santiago cumple con mucho gusto la deuda de besos que tiene con su mujer, lo cual los lleva sin darse cuenta a estremecerse tanto, que una vez más hacen el amor con todas las ganas y las fuerzas que les da el sentimiento tan grande que existe entre ellos.

Es tanto el placer que les provoca cada beso y cada caricia, que para el doctor Carmona en ese momento no hay nada más importante que su pareja. Es por eso, que no atiende una repentina llamada que entra a su celular cerca de las diez de la mañana.

Instantes después, vuelve a sonar el celular de una manera espontánea y muy insistente.

-¡No contestes! -exclama Maya, al estar haciendo el amor.
-Puede ser algo importante. Ya han marcado dos veces -dice Santiago, mientras la besa y le muerde los labios.
-No contestes, por favor. ¡No contestes! -le ruega en susurros al oído ella, mientras su cuerpo tiembla entre los brazos de Santiago.
-Déjame ver quién es -dice él, al dejar de besarla y tocarla.
-Me acabas de decir que me vas a dedicar el día a mí -señala Maya, al verlo a los ojos.
-Te juro que no me tardo nada -asegura Santi, al respirar profundo y responder el celular.

Ante esto la escritora se molesta un poco, respira profundo para reponerse y cubre su cuerpo con la sábanas.

Sin decir nada, se recorre hasta la orilla de la cama, y se queda ahí escuchando la llamada de su pareja.

-Buenos días, Marissa, ¿qué pasó? -exclama Santiago algo agitado, al teléfono.
-Santi, qué bueno que me contestas al fin. Te he estado marcando desde hace rato -responde Marissa.
-Estaba ocupado. ¿Qué pasa? -dice el doctor respirando profundo, y su mujer se enoja aún más.
-Pasa que te tengo una mala noticia -comenta con preocupación ella.
-¿Por qué dices eso? -cuestiona enseguida él.
-¿Qué posibilidades hay de canceles tu compromiso de esta noche? -inquiere Marissa, apenada.
-¿Por qué? -dice Santiago, al voltear a ver a Maya.
-Hablé con los inversionistas y me dijeron que mañana a primera hora vuelan a España. Que si quieres, cenan contigo esta noche -explica la doctora.
-Y ¿por qué si sabías esto desde un principio no me lo dijiste? -señala Santiago, algo molesto.
-Santi, yo no sabía nada, te lo juro. ¡Me enteré hace dos horas!... Hablé con Alex y me dijo que él no tiene problema en hacer hoy la cena, pero que tenías la última palabra -contesta ella.
-¡Marissa, me van a matar! -expresa el doctor, con cierta angustia.
-Ya sé. Te estoy cambiando todos tus planes pero por desgracia esto no está en mis manos, sino en las tuyas... Relájate y piensa lo que es mejor para ti. Eres tú quien decide si cenas hoy con los inversionistas o esperas a que vuelvan al país en un mes, arriesgando que alguien les haga una mejor propuesta -menciona Marissa, mientras él mira a su mujer a los ojos.
-Llámame en veinte minutos y te doy una respuesta -indica Santiago, y termina la llamada.

"El pedacito de cielo de un Ángel"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora