Capítulo 40

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Amar con lleva a muchas cosas, significa otras tantas y termina mostrando muy pocas.

Para Draco Malfoy, aquella palabra con diferentes sinónimos e interpretaciones, llegó a calar en lo más profundo de su alma y a lo largo de los años comprendió sus diferentes significados.

Existía el amor parental, ese que sin duda era inexplicable, ese que pese a las situaciones se planteaba asi mismo era el que sentía por Lucius, y sin dudar ni un apice por su querida madre.

Después se encontraba el amor fraternal, no daría un resumen exacto de lo que era para él en especial ese amor, pero sin duda solo el matrimonio Zabini, era merecedor.

Después, exactamente a sus dieciocho años, conoció lo que los poetas mediales definían como el amor para su vida. Ese amor tenía baja estatura, cabello castaño y ojos marrones tan atrayentes que fueron su ancla para quedarse, sin embargó ella pertenecía a un linaje inferior al suyo, según los estándares sociales bajo los que creció. Cosa que al final de cuentas le inportaron muy poco, él se dedicó a creer en lo que sentía y no en lo que otros dijeran, fervientemente defendió aquellos sentimientos, de ella incluso de él mismo, con tanta tenacidad y bravío ante todos que jamás podría dudarse que su amor fuese sincero.

Y gracias a ese amor... Entonces conoció al paternal ¡Merlín santo! Ese sin duda alguna, era el mejor amor que pudo llegar a su vida. Lo supo en el mismo instante en que conoció la llegada de su hijo, lo afirmó conforme los tiempos corrían y los meses avanzaban gestandolo, y lo consagró cuando sus ojos lo miraron por primera vez, aunque el no pudo devolver su gesto.

Existía el amor, de aquello no quedaban dudas para él.

Y en medio de aquel pasillo totalmente blancuno avanzo, con pasos vacilantes carentes de seguridad, miro una última vez hacía el espacio que lo sacaba de los cuneros y lo conectaba con aquella luz resplandeciente que casi lo cegaba.

Estába listo para marcharse.

Su vida había concluido, solo tuvo los momentos exactos para que sus familiares lo despieran, y él mismo darle ese primer, último y único beso a su hijo.

<< Quizás Merlín, se apiade de mí y me dejé conocer a nuestro hijo mi amor.

Pero aquellas palabras no hacían referencia al nacido... Aquella oración le daba la esperanza de marcharse sin remordimiento.

Reacomodo su postura, irguio sus hombros con la elegancia que su madre inculcó en él desde muy pequeño. Dió pasos fuertes y decididos avanzando sin vacilé a su destino.

En su travesía resonó su nombre, Draco Lucius Malfoy.

Único hijo de Lucius y Narcissa, perteneciente a una familia acaudalada con poder y bravío ante la sociedad.

El único Malfoy, de dinastías enteras capaz de romper el linaje de sangres puras.

El único Malfoy, que desafío las reglas y decido ver más allá de sus límites.

Él único Malfoy, que fue capaz de amar.

Existen amores que están destinados a nacer y no florecer, a florecer pero no retoñar. A vivir eternidades y hacer eternidades lo vivido.

Así tan simple, tan bellos, tan dolorosos y tan consumidores.

Existen amores que nacieron y murieron con la misma intensidad en la boca del primer beso.

Existen amores que murieron en el plano terrenal, pero vivirán eternamente en la memoria de un corazón que los recordara.

Existen amores que ni en mil años se olvidarán.

Y en una última vista hacía atrás el gran Draco Malfoy, sucumbio en medio de la luz que lo arropó.

Al fin te encontré, GrangerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora