Capítulo 12

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Llegamos a la mansión de Ancel, lo escucho maldecir entre dientes, hay estacionadas varias camionetas y entre ellas está un coche muy elegante en color negro, hay muchos hombres por todas partes fuertemente armados, mis nervios no cesarán ni hoy ni nunca.

—Son mis padres Yana, están en casa. —dice y noto en su voz la rabia.

—Llévame a casa Ancel no tengo ningún problema con ellos. —Le sugiero ya que me da miedo mirar tantas personas armadas. Aparte que los señores Müller no pueden mirarme en estás circunstancias, toda llena de sangre tal vez se asusten, aunque confieso que me da miedo estar en el departamento yo sola.

—No, tú vienes conmigo por lo pronto no puedes ir a tu casa debido a las circunstancias necesito saber quién está detrás de todo esto y darte protección las veinticuatro horas del día.— me mira a los ojos, me sorprendo por sus palabras Ancel baja de la camioneta y se dirige hasta la puerta del copiloto y abre, me toma de la mano y bajo entrelazando los dedos de ambos. Mis manos están temblorosas al igual que mis piernas, nos dirigimos dentro de su mansión, ya ni siento el dolor en mis pies por estos infernales tacones, siento náuseas por el olor de la sangre. Aún traigo puesta la chaqueta del traje de Ancel en mis hombros, siento un terrible pánico por lo que acaba de pasar, creo que quedaré traumada de por vida.

Abre la puerta de la casa e ingresamos dentro, la señora Müller viene corriendo hasta nosotros, tiene los ojos llorosos. Abraza a su hijo Ancel con desesperación.

—Hijo de mi alma, ¡pensé lo peor! ¿Ambos están bien?. —Pregunta entre sollozos la señora, besa la frente de su hijo y me revisa por si tengo alguna herida ya que me mira la ropa con sangre que afortunadamente no es mía.

—Tranquila madre estamos bien, como siempre, esos hijos de.. —la señora lo corta antes de que siga con la frase.

—¡¡No te atrevas a maldecir frente a tu madre!!. Ancel Zelig Müller Kirchner!!. —a pesar de que traigo los nervios de punta una sonrisa se dibuja en mis labios, al mirar que Ancel se ha quedado callado respetando la presencia de su madre.
Lentamente el señor Müller viene hasta nosotros sosteniendo en sus manos un vaso de cristal que contiene un líquido ámbar, me mira con indiferencia y posa toda su atención en su hijo.

—Necesitamos hablar en privado Ancel. —

Ordena el señor mirándome de forma extraña, tal vez por qué mi ropa está llena de sangre, en la parte del abdomen y las piernas. No me había dado cuenta que aún llevamos las manos entrelazadas, lentamente la suelto.

—Discúlpame. —le digo a lo que él ojos azules me besa en la frente.

—Ahorita vuelvo te dejo en compañía de mi madre. —Dice y desaparece en las puertas doble que se encuentra al lado derecho de la casa.

—Hola linda que sorpresa volverte a ver, no sabía que eras tú la que salías con mi hijo —Dice sonriendo, estira su mano para saludarme y yo la tomo gustosa.

—Gracias. —le respondo educadamente.

—Ahora me dirás qué pasó, no vayas a omitir detalles, pero antes necesitas quitarte esa ropa manchada, ven te llevaré a la habitación de mi hijo dónde podrás tomar un baño caliente y algo de ropa limpia. —Dice y me toma de la mano, me lleva escaleras arriba y entramos a la habitación de Ancel.

—Entra y ve a ducharte, yo te daré una muda de ropa, obviamente de mi hijo, ya que aquí no vive ninguna mujer, ¿No te molesta verdad?. —me pregunta a lo que siento una inmensa alegría de saber que en realidad no tiene a alguien, por un momento me quedo pensando, no sé que decir.

—Que ha pasado Yana, cuéntame. —dice a lo que le comienzo a relatar lo sucedido hace unos minutos o quizá horas atrás. El rostro de ella no muestra nada se encuentra en estado neutral.

Inocencia CorrompidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora