Protegeme [Carl Grimes]

Capítulo 3: Carl Grimes, el engreído

Me observa y le sonrío, el inmediatamente corre la vista sin más y se retira.

¿Cuál es su problema?, ¿es así con todos acaso?, ¿tanto le costaba solo regalarme un hola?, ¿algo?

— Oh.. el es.. Carl, Carl Grimes. Es hijo de Rick.. ya lo conocerás, seguramente no está de humor.. pero es tímido —suelta Michonne con un atisbo de preocupación en su habla.

¿Es en serio?

¿Tímido?

Más bien engreído.

Nos dirigimos afuera de la prisión, adentro de las grandes vallas, Beth se acerca a mi y empezamos a charlar en cuanto a Lizzie, ella al parecer.. no está bien..

Es un poco exagerada, y aveces loca.

Ha sufrido por mucho, perdió a su padre la semana pasada tras una infección que infectó a la mayoría de la gente que se encontraba en el segundo pabellón.

Creo que ahora comprendo el por qué de sus actos.

Nos dirigimos hacia Hershel, y sin dudarlo lo ayudo a plantar unos vegetales, Hershel es papá de Maggie y Beth.

Nos hallamos junto a Rick, el se encuentra clavando navajas en los cráneos de los caminantes que se encuentras atestados detrás de las vallas.

— ¡Carl! —exclama Rick llamándolo.

Echo una mirada rápida y lo veo acercarse. Sus ojos color mezclilla se pegan a los míos por unos segundos, pero nuevamente me mira con desprecio.

Bueno, creo que a alguien no le caí del todo bien.

— Ayúdame con éstos caminantes, hijo.. —Carl toma su cuchillo y comienza a matar uno por uno, son muchos, aun quedan unos doce así que me ofrezco a ayudar, cada vez los podridos, o mejor dicho, caminantes, empujan más y más las vallas..

Hasta que sucede..

Una de las vallas cede por la cantidad de caminantes amontonados como hormigas en una colonia.

Los caminantes comienzan a entrar al campo de la prisión y yo me sin más me defiendo a toda costa mientras exclamamos por ayuda de Daryl, Maggie y Glenn.

El golpe me deja aturdida cuando siento como dos caminantes me alcanzan y se echan sobre mi.

Rick esta muchando contra otros cuatro, perdí de vista a Carl y a lo lejos se acercan con la ballesta y la katana, Daryl y Michonne.

Mientras tanto forcejeo con mis inútiles fuerzas contra éstos que tengo encima..

Mi cuchillo resbala y cae al césped mientras sobre mi dos repugnantes caminantes intentan morderme, sin otra cosa que hacer, grito con todas mis fuerzas pensando que no terminare con vida ésta lucha ya que tres caminantes se acercan a unos cinco metros para morderme al igual que éstos que tengo encima.

Mis oídos quedan zumbando y con un ruidoso timbre en mis tímpanos, mientras veo caer a cada caminante ahora inerte sobre mi, de repente Carl saca a los caminantes de encima mío, pero el peso muerto de ambos sobre mi me dejan sin aire, más el ruido tan cerca de mi.. mi mundo da vueltas y pierdo el control de mi cuerpo y de mi mente, y se que estoy cayendo en un sueño profundo...

Desmayo.

Narra Carl

Veo a papá luchar contra caminantes que tumbaron las rejas, a Daryl y Michonne corriendo hacia nosotros a lo lejos.

Busco a Maya ya que no puedo evitar escuchar sus gritos clamando ayuda, esta allí bajo dos caminantes que intentan morderla.

No dudo en levantar mi arma y disparar a la cabeza a cada caminante encima de ella.

Daryl ayuda a papá.

Saco a los caminantes que estan arriba de Maya y ella esta tan mareada que cae en desmayo, veo que nueve caminantes se acercan y con mis inútiles fuerzas la carco en mis brazos mientras a pasos rápidos y torpes la llevo dentro de la prisión, a mi celda, cierro las puertas con seguro por los caminantes mientras Beth se acerca con agua y gasas.

La recuesto en mi cama con mucho cuidado, e inseguro de lo que hago tanteo su pulso en su muñeca, está en un profundo desmayo debido a el peso de los caminantes y las balas que rozaron su cabeza.

Tomo una gasa y la unto con agua, lo coloco en su frente.

[...]

Despierto y Carl me observa, se levanta y sale a toda velocidad.

Cierra la puerta mientras deja a Beth ingresar, el solo se fue y Beth quedó cuidándome.

En el rostro de Carl noté furia, tristeza.. el solo re retiró sin más..

Unos disparos y estruendos provenientes de afuera del pabellón en dónde me hallo, me quitan de mi ensimismamiento. La respiración comienza a escasearme cuando el miedo amenaza con hacerme estragos.

Se de antemano, que allá afuera nada está bien.