Capítulo 21. - Odio fingido.

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Hacía cerca de una hora que Kilian se había marchado a casa ya que tenía algunos recados que hacer. Me preguntó mil veces si estaría bien sola, lo que me pareció tierno pero a la vez me exasperó de tal manera que casi lo tuve que echar de casa entre risas. Nunca le había visto tan preocupado por mi bienestar, pero sin duda era algo a lo que me podía acostumbrar. 

Los nervios se instalaron en mi estómago cuando Daphne y yo llegamos a casa de Scarlett. Aún no sabíamos cómo debíamos comportarnos con ella, ni siquiera cómo estaba, ya que no había cogido el móvil desde que la llevamos la noche anterior. Por eso, cuando mi amiga tocó el timbre de su casa, sentí mis piernas flaquear con ligereza. 

— Oh, sois vosotras. — Exclamó la madre de Scarlett cuando abrió la puerta. — Pasad chicas, no os quedéis ahí. 

El interior de la casa estaba extremadamente silenciosa para nuestra sorpresa. Normalmente los socios de los padres de nuestra amiga se paseaban por allí entre papeles y ajetreo. Pero aquella mañana era diferente, y no me extrañaba, ya que no quería ni imaginarme cómo debía estar pasándolo aquel matrimonio tras enterarse de que su hija sufría abusos. 

Su madre nos guió hasta la habitación de Scarlett, que estaba ligeramente abierta. Cuando íbamos a entrar, ella tomó mi brazo para detenerme. Le pedí a Daphne que entrara mientras, a lo que accedió sin dudar. 

— Scarlett nos lo ha contado todo. — Comenzó la mujer. — Incluso que te atreviste a enfrentarte a Ian a pesar de que ambas estabais a solas. Me gustaría darte las gracias, Noelle. De no ser por ti, mi hija podría estar en la casa de ese bastardo ahora mismo sufriendo abusos mientras nosotros no nos dábamos cuenta. — Su voz se rompió con las últimas palabras, estrujando mi pecho. 

— No tienes nada que agradecerme, Margarett. Nosotras tampoco teníamos ni idea sobre qué era lo que le ocurría a Scarlett, y aunque podría haber salido mal, me alegro de haber descubierto aquella escena. 

— ¿Sabes? Aún me cuesta aceptarlo. Ian siempre se vio tan... bueno. Era un niño divino, cariñoso con todos y al que nunca le vimos sin una sonrisa. Jamás habríamos pensado que podría estar haciéndole algo así a nuestra hija. 

— Te comprendo, créeme. Siempre vi a Ian como el novio perfecto para ella. — Ella asintió, intentando retener las lágrimas de su rostro. — ¿Puedo preguntarte algo? 

— Claro. 

— ¿Habéis convencido a Scarlett para que tome medidas legales? 

— Oh, ella tenía mucho miedo de hacerlo. Pero entre su padre y yo la hemos convencido. Esta mañana, nada más levantarse de la cama hemos ido a la policía para poner la denuncia y una orden de alejamiento. Por lo pronto, ese malnacido no podrá pisar la ciudad en cuanto le llegue la orden. 

— Me quedo mucho más tranquila de ser así. 

— No te entretengo más, Noelle. Scarlett estará deseando verte. 

— Me alegra haberte visto, Margarett. 

Dicho esto, ambas nos despedimos con un abrazo corto antes de que ella se marchara hacia la planta de abajo. Al abrir la puerta de la habitación de Scarlett, me la encontré abrazada a Daphne, desparramando las últimas lágrimas que le quedaban. Su rostro se veía horrible, comido por las ojeras que le había provocado el insomnio de la noche. Un dolor instantáneo se instaló en mi pecho al verla así, pero no tardé en acudir a su llamada cuando me abrió los brazos para que pudiera reconfortarla. 

— Sé que es una tontería de pregunta pero, ¿cómo estás?

— Mejor que esta noche. 

— Ya me ha contado tu madre que habéis denunciado a Ian. No hay más por lo que preocuparte, dentro de poco no tendrás que volver a verlo. 

5 pasos para romper con un chicoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora