Capítulo 26. - Te quiero.

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Hacía cerca de una hora que los médicos se habían encargado de acoger a Kilian en el hospital. Durante todo ese tiempo no pude hacer otra cosa que no fuera caminar de un lado a otro como una idiota, esperando alguna novedad que parecía no llegar. La desesperación me comía por segundos, y el hecho de que me encontrara sola no ayudaba. 

Pero aquella situación cambió cuando las puertas del hospital se abrieron dando paso a mis dos mejores amigas junto a Zev. Tan pronto como llegaron hasta mi posición, Daphne se lanzó hacia mí para acogerme entre sus brazos, a lo que segundos después se unió Scarlett. Las lágrimas que habían parado de salir volvieron a recorrer mis mejillas. No entendía como podía haber aguantado toda esa presión yo sola hasta entonces. 

— ¿Alguna novedad? — Cuestionó mi hermano con una notoria preocupación en su voz. 

— Nada, no sé nada de él aún. — Sollocé. 

Zev asintió antes de atraer mi cuerpo hacia el suyo para que así pudiéramos fundirnos en un abrazo. Comenzó a acariciar mi espalda mientras yo lograba que mi respiración volviera a la normalidad. Durante unos segundos disfruté de la cercanía de mi hermano, dejándome embriagar por la protección que siempre sentía cerca suya. Hasta que una voz femenina me hizo separarme de él para girarme. 

— ¿Vienen por Kilian Miller? — Dijo una enfermera. 

— ¿Está bien? — Se apresuró a preguntar Zev. 

— Sí, si que lo está. — Sonrió. 

Sentí como si una presión enorme se hubiera evaporado de mi cuerpo, llevándose con ella la presión de mi pecho. No pude evitar que una sonrisa se deslizara por mis mejillas al igual que mis acompañantes, pero aún quedaba lo más importante. Quería verlo, necesitaba tener cerca a Kilian. 

— ¿Podemos verle? 

— ¿Tú eres Noelle? 

Fruncí el ceño ligeramente. 

— ¿Cómo lo sabe? 

— Ese chico susurraba tu nombre mientras lo llevábamos en la camilla. 

Mi corazón pareció estrujarse cuando escuché aquellas palabras. Por el rabillo del ojo pude ver como Scarlett hacia un ligero puchero que me enterneció. Aquello solo hizo que mis ganas de verle aumentaran con creces. 

— Por ahora solo puede entrar una persona. — Informó la enfermera. — Acompáñame. 

Asentí antes de dejar atrás a Zev y las chicas. Ellos entendieron que era primordial que fuera yo quien entrara a ver a Kilian en primer lugar. Cuando llegamos a una de las habitaciones, la mujer abrió la puerta dándome paso. 

— Ha tenido suerte. — Me dijo. 

Mis ojos se aguaron en cuanto crucé el umbral de la puerta. Visualicé el cuerpo tendido de Kilian sobre una camilla, rodeado de máquinas y algún que otro cable. Su frente estaba cubierta por una venda que giraba al rededor su cráneo, de la misma manera que lo estaba parte de su brazo derecho. Mordí mi labio inferior intentando no derramar ninguna lágrima, pero verle en ese estado pudo con mi fuerza interior. 

— Eh. — Su voz se escuchó suave, débil. — No llores, pequeña. 

Mis pies se movieron como si tuvieran vida propia hacia la orilla de la camilla. Intenté contenerme, pero en apenas dos segundos ya me encontraba abrazando a Kilian. Al principio el pareció encogerse ante mi tacto, pero luego relajó su cuerpo antes de rodear mi torso con sus brazos. 

— Menos mal que estás bien. — Lloriqueé. — No sabes lo asustada que estaba. 

— Bicho malo nunca muere. — Bromeó. Pero yo sentí ganas de golpearle. Y él pareció captarlo por la mirada que le eché. — Vale, no es buen momento para bromas. 

5 pasos para romper con un chicoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora