Capítulo 1 - ¿Quién es tu novio?

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Casi todas las mañanas, lo primero que veía al despertarme era a los dos chicos más atractivos de mi universidad. 

Una chica con suerte, ¿no? 

Pues en realidad, casi prefería ahorcarme con mis propias sábanas. 

Que mi hermano Zev era uno de los chicos que se adueñaba de los suspiros de cualquier mujer no era de extrañar. Y tener que aguantar a diario a un fuckboy era más asequible cuando tenía tu misma sangre. Sin embargo, dos eran demasiado. Y Kilian, el mejor amigo de mi hermano y dueño de mis pesadillas, parecía no comprenderlo, ya que vivía más en nuestra casa que en la suya. 

Aquella mañana me desperté debido a los constantes ladridos de Buddie, mi precioso Alaskan Malamute. Caminaba con él hacia la cocina, donde el sonido de unas voces retumbaron en mis oídos, rompiendo el silencio de la mañana. 

-No sé que hacer.- Reconocí al propietario de aquella voz con facilidad. Kilian. - Y ya es demasiado tarde como para admitirlo todo. 

-Aún te quedan un par de días, tiene que haber algo que podamos hacer.- Esta vez fue mi hermano Zev quien tomó las riendas de la conversación. 

Cuando aparecí en la cocina sus voces se fueron haciendo más débiles hasta que el silencio inundó el ambiente. Ambos se encontraban con una posición despreocupada, Zev descargaba su peso sobre la encimera de la cocina y Kilian en su espalda apoyada en la pared. Sus miradas cayeron sobre mí, que caminaba sin prisa hacia la nevera para preparar mi desayuno. Buddie seguía detrás de mí con la esperanza de que le diera algo de comer de la nevera. 

-Buenos días a ti también.- Ironizó Zev. 

-Buenos días.- Mis palabras se vieron entrecortadas por un gran bostezo que no me molesté en disimular. 

-He visto hipopótamos abrir menos la boca.- La voz de Kilian era como cuchillas para mis oídos, no porque fuera aguda -todo lo contrario-, sino porque el simple hecho de que respirara cerca mía me irritaba. 

-Y yo monos con más cerebro.- Hice una pausa para echar un trozo de comida a Buddie y sacar el brick de leche.- ¿Es que no tienes casa? - Le observé con más detenimiento, fijándome en que ni él ni Zev llevaban puestas sus camisetas, solo unos pantalones de deporte.- ¿Ni camiseta? 

-¿No te gusta verme sin camiseta? 

No me molesté en contestar, simplemente le mostré mi dedo corazón antes de llevarme a la boca una cucharada de mis cereales favoritos. 

Una sonrisa lasciva se deslizó sobre sus labios. Su profunda mirada de ojos azules y sus gestos lujuriosos reunían el mayor descaro que había visto en mi vida. Kilian no era un chico común, era EL chico. Aquel que con una mirada o con el roce de sus palabras en tus oídos era capaz de embriagarte e invitarte a perderte en su juego. Aquel al que se le atribuían todos los suspiros de amor utópico. El que podía condenarte a una pasión eterna. Era absurdo negar que nunca me había atraído, ya que cualquier chica quedaría cautivada ante su atrevida personalidad. 

Por no hablar de su físico, un deleite para los ojos. Parecía esculpido por los mismos dioses griegos. Su rostro de rasgos marcados siempre iba acompañado de una sonrisa de dentadura perfecta, junto a su pelo rubio revuelto que le daba un aire despreocupado. Tenía un cuerpo bien trabajado por el gimnasio y las horas que ocupaba jugando en el equipo de fútbol americano de la universidad.

Definitivamente, si no fuera por que no lo soportaba me lo habría tirado. 

Pero no era el caso, así que tenía que seguir aguantando su arrogancia a diario. En nuestra relación -si se le podía llamar así- no cabía más que la hostilidad desde que él y Zev se conocieron cuando ambos entraron a la universidad, un año antes que yo. Desde la primera palabra que intercambiamos parecía saber como sacarme de quicio, y eso me enfurecía aún más. Aunque lo peor era que mi hermano mayor y él apenas se separaban, lo que convertía mi existencia en un calvario. 

5 pasos para romper con un chicoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora