11.

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Por cuarta vez, miré mi reloj, marcaba las nueve cuarenta de la noche. Dios, ¿Hasta donde íbamos?

Ya estaba entumida, quería ir al baño, tenía hambre, frío, sueño y estaba cansada. Lo sé, estaba peor que una niña pequeña, pero tampoco pensé que ese lugar estaría tan retirado del instituto.

— Aarón. —resoplé al llamarlo. Él iba concentrado en lo suyo.

— Demonios. —se quejó Ariel, su tono delgado esta vez fue cansado.— ¿A qué hora dejarás de llamarlo? —preguntó irritado.

Todo esté rato me aburrí, no pude ni tan siquiera poner música en la radio porque este trío no me dejó, así que sólo me he concentrado en preguntar cuánto falta.

— ¿Acaso vamos a la punto de la cola del diablo? —replique con fastidió.— Digo, porque a dónde vamos está muy lejos. Y quiero ir al baño, tengo hambre, hace frío aquí adentro y ya tengo sueño.

— Eres peor que una niña pequeña, Bethan. —murmuró Arnold, a él lo hacia dormido, pero ya veo que está en todo menos en misa.

— Aarón, diles algo. —pedí ladeandome en el asiento, toqué su hombro y él ni siquiera se movió.— ¡Aarón! —lo llamé.

De pronto, el automóvil se detuvo, por un momento creí que se había acabado la gota, pero no. Aarón apretaba el volante con fuerza, su respiración se escuchaba por el auto y ese miedo llegó a mí.

¿Cómo podía ponerme así como si nada?

— Bájate. —ordenó. Eso me hizo enojar.

— ¿Que? —exprese. No sé cómo se atrevía a decirme eso, era de noche.

— Si irás con nosotros tendrás que permanecer en silencio durante el camino. Cómo sabrás, los Versaccé somos de muy pocas palabras y desde que salimos del instituto hemos hablado más de lo que podríamos hablar en tres días. —dijo, su tono era duro, él estaba molesto. Muy molesto.— Así que cállate por favor y déjame conducir en paz.

No me quedó de otra más que cruzarme de brazos y sólo ver el camino. Estaba tan aburrida, tan hambrienta, tan.. así, ya quería llegar a dónde fuera que iríamos.

Después de todo un mal rato, por fin llegamos a nuestro destino. Había un gran portón, más o menos como el del instituto, era café, Ariel se bajó del auto y se encargó de abrir las dos grandes puertas de madera sumamente bien pintadas, Aarón condujo adentro y espero a que su hermano volviera. Cuando lo hizo, condujo hasta un jardín, había un espacio el cuál se veía tipo estacionamiento. En cuánto estacionó el auto abrí la puerta de este y baje, ellos hicieron lo mismo, pero no les puse la mínima atención. ¿Por qué? Bueno, estaba frente a una gran casa blanca, de algunos tres pisos, era exageradamente lujosa y linda, con tan sólo echarle un vistazo a aquella casa, sabías que quiénes vivían ahí, nadaban en dinero.

Lámparas alumbraban partes de aquella casa. La entrada principal lucía como de telenovela, era una puerta blanca con dos partes de cristal. Aarón y sus hermanos bajaron las maletas y caminaron hasta mí, volteé a verlos a cada uno por algunos segundos y parecía como si tuviera cara de estúpida, ellos rieron como si estuvieran viendo algo gracioso, seguramente mi cara de asombro no era la mejor de todas.

— Dios. —exclamé, asombrada. Realmente esta casa era de película.— ¿Esta es su casa? —inquirí de igual forma.

— Eso creo. —Arnold cómo todo chico raro, dió unos pasos al frente y tocó la puerta un par de veces.

Luego de un tiempo, esta fue abierta por una muchacha de algunos veinticinco años, lucía un traje de trabajo, parecía ser la ayudante de la casa, ya que traía un vestido simple, color azul, con un pequeño mandil blanco.

¡No Soy Tu Juguete! ✔️ [Saga Silence #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora